Babosada y media sobre cine (XIII)

El mundo es un lugar raro, oscuro, cruel, en el cual aferrarse a las cosas en las que uno cree es terapéutico y hasta necesario.

Se titula ‘13’ el álbum de Blur que arranca con Tender, obra preciosa. Damon Albarn había sufrido lo indecible en el trabajo previo, homónimo, que abría con Beetlebum. No somos una banda comercial que viene a agradar, sentenció antes de lanzar esa oda a la heroína. Tierno es el toque de alguien a quien amas profundamente, recitaba después, aceptando el gran abrazo. Yo ya me encumbré, desde hace semanas, como un orador de babosadas. Hoy, Gael García aparece dos veces. Una película nominada al Óscar de este año, otra que lo fue hace seis y una que triunfó hace bastante dentro de mi corazón.

No (Pablo Larraín, 2014)

Cosa preciosa, cosa bien hecha. Tiene lo mejor de un producto documental y lo mejor de un thriller policiaco, navegando su narrativa con soltura entre ambos. Una de las últimas tomas, con Gael García transitando el mar de celebración con la mirada perdida y aferrado a su hijo (la mejor actuación de su vida, dicho sea de paso), muestra a Pablo Larraín como uno de los mejores realizadores sudamericanos en últimas fechas: todo terminó y el protagonista, agotado, procesa casi sin aire el final de un agobio psicológico donde más que ganar era necesario salvar al niño. Se puede hablar de esta película como un producto prudente, necesario y altamente revelador de lo que es una dictadura y cómo fue especialmente el final de ésta en Chile -lo que era un referéndum legitimador de cara al exterior fue el plomazo que la derrocó-, pero creo que el final, más allá del esperanzador ya cayó que cantaba el pueblo (y que me devolvió al no les voy a fallar que cierto presidente electo soltó en el Zócalo hace poco), es tristísimo. René Saavedra, publicista encarnado por Gael, orquestador de la campaña del NO, vuelve a trabajar a la empresa de mercadotecnia (la Sterling-Cooper madmenesca de Santiago) y es presentado por su jefe, asesor, a su vez, de la campaña del SÍ, como uno de los cerebros del movimiento que derrocó a Pinochet. Lo que fue acto ideológico deviene en mérito curricular. Tras la fiesta, la rueda sigue girando. (Como último detalle: la película abre con un comercial de Free, bebida de cola, ideado por Saavedra. Ésta lleva una canción cuya melodía es ‘Demoliendo Hoteles’, de Charly García, de letra eminentemente antidictadura: yo que crecí con Videla / yo que morí sin poder / yo que luché por la libertad / pero nunca la pude tener. Padrísimo guiño de Larraín).

Ma Rainey’s Black Bottom (George C. Wolf, 2020)

Hay un momento en esta película, traducida como ‘La Madre del Blues’, donde Ma Rainey dice que no canta blues para sentirse mejor, sino porque su manera de entender la vida se comprende a través de ello. Me acordé de una vez donde sabiamente alguien me preguntó por qué asistía religiosamente al estadio y consumía tantos partidos del Cruz Azul si parecía sufrirlo más que gozarlo. No supe qué responder, y tampoco lo sé ahora. No creo poder responder nada que no colinde con el lugar común y la pretensión de hablar sobre fútbol en términos litúrgicos, entonces procedo a entregarme por completo a ello. Creo que el mundo es un lugar raro, oscuro, cruel, en el cual aferrarse a las cosas en las que uno cree es terapéutico y hasta necesario. Quizá necesito sufrir con el fútbol para no sufrir con otras cosas. Quizá Ma Rainey, una artista que se veía engañada por los grandes estudios, tenía en ello su respuesta. Quizá, también, fuese un escape. No me quieren a mí, quieren mi voz, dice. Puede que yo necesite explicar mis tragedias y desgracias personales a partir del balón porque no sé hacerlo de otra forma. Tal vez hay cosas que no disfrutamos, pero sí disfrutamos; tal vez disfruto el celofán del fútbol, ponerme la camiseta, prender la televisión, los aledaños al estadio, los whiskies previos. Tal vez sufro, en cambio, cuando pita el árbitro. El tiempo viene envuelto en plástico fino, canta Calamaro; la espera es tiempo, y cuando el acontecimiento vence a la espera ya se está acabando. Todo el tiempo queda menos vida. Decía: tal vez hay cosas que no disfrutamos, pero sí disfrutamos, en el sentido de que condensamos nuestra idea de la vida en ello.

Rudo y Cursi (Carlos Cuarón, 2008)

Qué cantidad de detallitos memorables hay en esto. La química insuperable de Diego y Gael (mejor, incluso, que en ‘Y Tu Mamá También’), Joaquín Cosío en el personaje de Arnulfo cuando debió ser el narco (después, en ‘El Infierno’ y ‘Narcos: México’ rectificaron: nos regalaron al épico Cochiloco y también al Don Neto asesinado en esa memorable escena musicalizada por Roberto Jordan), Guillermo Francella como el mejor argentino en la historia del cine mexicano (qué baratas sus frases románticas sobre el fútbol, pero qué bien le salen), el chiste de las maruchans (¡tienen camarones!), Martín Altomaro con la voz de David Faitelson, ‘Quiero que me quieras’, el síndrome de nuevo rico del Cursi (quién fuera banca para tocar tus nalgas, pinche Cursi), la ludopatía del rudo (de apostar licuadoras a apostar millones), darle en la madre a todo atisbo de verosimilitud al nombrar Amaranto y Nopalero a los equipos, el acento del Rudo, etcétera, etcétera, etcétera.

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