Foto: Demian García.

El acontecimiento, una nouvelle confesional sobre el aborto clandestino

El tiempo dejó de ser una insensible sucesión de días que había que llenar con clases y ponencias, con pausas en los cafés y en la biblioteca, y que conducía a los exámenes, a las vacaciones de verano y al porvenir, para convertirse en algo informe que avanzaba en mi interior y que había que destruir a cualquier precio.

El acontecimiento; Annie Ernaux

Veintiséis años después de haber publicado Los armarios vacíos (Les armoires vides, 1974), Annie Ernaux (Lillebonne, 1940) publicó, –con Gallimard en francés y con Tusquets en español–, El acontecimiento, una especie de nouvelle socioautobiográfica en la que la autora francesa narra, precisamente, el acontecimiento que cambió su vida (o, tal como reza en una página del libro: “En aquel momento maté a mi madre dentro de mí”): cuando se realizó un aborto en Ruan, en 1964, dentro de una Francia que penaba con cárcel a la mujer que se atreviera a interrumpir su embarazo. 

Ella lo hizo, sin embargo, con una fuerza inamovible, rígida, que no titubeaba ni siquiera ante los intentos de doctores y conocidos hombres que le sugerían, con frasecillas molestas, que lo que ella deseaba (el no ser madre) no era correcto. No conforme, algunos de esos personajes, de los cuales no revela el nombre, se le insinuaban sexualmente, porque su posición al estar embarazada, denotaba, en esa consciencia cavernícola, una idea presta a la sexualización. 

Pese a los arrebatos, los ninguneos, el desencanto, el miedo, la protagonista no revela nunca signos de duda. Era el deseo de no ser madre aquello que, con ayuda de pequeñas redes de apoyo, (y que probablemente en ese entonces no se conocían como tal), hizo seguir girando la rueda hasta alcanzar lo que con frialdad podríamos llamar objetivo. 

Lo anterior, como buena historia, inicia con una especie de recuerdo de Annie Ernaux postrada en la sala de algo parecido a un pequeño hospital, muchos años después de aquella ocasión en que le informaran que había quedado embarazada a sus 23 años. En esa ocasión, la del recuerdo, esperaba impaciente y quizás con miedo, los resultados de una prueba de VIH. Como una especie de espejo, rememora: Me di cuenta que había vivido ese momento en el hospital Lariboisière de la misma forma que había esperado el veredicto del doctor N.: inmersa en el mismo dolor y en la misma incredulidad.

Entre el año en que Annie Ernaux supo que estaba embarazada y decidió practicarse un aborto ilegal asistido por una enfermera, la publicación del libro y este escrito han transcurrido más de sesenta años. Mismos en los cuales aquel hecho relatado por la escritora francesa parecen haber quedado atrás, apenas para la historia. Pero no, no dentro de un mundo en el que siguen existiendo países donde el aborto aún es ilegal, donde la libertad de decisión de las mujeres sigue estando a merced de una visión predominantemente masculina. Por ello, el eco de este libro sigue colándose por entre el paso del tiempo. 

Ernaux, en una especie de momento de revelación, guarda ese registro para sí y lo hace del conocimiento de todas: 

Me he quitado de encima la única culpabilidad que he sentido en mi vida a propósito de este acontecimiento: el haberlo vivido y no haber hecho nada con él. Como si hubiera recibido un don y lo hubiera dilapidado. Porque por encima de todas las razones sociales y psicológicas que puedan encontrar a lo que viví, hay una de la cual estoy totalmente segura: esas cosas me ocurrieron para que diera cuenta de ellas. Y quizás el verdadero objetivo de mi vida sea este: que mi cuerpo, mis sensaciones y mis pensamientos se conviertan en escritura, es decir, en algo inteligible y general, y que mi existencia pase a disolverse completamente en la cabeza y en la vida de los otros.

“Era imposible determinar si el aborto estaba prohibido porque estaba mal, o si estaba mal porque estaba prohibido”, confiesa Annie Ernaux, sin saber que será una duda que, como su pensamiento feminista, ha de heredar a sus lectoras. Porque lo es a estas alturas, tan vigente e irresoluble como muchos testimonios que muestran el mismo desamparo, la misma crueldad, los mismos niveles de estigmatización y de obstaculización por optar a elegir libremente lo que a la maternidad concierne. 

Una cinta en la que el tiempo pasa, pero el acontecimiento sigue ahí, aparentemente inamovible. Como una escena sin nombre en la que la vida y la muerte se dan la mano. Aunque igualmente poderoso, quiero pensar, incluso cruel y reconfortante para quienes comparten vivencias. Porque Ernaux parece estar convencida de que, al haber hecho de conocimiento de todas este acontecimiento brutal, narrado sin florituras y con apenas unos pocos silencios necesarios para reflexionar, ha de ser un primer paso hacia la esperanza a través de la verdad.

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