Bobby Jean

Siempre que escuchaba Bobby Jean de Bruce Springsteen la cortaba en el final, cuando comienza a sonar el sax del desaparecido Clarence Clemons; “next song”, decía y no me lo pensaba dos veces. Siempre y sin excepciones había interrumpido ese momento musical.

Una canción que me parece sigue siendo media underground en el repertorio de Springsteen, (aunque sin ser sencillo, en su momento alcanzó el puesto 36 en el billboard americano). Y creo que ha adquirido esa calidad de infravalorada porque a pesar de que sea parte del legendario Born in the U.S.A., los sencillos del Olimpo: Dancing in the Dark, I’m On Fire (de la que también tengo un par de cosas que decir, pero eso quizás en otro texto), o la homónima al título del álbum, la siempre tan malinterpretada Born in the U.S.A., constantemente se robaron, y siguen haciéndolo, todas las atenciones. Pero para mí, Bobby Jean es especial… muy especial.

Como me gusta pasar mucho tiempo pensando en todas esas cosas que nos suceden cuando escuchamos música, tuvo que llegar el día en que reparara en ese extraño fenómeno de dejar a medias esta canción. Al principio argumenté para mí mismo que lo que quería era seguir escuchando al Boss para cantar a su lado y, que pues por eso, había que poner la siguiente canción sin esperar más, pa’ seguir cantando —o pa’ seguir escuchando la voz del maestro de Nueva Jersey—. Pero no tenía caso que me siguiera engañando a mí mismo, esa hipótesis no tenía ningún sentido. Muchas de mis partes favoritas de varias de las canciones del mundo son, precisamente, aquellas en las que solo suenan los instrumentos. Alguna vez conocí a alguien que le adelantaba a Shine On Your Crazy Diamond hasta la parte vocal y pensé que esa persona era un verdadero idiota, las mejores canciones de Dream Theater son las meras instrumentales, donde James LaBrie medio que no nos estorba, tal vez mi canción favorita de Metallica sea Orion, un instrumental obstinato de metal, e imaginé el sacrilegio de quitar todos los solos de guitarra de cientos de canciones que me rompen la cabeza y me erizan la piel. Ese no soy yo, nunca tendría ese comportamiento de censura hacia esos momentos cuando las voces se callan y se quedan solo los instrumentos para llenarnos el alma.

La letra de la canción habla de una triste (tristísima) despedida. En la ambigüedad del nombre y su género y en el misterio de que Bruce nunca ha revelado quién es “Bobby Jean”, parecieran caber todas las despedidas del mundo. Un adiós que no es caótico sino de perpetua nostalgia. Donde no hay lugar a explicaciones del porqué uno se tiene que ir. Una partida irreversible que queda únicamente en la memoria. Una despedida de alguien a quien no se le puede guardar rencor, porque se ama desde lo más profundo y, que son más bien las cruentas circunstancias las que obligan a decir “hasta siempre”. Además, y para terminar de dejarnos destrozados, suena a una despedida que ni siquiera pudo ser como debía, que no se le pudo dar ese último adiós a “Bobby Jean” como Dios manda.

Entonces lo entendí de pronto, porque yo también me tuve que despedir de alguien sin poder realmente decir adiós como me hubiera gustado, y comprendí que el solo de saxofón final es, justamente, la música que queda de la pura nostalgia del olvido, porque va decreciendo y se siente igual que arena entre los dedos. No se le puede poner pausa a la música y que siga sonando, entonces, lo que representa escuchar ese final, y dejarlo seguir hasta el punto del silencio total, es aceptar que el pasado no puede volver, que al tiempo no se le puede detener, que hay que seguir sin “Bobby Jean”, aunque la música sea hermosa y aunque nos quede un esbozo de sonrisa de un bello recuerdo y nada más…

Déjate de joder, pues obvio hay que quitarle y poner otra cosa, ¿sabes?

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