Correspondencia durante la Eurocopa: Semana 1

Inspirados en Sonido Local, de Rafael Pérez Gay, y el celebrado Ida y vuelta, de Juan Villoro y Martín Caparrós, Andrés Araujo y Ricardo López Si se embarcaron en una suerte de correspondencia posmoderna para conversar en torno a la Eurocopa.

Viernes 11 de junio, 2021

Andrés Araujo: A ver, yo quería que ganara Turquía. Iba absolutamente con Turquía. En este duelo entre Orhan Pamuk y Alessandro Baricco, yo iba con Turquía. Quizá tenga que ver con el hecho de que vivo en una casa que recibió por ahí de diciembre a un fanático del Lille; él decía que ganar la liga francesa era imposible, pero qué es el fútbol sino un compendio de ilusiones. Estaban, en aquel momento, emparejados en puntos con el París Saint-Germain y el Lyon; eventualmente, el Lille comenzó a despegarse a partir de los goles que marcaba Burak Yilmaz, figura central del fútbol turco. Diríamos que la ilusión otomana está sostenida en Burak Yilmaz: una especie de refrigerador capaz de bajar cualquier balón en el área rival. Terminaron siendo campeones, contra todo pronóstico, lo cual me generó una especie de cariño por la causa turca. Tuvo que ver, también, haber comenzado a leer Estambul: ciudad y recuerdos, de Pamuk, y a la par comprender por vez primera el blanquinegro de la capital, la importancia del Bósforo y esa sociedad que va a caballo entre el mundo occidental y oriental. Cómo no vamos a ir con Turquía: era una suerte de resistencia, reclamo, oportunidad discursiva. Todo se derrumbó. Italia ganó tres a cero en el Olímpico de Roma.

Ricardo López: Tú sabes que me cuesta inclinarme decididamente por un equipo o selección, porque siento que, al entregarme a una causa con los ojos cerrados, me estoy perdiendo de algo del otro lado. Respecto a lo que dices, tiene mucho que ver la aproximación del Bósforo: Estambul es la ciudad más mítica del mundo. De entrada, para mí sigue siendo Constantinopla. Hay dos tipos de personas: las que dicen Estambul y las que siguen diciendo Constantinopla. Es una manera de ver la vida. Siendo una ciudad legendaria, bisagra continental, religiosa y cultural, me cuesta trasladar esa narrativa al fútbol. Puntualmente, con Turquía no termino de trasladar el espíritu y rasgo indomable del Bósforo: un canal de agua que no es dócil como el de Venecia o Ámsterdam, sino una lengua de agua con carácter y espíritu específico. Me cuesta ver eso en el fútbol turco; si lograra percibirlo sería, de largo, mi selección favorita. Del lado italiano, hay narrativas interesantes, que luego pueden llegar a devenir en lugares comunes: Insigne e Immobile, los dos mejores jugadores ofensivos, encarnan ese espíritu del sur; el hecho de que comanden a Italia es, en sí, un hecho muy potente, dada la histórica polarización geográfica entre el norte industrializado y el sur abandonado. El caso es que no recuerdo a ninguna Italia con tantos argumentos para llevar la iniciativa de un partido, asumiendo balón, con recursos para sostener un plan prolongado. Esta es una versión inesperadamente lírica con la que es difícil hallar un precedente inmediato: encarna más a la escuela esteta de Italo Calvino, Umberto Eco o Alessandro Baricco que a la Italia sureña de Roberto Saviano. Pensaba, incluso, en Curzio Malaparte, que escribe La piel tras la Segunda Guerra Mundial, en una Nápoles decadente y perversa. Me parece reseñable que sea un equipo mucho más coral, pero comandada por los rebeldes sureños que remiten a las ciudades olvidadas.

Sábado 12 de junio, 2021

RL: Vi el segundo tiempo del Finlandia-Dinamarca absolutamente shockeado y avergonzado, porque era un partido que a todas luces no debió continuar. Escribí en Twitter: El muro de jugadores daneses alrededor de Eriksen ha hecho más por el periodismo que cualquier redacción. Lo de hoy, en cuanto a lecciones periodísticas, es francamente desalentador. Finlandia ganó en Copenhague, lo cual no es poca cosa, y me da mucho pesar que no me sepa a nada. Pensemos que Finlandia es un país que, por inercia, ha sido envuelto en el modelo escandinavo, pero el Báltico lo dota de una personalidad distinta respecto a sus vecinos daneses y noruegos, por ejemplo. Me apena no poder profundizar más sobre una victoria histórica, pero estoy bloqueado emocionalmente.

AA: Envío esto pocos minutos después del segundo gol de Bélgica, a cargo de Meunier. Hablabas sobre la imposibilidad de trasladar el significado de Estambul, como ciudad, al fútbol. Pienso en Bélgica: una selección nueva, diríamos, en el panorama de los cinco favoritos, con una generación que engloba a los De Bruyne, Hazard, Courtois, Carrasco, Lukaku, y sin la prosapia y tradición futbolística que otros conjuntos arrastran. Bélgica existe en mi infancia atacando el Mundial del 2002 con un equipo muy pequeño y Émile Mpenza en punta. Si bien ha tenido actuaciones importantes, no es un equipo acostumbrado a pelear primeros planos. Pensando en la noción de identidad, ¿qué sería Bélgica? Podemos establecer a Bruselas como una ciudad eminentemente parlamentaria, capaz de ser el centro neurálgico europeo sin arrastrar la dimensión mítica de ciudades como París, Londres o Roma; no es una ciudad socorrida en el ámbito literario, tampoco, pero tiene cierto sentido y peso. Bruselas es una ciudad burguesa que mira al Anderlecht, su club, como un equipo de periferia: miran el fútbol por encima del hombro a pesar de haber llegado hasta semifinales en el Mundial de 2018. Del otro lado, hoy, tenemos a Rusia en un juego que se está desarrollando en San Petersburgo. Te tiro el centro porque sé que es una ciudad que te importa e interesa, a través de sus días y sus noches. Me gustaría que me pusieras en contexto respecto a la dimensión histórica que le das a Bélgica y lo que significa un juego en San Petersburgo, donde tengo entendido que alguna vez Marcos Rojo te hizo gritar un gol argentino.

RL: San Petersburgo es la frontera natural de Rusia con el Báltico, la capital en términos expansionistas. Ahí se cimentó la leyenda de Pedro el Grande, el gran bastión del imperialismo ruso. Me sienta mal que Bélgica vaya y venza con total autoridad en ese lugar. Mi vínculo con la ciudad es más fuerte, aunque tampoco sé si pueda trasladarlo al fútbol. El balance de la noche, por ahora, es aciago. Respecto al gol de Marcos Rojo, hablamos de uno de los tres momentos fundamentales en mi vida. San Petersburgo es una ciudad que decidí mitificar desde tiempos inmemoriales por razones culturales, literarias y artísticas. Incluso, el gentilicio, petersburgués, me parece el más entrañable de todo el mundo. Soy petersburgués: decirlo marca una tendencia. Caminé por la calle Nevsky, la avenida más importante de la ciudad, a altas horas de la noche, bajo un cielo azul, en un verano con noches que no terminaban nunca. Ese día fuimos al Palacio de Invierno, antigua residencia oficial, hoy museo precioso: el Hermitage. San Petersburgo y Marcos Rojo estarán en mi corazón eternamente.

AA: Quiero puntualizar que mi punto de partida en cuanto a la Eurocopa, como concepto, está delimitado por los goles de Angelos Charisteas en 2004: este desgarbado artillero helénico que resolvía partidos. Desde entonces, generé cierto romance con los equipos que tienen un punta corpulento, difícil de secar por aire, capaz de hacer juego directo: es la figura por antonomasia del ‘9’ con el que crecí. Sin embargo, cada vez se les pide a los jugadores ser más hábiles. Hoy, en el Bélgica-Rusia, de un lado está Lukaku y del otro Dzyuba. Artem Dzyuba es una locura de futbolista: un delantero, del Zenit, campeón cada quince días en Rusia, por el que vale la pena mitificar y vanagloriar el fútbol de selecciones. A Dzyuba lo vamos a ver cada dos años, en Mundiales y Eurocopas, y en el intermedio quizá no tendremos idea de qué hace. Recuerdo mis mañanas del Mundial de 2018 viendo partidos de Rusia, con Dzyuba en punta y Golovin poniéndole caramelos desde la línea de cal. Es maravillosa la figura del delantero pesado. Lukaku, por otro lado, es una bestia al atacar el espacio y sería imposible simplificarlo como refrigerador, aunque podría parecérsele a primera vista. Es padrísimo tener estas citas estivales con jugadores de los que no volveré a saber en un buen tiempo.

RL: Me asustaste un poco: por momentos intuí que amagabas con sacar la narrativa del mafioso ruso de poca monta, estereotipo que Dzyuba claramente encarna. A mí también me conmueve mucho ese perfil de futbolista y me remite irremediablemente a Jan Koller, goleador checo de aquella cita de 2004. Koller jugaba en el Borussia Dortmund cuando era imposible seguir el día a día de la Bundesliga y la Copa UEFA en sus fases iniciales. Eran otros tiempos, a los que Dzyuba nos devuelve, un poco, ese derecho de abrazar esa culta ignorancia, que reside en no saber nada sobre la actualidad de diversos futbolistas que luego tiranizan los veranos.

Domingo 13 de junio, 2021

AA: Te imagino pegado al televisor, atento a Macedonia del Norte: el equipo que lleva como buque insignia a Goran Pandev. Hablábamos de viejas glorias futbolísticas cuando él es, prácticamente, el rostro de una nación. Fue parte del Inter de Milán, comandado por José Mourinho, que conquistó Europa en el Santiago Bernabéu hace once años. Es un jugador por el que, intuyo, tendrás especial predilección, así como por su selección. Sé que tienes una historia por contar y maneras de iluminarme respecto a Pandev. Por otro lado, en el juego más mediático del día, Inglaterra doblegó a Croacia con gol de Sterling y nombres muy jóvenes -Foden, Phillips, Bellingham, Sancho, Grealish…-. Quizá encuentres más material en describirme la importancia de la primera Eurocopa que disputa Macedonia del Norte que explicándome por qué hay que creer en esta enésima versión inglesa, pero, aprovechando la posibilidad que ofrece esta primera jornada para delimitar identidades y formas narrativas de abordar el torneo, te abro la puerta para que me hables sobre lo que gustes.

RL: Es un tema interesante que ayer hablaba con un par de periodistas españoles. Hay símbolos identitarios que pueden devenir en lugares comunes, pero todos los países necesitan algo a lo que aferrarse, aunque no termine por representarlos fielmente. Macedonia del Norte es una aproximación interesante, al ser un país medianamente joven, desmembrado de Yugoslavia, que adoptó la figura de Alejandro Magno como báculo; un punto del cual partían para construir más cosas. El hecho de que Macedonia del Norte haya sido rebautizada tiene que ver con las tensiones diplomáticas que la han confrontado con Grecia. Perdieron la batalla por el origen de la leyenda de Alejandro Magno con la Macedonia de la Grecia septentrional, al grado de que en la Macedonia balcánica tuvieron que quitar una estatua suya en el aeropuerto de Skopje. De ahí emerge, en consecuencia, el nombre de Goran Pandev, que se convierte en automático en el gran estandarte cultural de Macedonia del Norte ante el mundo, cosa no menor. Yo siempre, independientemente del rival, iré con los equipos balcánicos. La península no se toca. Con Inglaterra, por otro lado, siempre conviene guardar una ligera sospecha en el bolsillo del pantalón; es una selección que históricamente ha sido tendente al colapso en momentos importantes. Necesita un organizador, siempre les he echado en falta un director de juego que parta desde la base. Puede ser que esta sea la generación interesante, con Kalvin Phillips, del Leeds, pero está por verse si puede ser el futbolista a partir del cual construir. En 2018 fue semifinalista del mundo con una versión distinta, sin ser especialmente coral, sino más bien sacando partido de la táctica fija y el juego directo con Pickford. Ahora, tienen la mejor planilla de entrenadores en toda Europa -Tuchel, Guardiola, Klopp-, con una clara intención de establecer una idea más colectiva, con otro tipo de mecanismos, a partir de futbolistas que han crecido en contextos puramente asociativos, como Sterling o Foden. Si Kalvin Phillips puede ser director de juego, estaríamos hablando de la mejor Inglaterra en mucho tiempo… pero conviene sospechar.

Lunes 14 de junio, 2021

AA: Robert Mak, lateral eslovaco que en 2010 perteneciera al Manchester City y después vagase por equipos como el Núrnberg, PAOK o el Zenit, hasta llegar al Ferencvaros, acaba de driblar a dos jugadores polacos para abrir el marcador precisamente en San Petersburgo. Minuto 19. Hace unas horas, Escocia cayó cero a dos con República Checa y Patrick Schick hizo el que quizá será el mejor gol del campeonato. De pronto, si bien hablábamos sobre la posibilidad de encumbrar jugadores en su dimensión de selecciones, patriótica, diríamos, siempre y cuando su país clasifique al torneo en cuestión, también existen los jugadores que de pronto ofrecen narrativas específicas en un torneo. Me gustaría abrir el tema donde podemos hablar sobre jugadores que, si bien pudieron haber hecho una carrera resaltable en diversos ámbitos, los recordamos porque la actuación ofrecida en alguno de estos torneos quizá fungió como clímax. Pienso en el verano de 2008, cuando juraba que Andrei Arshavin era el mejor jugador del mundo. Pienso, evidentemente, en Milan Baros: si bien luego fue campeón de Europa, me vuelve loco su versión de la Eurocopa de 2004. No digamos los griegos: Nikopolidis, Dellas, Zagorakis o Charisteas. Podemos, de pronto, encontrar nombres propios que explican lo felices que fuimos durante determinados veranos. No sé si tú, al iniciar un torneo, te entusiasmas al pensar qué jugador puede llegar a hacerte feliz el siguiente mes, para luego alejarse en pos de no empañar el recuerdo.

RL: Hace poco le leía a alguien reflexionar sobre que el fútbol de selecciones propone un acercamiento a ciertos jugadores con roles complementarios o secundarios en sus clubes, que luego asumen la función de superhéroe en sus selecciones. Hay varios casos, unos más paradigmáticos: no podemos decir que Gareth Bale haya fracasado a nivel de clubes, pero con Gales es otro tipo de futbolista, omnipresente, capaz de condicionar a partir de la conducción y golpeo, con un nivel de influencia especial. En Escocia, por su parte, está Andy Robertson, en su momento quizá uno de los cinco mejores laterales zurdos del mundo, haciendo cosas de Trent Alexander Arnold. Schick fue, antes de sus 25 años, asumido como un fracaso tras su paso por la Roma y hoy se redime a nivel de selecciones como un talento mayor, capaz de influir en distintos contextos. A veces, el fútbol de selecciones puede ser una suerte de redención frente a la regularidad casi tiránica que exigen los clubes en el día a día. La inmortalidad, a nivel de selecciones, es más asequible: un buen verano puede catapultarte a niveles insospechados. 

Martes 15 de junio, 2021

AA: Quería esperar a escuchar los himnos de Francia y Alemania para escribirte: nada que ver entre la desbocada emoción de La Marsellesa con la solemnidad del himno alemán. Nada que ver. Se despide Joachim Low; tenemos a Griezmann, Mbappé y Benzemá. Quizá el partido más mediático de la fase de grupos, con muchos relatos por contar. Portugal apenas consiguió derrotar a Hungría: oposita al campeonato por calidad, pero no consigue despegarse del síndrome de inferioridad y tragedia que siempre le ha acompañado. Hay cierta saudade. No asume, jamás, un rol de favorito. Alemania contra Francia. Deschamps y Low. Vuelve Benzemá. El último baile de esta generación alemana.

RL: Ahora que hablabas de saudade, me recordaste a António Lobo Antúnes, cuando decía que Portugal es todo aquello que el mar nunca ha querido. Es una frase para enmarcar sobre el sentimiento de inferioridad tan propio de los portugueses, que luego puede devenir en otras cosas: nostalgia, melancolía e incluso tristeza. Ahora veía a Paul Pogba en la selección francesa, como un centrocampista que puede dominar a partir de su físico, lectura y golpeo, tomando distancia de su versión en el Manchester United, donde no ha encontrado un contexto propicio. Qué bueno es Pogba cuando no se le pide que haga cosas que nunca ha hecho. Podríamos trasladarlo a los escritores: idealizamos a ciertos escritores y esperamos que escriban el libro que nunca han escrito ni insinuado escribir, y los medimos a partir de cosas que no los representan. No me parece un defecto el que seas bueno haciendo algo muy específico. Es como si esperáramos que Fernanda Melchor escribiera sobre la monotonía de un asilo; la baza de la violencia mexicana, la desigualdad, temas desde los cuales se siente cómoda, le han ayudado a construir un estilo muy reconocible. Que pueda escribir un libro redondo fuera de ese contexto, es otra cosa. Eso no tiene nada que ver con que sea mejor o peor escritora.

Miércoles 16 de junio, 2021

AA: Retomo lo que dijiste hace poco sobre darle a un jugador limitado en un club la posibilidad de volverse superhéroe para con su país. Ponías como ejemplo a Gareth Bale, que hoy hizo lo suficiente para que su país pudiese vencer a Turquía. Los otomanos, con Yilmaz y Yazici aún crudos tras conseguir la liga francesa, se van a quedar fuera a las primeras de cambio. Dicen que los cuatro puntos son la cifra mágica para acceder entre los mejores terceros, pero ellos solamente aspiran a tres, tras dos goleadas. Sellaron su suerte. Bale cargó al equipo; si bien Gales tiene nombres propios jóvenes como Daniel James o Ben Davies, sigue tirando de la lista mítica con Aaron Ramsey y el mencionado Bale -nomás faltó Joe Allen, el otro ángulo de la triada-. Gales ganó, en la mañana lo hizo también Rusia, ante Finlandia: San Petersburgo, quizá en tu honor, enmendó su narrativa. En unos momentos salta al campo la Italia coral que navega y te mantiene entre la lucidez del norte y el gesto adusto sureño que te vuelve loco.

RL: Rusia-Finlandia es un clásico olvidado en el Báltico. Es un partido que no podía jugarse en otro sitio que no fuese San Petersburgo. Recordemos que Rusia, a pocas semanas de haber iniciado la Segunda Guerra Mundial, sostuvo un conflicto armando con Finlandia. Pensemos que Finlandia siempre ha sido vista por Rusia como un potencial país satélite al otro lado del mar. Ésta es una victoria que redime a los rusos con su legado imperial, comandada, además, por Miranchuk, que me sirve para llegar a Gasperini y al Italia-Suiza. Me parece que, durante los dos o tres últimos años, la Serie A es la liga con mayor riqueza táctica del mundo, con una intención decidida y tangible de influir a partir de la pizarra: pensemos en Gasperini, Juric, Pioli, De Zerbi o Sarri. No sé si eso se esté trasladando al presente italiano en la Eurocopa, pero por lo menos ha sepultado el tópico que mira la Serie A como una liga defensiva, con valores que sirven como correa de transmisión intergeneracional en términos competitivos.

Jueves 17 de junio, 2021

AA: Muy temprano, Macedonia del Norte se diluyó. Nunca pensé que esa promesa, hecha en presente continuo, referente a Yarmolenko explotaría en 2021. Peleó contra Holanda, estuvo a punto de puntuar, y hoy comandó a una Ucrania que, en Bucarest, peleará contra Austria por un boleto. Poca cosa. Bélgica se presenta como serio candidato, con De Bruyne recuperado y Hazard insinuando cosas, tras vencer a Dinamarca. Más o menos has perfilado el tema, pero no has declarado tu posición de aficionado reacio a las filias, sino entusiasta por proyectos: desconfías del ciego seguimiento hacia un club, no te entregas a ninguna causa. Quiero saber cuál es el escenario, a estas alturas, que más te entusiasma: yo apostaría por ese duelo en Bucarest. Es un partido mandado a hacer para ti; te ilusionan más estos duelos que el encontronazo entre figuras mediáticas y titanes superdotados. ¿Hacia dónde va tu corazón?

RL: Te escuché confundir Bucarest con Budapest, lo cual es un tema muy sensible. Tienes suerte de que ningún rumano pueda venir a increparte. De momento, estoy leyendo la biografía novelada de Emmanuel Carrère sobre Eduard Limonov, el disidente por excelencia del siglo XX. Es ruso, pero creció la mayor parte de su infancia en Jarkov, la segunda ciudad ucraniana más importante tras Kiev. Me ha despertado cierta simpatía por Ucrania, cosa que me genera un contrasentido. Ucrania, históricamente, ha sido un lugar proclive al discurso fascista dentro de sus cúpulas políticas y élites sociales. Es uno de los hervideros del neofascismo, pero Limónov me está haciendo replantearme algunas cosas. Respecto al Austria-Ucrania del que hablas, con los austriacos ocurre una cosa muy curiosa: en términos futbolísticos, han estado siempre bajo la sombra de Alemania por diversos motivos. Para no ir muy lejos, el entrenador austriaco, a día de hoy, es alemán, y los mejores futbolistas del país suelen encontrar su cumbre en la Bundesliga. Es su destino natural. Por otro lado, los mejores exponentes de la literatura en Austria —Stefan Zweig, Robert Musil, Joseph Roth— fueron reconocidos como escritores en lengua alemana, antes que como escritores austriacos. Lo mismo podría ocurrir con Ucrania respecto a Rusia: hay heridas que no han cicatrizado por completo. La guerra del Donbás promueve una polarización muy tangible, que parte, además, de un estímulo de falsa superiorIdad. De modo que Austria y Ucrania pueden ser vistos, de alguna manera, como dos naciones aletargadas por una fuerza mayor.

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