Babosa y media sobre cine (X)

Décima Babosada y media. Cabezazo de Ramos en Lisboa. Son quince babosadas, entonces. Esta vez conviven Eddie Murphy, Alejandro González Iñárritu y los Beastie Boys.

Décima Babosada y media. Cabezazo de Ramos en Lisboa. Son quince babosadas, entonces. Esta vez conviven Eddie Murphy, Alejandro González Iñárritu y los Beastie Boys. Entre la comedia ochentera del primero, la poesía fílmica del segundo y el rap-rock noventerísimo de los terceros, yo elijo Sabotage.

Coming to America (John Landis, 1988) y Coming 2 America (Craig Brewer, 2021)

En la plática organizada por la Escuela Nacional de Cine de la UNAM que Alejandro González Iñárritu sostuvo con Fernanda Solórzano a finales de 2019, el cineasta habló de sus orígenes en una estación de radio independiente donde, para sortear un programa de tres horas, se inventó cualquier cantidad de personajes. Algunos eran buenos, otros malísimos, dice. Algo así es visitar -y revisitar- el cine de Eddie Murphy y Arsenio Hall. La célebre Un príncipe en Nueva York cuenta, desde hace poco, con una secuela disponible en Amazon que permite volver a ese universo murphyesco de personajes ilimitados. Eddie Murphy volvió en 2019 al gran foco con la galardonada Dolemite Is My Name, y no parece demasiado claro el viraje que su carrera vaya a tomar. Aquello fue un reto nuevo, esto un tirón de nostalgia y lo siguiente podría salir por cualquier lado. Coming 2 America, la segunda, se ahoga en referencias a la cultura pop intentando, a partir de ahí, conseguir cierta vigencia; busca desesperadamente guiños con su antecesora -sin la finura que, por decir algo, sí tuvo en su momento Trainspotting 2– y se diluye, poco a poco, en un final que no terminó por explotar ninguna de las subtramas de la película -qué manera de desaprovechar la rivalidad entre la hija del rey vigente y el hijo bastardo-. Sin embargo, quizá la película jamás aspiró a ser otra cosa. Como dice una reseña de Letterboxd escrita por Dan Campos: tiene números bailables y un león, ¿qué más esperaban?

Birdman (Alejandro González Iñárritu, 2014)

Birdman me dejó con dolor de cabeza para el resto del día. Creo que, inevitablemente, es la película de Iñárritu que más me gusta sin que se trate precisamente de uno de mis realizadores favoritos. Me encanta el simbolismo de Michael Keaton en lo que fue su gran regreso al cine; a la vez, me cuesta mucho imaginar la película con otro actor, pensando en el obvio pasado batmanesco de Keaton -un pasado de superhéroe que, sin embargo, se ubica en una época que no guarda ningún parecido con la superindustria actual; esto queda clarísimo con el guamazo a Jeremy Renner, el Avenger, en los primeros minutos de la película-. No entiendo mucho el plano secuencia abiertamente falso; ¿será por ritmo? ¿o será una metáfora de que el teatro no tiene cortes e Iñárritu quiere imbuirnos en ese ambiente? Sea como sea, ¿le hace algún favor a la película? Yo hubiera preferido no cansarme tanto. La veo como una película más interesante que buena, y de la cual podrían extraerse cien reflexiones (por decir algo: ¿el actor que carga con un papel mítico a sus espaldas aspira a seguir siendo artista, o se convierte inevitablemente en una celebridad? ¿es fallo siempre suyo no poder despojarse del último uniforme, o nosotros como espectadores no se lo permitimos?). Diría que es lo mejor de Emma Stone, pero existe La La Land.

Beastie Boys Story (Spike Jonze, 2020)

Sí, es ese Spike Jonze. El de Her. El de El ladrón de orquídeas. El de Being John Malkovich. El ex de Sofía Coppola. Ese Spike Jonze hizo este interesantísimo experimento con los Beastie Boys. Me parece padrísimo, por otro lado, que AppleTV le haya dado foro a esto. El concepto está raro: no sé si esté bien logrado, anda más cerca del standup que del documental como lo conocemos, pero también es cierto que un producto con narrativa tradicional no casa mucho con lo que son los Beastie Boys. Qué vatos tan simpáticos, además. Creo que el documental es una bonita historia sobre cómo un grupo de amigos va cambiando con los años y, artísticamente, busca nuevos caminos y opciones -a veces por curiosidad, a veces por obligación-. Cuando los Beastie Boys hablan del Paul’s Boutique se refieren a un álbum donde lo dejaron absolutamente todo, se vaciaron, estaban orgullosos, pero cuando salió nadie hizo caso. Esto me lleva a un dilema hipotético. Pensemos en el árbol que cae en el bosque y no hay nadie alrededor que lo escuche: ¿realmente hizo ruido?… Volvemos a los Beastie Boys: pensemos en el autor que realiza una obra donde se vacía, donde siente que está condensada su vida, sus vínculos, sus afectos, sus traumas. Lo lanza, y no interpela a nadie. Todo el mundo pasa de largo. Esto debe ser tomado con pinzas hipotéticas porque el Paul’s Boutique ha sido reivindicado con el paso del tiempo. Si la obra no interpela ni provoca a nadie, ¿el autor puede catalogarla como arte? ¿Se vale que lo interpele a él nada más? ¿Se vale crear arte para consumo eminentemente individual? ¿La obra se vuelve arte al ser creada, o solamente cuando interpela a un tercero? No lo sé. Me ahogué en mi propia reflexión y puse Intergalactic a todo volumen.

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