Fundado en 1908 para ofrecer a los mineros una alternativa de ocio en sus horas libres, el Frickley Athletic, modesto club del corazón de Yorkshire, era recién iniciada la década de los 80 un habitual en las primeras rondas de la FA Cup, además de claro aspirante a formar parte de la entonces llamada Conference League, la quinta división del fútbol inglés. La huelga convocada en 1984 por el sindicato National Union of Mineworkers cambiaría, sin embargo, las aspiraciones del equipo, que un año después del inicio de los disturbios acabaría por hundirse en el subsuelo del fútbol regional inglés.
Publicaba entonces The Socialist Worker, el histórico diario de la izquierda obrera británica, que South Elmsall, hogar del Frickley, se había erigido durante esos meses como uno de los núcleos más contestarios en la cruzada contra el neoliberalismo privatizador thatcherista. “La ciudad imbatible”, repetía el periódico, que no dudaba en relacionar el incremento de la violencia en los estadios con “la destrucción del tejido social en la Gran Bretaña de Thatcher”. En South Elmsall, confundidos entre los cientos de piquetes que mantenían viva la lucha, estuvieron los miembros de Chumbawamba, banda con aspiraciones anarquistas fundada dos años antes en la cercana y también minera Burnley. “Pasamos mucho tiempo con las familias, ayudando en lo que podíamos. También organizamos una gira por todo el país para recaudar fondos”, recordaba Boff Whalley, guitarrista del grupo.
La huelga minera llegó a su fin el 3 de marzo de 1985. Ese mismo año, Chumbawamba dedicó una canción a South Elmsall y su Frickley Athletic: “Frickley, en South Yorkshire, es una pequeña ciudad minera en la que una vez los antidisturbios patearon a los piquetes. Tiene un equipo de fútbol y una grada llena de aficionados que aman el juego y la venganza. Si un policía se acerca al campo un sábado por la tarde, recibirá ladrillazos”, decía parte de la letra.