Cartas a Poli: I

Todo eso quedó en un país del que somos constantemente rehenes. Ah sí, también me acuerdo de ti.

A Miguel Caballero
A la Negrita

Carta I

No sé por qué te estoy escribiendo esto, tampoco sé por qué te he escrito todos esos poemas, pero ya es muy tarde para arrepentirse, además, no suelo echarme para atrás con estas cosas.

La duda no solo me consume en ese aspecto; ya hay días en que no duermo por su culpa, su bendita culpa, sin embargo, no me molesta el no dormir, realmente nunca lo ha hecho, me parece una pérdida de tiempo.

A veces miro por la ventana, entra el viento y me mueve el cabello lo suficiente para enmarañarlo en mis pestañas; eso sí me encabrona.

También, por las noches, me da por leer, a Camus, a Hemingway, a Cavafis y a Pacheco, siempre Pacheco, he leído tanto “Batallas en el Desierto” que siento que aquella colonia Roma de los 50’s es en donde en realidad habito (Me acuerdo, no me acuerdo).

Otras veces me da por ver películas, cada que termino una me da por grabar lo primero que tenga enfrente, mis zapatos, la cama mal tendida, lo que sea.

Los peores días pienso en los fantasmas, esos fantasmas que aún me persiguen y los encuentro entre pesadillas y días nublados.

Me acuerdo mucho de *este nombre fue borrado en el manuscrito de la carta*. Me acuerdo de haberle visto bajo la lluvia de una tarde de mayo de hace ya 3 años, poco antes de la catástrofe a la que me condujo.

Me acuerdo de Cuba, de su calor impío, recuerdo jugar béisbol con una pelota hecha de condones afuera del estadio “Capitán San Luis” y también comprar malta en el quiosco del barrio.

Suelo acordarme de Colombia también, de las tardes de sol en Medellín o de la incesante lluvia en Bogotá. Pocas veces me he sentido tan pleno como en aquella tierra, allí volví a escribir poesía y me enamoré de la cumbia.

Si la memoria no me falla, en Colombia también me partieron el corazón; para ser exactos en Cartagena. Recibí un mensaje mientras bebía una cerveza marca “Águila” frente al mar, después del mensaje vinieron las lágrimas.

Todo eso quedó en un país del que somos constantemente rehenes.

Ah sí, también me acuerdo de ti.

Te piensa,
Santino.

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