La poesía cobra vida cuando se escribe; tiene un significado y un sentido cuando se lee. Es materia. Un lenguaje catártico. Plasma el interior de las personas: su vitalidad, su existencia, su voz, su imaginación. Una universalidad y a su vez una localidad. El mirar de un pasado para plasmarlo en el presente y que subsista en el futuro.
La pluma poética de la escritora y traductora argentina Denise Griffith (Buenos Aires, 1993) enmarca los elementos de una visión crítica, pero a su vez de una tonalidad sensible.
Participante de PEN Internacional, colaboradora en revistas digitales como Vallejo & Co y Oculta Lit, tallerista de cuentos junto con los escritores Luis Mey (Las garras del niño inútil, 2016) y Ana Catania (Nada dentro salvo el vacío, 2020), ha publicado los poemarios: Antojos de desorden y Carencia (Editorial Liberoamérica), de igual manera, participó en la antología de la editorial española Blackie Books: El gran libro de los perros, asimismo, en el compendio de Inguz Editorial: Cicatrices y del centro Ana Frank en Argentina, editada por EUDEBA. Fue finalista de un concurso de poesía de la revista Zenda. Su vocación también parte de la traducción (graduada del Lenguas Vivas «Juan Ramón Fernández»): realizó un curso de subtitulado. Tradujo poesía, cuento y novela al inglés. Es parte de la Asociación Argentina de Traductores e Intérpretes. Dictó talleres de lectura sobre El guardián entre el centeno y Orlando para la ONG.
Para Revista purgante, Griffith expone la conexión que tiene con la literatura, sobre todo, con la poesía: el cómo la concibe (junto con las vertientes que trae consigo misma) y su trayectoria como poeta para llegar a su segundo poemario, Carencia, y la intertextualidad que tiene con su pasado como lectora.
Iniciaste leyendo a Kafka y Rowling, que bien son literatura de aventura, de ficción, de crítica social y política incluso, sin embargo, ¿en qué momento de tu vida te acercaste a la poesía? ¿Qué poetas fueron los que despertaron esa pasión por este ritmo en el lenguaje poético?
Hace cinco años, cuando trabajaba de librera en el Ateneo Grand Splendid de Buenos Aires, la jornada se hacía larga. Entonces, en los ratos libres hojeaba libros de la sección de poesía y anotaba los poemas que me llamaban la atención en un cuaderno.
Si bien ya conocía el género, en ese entonces me sentía insegura en distintos aspectos de mi vida y me atrajo el concepto de algo más o menos breve que se puede tener a mano en todo momento y hasta memorizar, lo imperecedero y sólido de un texto ante lo inestable de mis emociones. Hoy por hoy pienso que fue un camino de ida.
La poesía que despertó mi interés fue la argentina y estadounidense. De la argentina, la libertad que manejaba Susana Thénon, la mirada filosófica de Hugo Mujica, el horror de lo cotidiano presente en Joaquín Gianuzzi, el existencialismo de Beatriz Vignoli. De la poesía estadounidense, lo vulnerable de la obra de Sylvia Plath, la sensibilidad de Denise Levertov, la visión de la naturaleza de Emily Dickinson, la soltura de Diane di Prima.
Tu vocación como lectora y traductora se nota en cada uno de tus escritos. ¿En qué punto de tu trayecto sentiste la necesidad de empezar a escribir poesía? Ya no solo leerla, sino transmutarla a la palabra escrita.
Esto pasó cuando vi que la poesía comenzaba a circular cada vez más entre mis contemporáneos. Hay un poema de un autor que admiro mucho que se llama «No te detengas» y dice: «Las experiencias de quienes nos precedieron / de nuestros “poetas muertos”, / te ayudan a caminar por la vida. / La sociedad de hoy somos nosotros: / los “poetas vivos”. / No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas».
¿Cómo concibes la poesía? ¿Qué es lo que buscas en una narrativa y en un poema en tu faceta como lectora y escritora?
Para la poesía, como lectora y escritora suelo buscar riesgos. En general, disfruto de los poemas de varias estrofas porque ahí entran en juego las asociaciones y los hilos discursivos. Es cierto que hay trabajo en la brevedad, pero lo que tiende a llevarse mi admiración son los poemas largos sin desperdicio. Por otro lado, simpatizo con los haikus por su visión tan japonesa de la vida.
La poesía más valiosa para mí es la que me conmueve o aborda las preguntas existenciales que me vengo haciendo. Intento leer poesía seguido para familiarizarme con distintas perspectivas y estilos y ver qué puedo aportar yo al panorama actual. No creo en el concepto de originalidad, pero sí en esquivar ciertos lugares comunes y serle fiel a nuestras entrañas.
Para narrativa, como lectora y escritora conecto con un aspecto reflexivo. No me interesa que sucedan grandes acontecimientos, me interesa la psiquis de esos personajes: su mundo interior, cómo les afecta su entorno. Me encantan, por ejemplo, los cuentos que parten de una situación trivial que conocemos todos y la llevan al límite de una manera sutil.
En este rubro, ¿cuál sería la conexión que tienes con la poesía? ¿Tiene que ver con algo de espiritualidad?
La poesía exige paz, quietud, reflexión. Esto nos obliga a disminuir la velocidad y el ajetreo tan característicos de nuestra época, tanto para el momento de inspiración y observación como para el proceso de escritura y corrección. Cuando la escribimos, necesitamos concentrarnos en varios aspectos a la vez: sonoridad, imágenes, expresión… De todos modos, siento que por muy extenso que pueda ser un poema con el que estamos trabajando, hay un abordaje minimalista que no suele haber en otros aspectos de la cotidianeidad. Es un camino de introspección y conexión con nosotros mismos en el que se apaga lo demás.
«Ser poeta no es una ambición mía. / Es mi manera de estar solo», escribió Fernando Pessoa. Además, al igual que con todo texto, dejamos que decante y madure, con lo cual esquiva la gratificación instantánea de la que habló Zygmunt Bauman.
Cuando escribes un poema, ¿tienes un objetivo en mente o simplemente te interesa exponer tus sentires y pensamientos a manera de catarsis?
Creo que mis poemas nacen de manera catártica o a través de imágenes puntuales conectadas con una emoción y luego el objetivo va surgiendo una vez que tomo distancia y trato de verlo como si fuese una lectora.
Publicas Antojos de desorden (tu primer poemario), ¿qué buscabas retratar en cada uno de los poemas adjuntos y de dónde parte el título?
Buscaba plasmar toda la imaginación que sentía negada en distintos ámbitos de mi vida: el académico, el laboral y el de las relaciones. El título parte del hambre de romper con estructuras. A simple vista, parece una idea infantil o adolescente la de querer rebelarse ante el orden. De ahí la portada aniñada. Y lo que pensé un poco para un primer libro desde mi humilde lugar: «Esto que ves acá son meros antojos de desorden, garabatos en un cuaderno de un colegio».
Al mismo tiempo, creo que la idea de orden se puede asociar con la de perfección y los mecanismos sociales y económicos nos fuerzan a tratar de alcanzar ese ideal constantemente. Muchos espacios nos enseñan que para ser competitivxs y subsistir debemos estar haciendo algo que sea lo menos caótico posible. Por suerte, hay otros que sí agradecen el desorden, como la literatura.
¿Antojos de desorden fue una fuente principal para tu segundo poemario, Carencia, y de qué manera ambas obras poéticas se relacionan entre sí?
Creo que en un primer libro estamos ansiosxs por hablar sobre muchos temas de entrada y luego con la madurez se va buscando un mensaje más definido para cada libro.
En Carencia hay un espejismo de nuestras cotidianidades, ¿de dónde viene el título? ¿Cuál consideras que sea la «carencia» en cada uno de los versos que lo conforman?
Esta famosa «carencia» viene del plano afectivo. En algunos poemas, de lo familiar; en otros, de lo amoroso. Y en muchos hasta de una búsqueda espiritual.
¿Cómo describirías tus dos poemarios?
Vertiginosos. Nacieron desde lo más profundo de mí y a mí a veces me aparecen imágenes o ideas que por ahí no son tan comprensibles para otras personas.
¿Consideras que tus poemas son memoria individual o colectiva, es decir, escribes para darle un sentido a tu vehemencia o para tratar de conectar con los lectores que consumen tu pluma?
Yo diría que la primera etapa de mi proceso creativo está conectada con esa pasión de la que hablás. Después, cuando el libro va tomando forma, comienzo a pensarlo como algo que pasará por distintas manos y trascenderá mi ego para ser de alguien más. Trato de que mi poesía pueda ser cercana para quienes suelen leer poesía y quienes no. Al mismo tiempo, nunca podría escribir poesía que parece interesante y con potencial de gustar, pero que no sale de lo más auténtico de mí.
Tu labor como traductora te ha permitido traducir algunos poemas en inglés para Estados Unidos. ¿Cuál consideras que sea la importancia de la traducción? ¿Crees que mediante ella podemos entender el poema y hasta el propio mundo?
Me interesa traducir poesía contemporánea del inglés al español y del español al inglés, sobre todo, poetas que aún no se tradujeron. La traducción te acerca a otras culturas y a otras cosmovisiones.
¿Qué dificultades has tenido a la hora de traducir? ¿Qué se necesita para hacer una buena traducción y respetar el escrito original?
Esto va a sonar paradójico, pero en literatura para respetar el escrito original, es clave soltarse. Una vez que estamos segurxs de que comprendimos lo que vamos a traducir, no debemos pegarnos demasiado al texto original. Es difícil que una traducción hecha con miedo mantenga la naturalidad del texto de la lengua fuente. Una lengua es un sistema cultural. Cada palabra recibe un matiz distinto en cada lengua. Hay que recurrir a distintas estrategias, que no necesariamente nacen del lugar más cómodo, para aproximarse lo mejor posible al mensaje. A veces habrá matices que se perderán y la persona encargada de la traducción tendrá que ponderar cuál es la prioridad. Traducir conlleva muchas decisiones.
Por otro lado, en mi caso, que también soy escritora, tengo presente que necesito salirme de mí, de mi propia manera de concebir la escritura y tratar de ponerme en el lugar de esx otrx autorx. No expresarme de la manera en la que yo lo haría, sino la de esx otrx. Por eso, a veces se dice que lxs traductorxs somos como actores.
El criterio que empleo cuando traduzco poesía es, además de pensar en el sentido, darle importancia a la musicalidad y a la rima. Es complicado traducir el ritmo por una cuestión de vocales. El inglés tiene diez; el español, cinco. Si no se puede mantener la ubicación exacta de una rima, existe la posibilidad de compensar esto en otro verso. También es necesario respetar la puntuación. Es sabido que algunos editores de Emily Dickinson al publicar sus poemas modificaron la puntuación, rasgo notorio de estilo que además altera el significado. Estas cuestiones en torno al arte de traducir poesía las aprendí en la universidad cuando cursé con la escritora y traductora argentina Márgara Averbach, que tiene un libro llamado Traducir literatura. Una escritura controlada.
Has explorado otros géneros literarios como el cuento y próximamente la novela. Eres una escritora íntegra. ¿Cómo te sientes manejando diferentes géneros? ¿Facilitan tu comprensión lectora y alimentan tu estilo poético?
Siento que mi poesía y mi narrativa se nutren la una de la otra. Algunos pasajes narrativos tienen aspectos poéticos y los últimos poemas que estoy escribiendo tienen un fuerte componente narrativo.
¿Los diferentes movimientos sociales que se están viviendo en la actualidad han influido en tu carrera literaria?
Los movimientos sociales actuales son de gran ayuda para mí. El feminismo me permite vivir mi escritura con orgullo. Hay un libro de la autora argentina Betina González que se llama La obligación de ser genial y entre distintos temas aborda lo difícil que siempre fue para una mujer ser escritora.
¿Cómo percibes a la crítica literaria? ¿Crees que juega un papel relevante en la aceptación o rechazo de una obra?
Sí, creo que la crítica literaria juega un papel importante. Es difícil leer una reseña que deja a un libro mal parado y luego tener la intención de leerlo o ser capaz de leerlo desprejuiciadamente.
Tanto para reseñas negativas como positivas, desde mi lugar de escritora trato de alejarme un poco de las opiniones sobre libros que publiqué y seguir disfrutando del acto de escribir y corregir. Centrarme en las nuevas ideas y en llenar los huecos inefables que suelen generarse en mí me parece lo más sano.
Al final del día, ¿cómo ves tu futuro como poeta, traductora, cuentista y novelista?
Me gustaría poder llegar a distintos públicos, poder conectar con personas que no leen poesía a través de mis textos narrativos. Tengo la intención de publicar narrativa en algún momento. Todo depende de dar con la editorial indicada. Con respecto a la traducción, espero poder traducir más de lo que estoy traduciendo ahora. En mi caso, trasciende lo laboral, aprendo enormemente sobre narrativas, palabras, forma y mensajes.