El color de mi escritura

Por Melanie Márquez Adams

Mi América

Cuando empecé a explorar el género de la noficción creativa, una de mis lecturas más importantes fue un ensayo personal de Jaquira Díaz. En este texto sobre la experiencia de la autora puertorriqueña en un evento literario, impresiona leer lo siguiente: “En mi América, una mujer blanca me dice durante una conferencia de escritores que parezco una pandillera. Al día siguiente, otra mujer blanca me pregunta si estoy haciendo señales de pandilla”. 

Entretejido con cruda y deliciosa honestidad, el ensayo de Díaz me transportó a mayo de 2017. En esa época, aunque me intimidaban un poco, sentía curiosidad acerca de los retiros de escritura. En Estados Unidos existen muchísimos, pero casi siempre en lugares que me quedan demasiado lejos de Tennessee con todos los gastos que eso conlleva. Por eso, cuando me enteré de que la conocida revista literaria The Sun estaba organizando uno de estos eventos en Carolina del Norte y que solo implicaba un viaje de tres horas en coche desde mi casa, no me lo pensé mucho. 

Un formulario y un pago de doscientos y pico de dólares más tarde ya estaba inscrita y lista para el evento.

El retiro

“Thomas Dixon quería que este espacio artístico fuese utilizado por gente blanca”, nos dice la representante de ‘Wildacres Retreat’ mientras nos cuenta la historia del lugar. Es viernes en la tarde y estoy dentro de un auditorio grande y frío. Rodeada de por lo menos unas cien personas, casi toda gente bastante mayor, el ambiente aquí dentro se siente pesado. Quizás solo estoy cansada del viaje o a lo mejor es la altura: el centro de conferencias está en la cima de una montaña. 

“Menos mal que llegó la Gran Depresión y destruyó su proyecto racista, ¿cierto?”, continúa la mujer. Todas las cabezas del auditorio asienten, como si estuvieran pensando, “Claro, qué terrible hubiera sido eso”. 

Me fijo en los tonos de piel casi transparentes que me rodean e imagino a Dixon saltando en una pata de contento, celebrando que todo salió tal como él quería. 

En realidad, ya me había percatado de esta realidad veinte minutos antes cuando entré al comedor y me encontré con gente similar a la que acababa de dejar atrás en mi rincón rural de Tennessee. Había pensado que me estaba tomando un descanso de aquello y que me iba a encontrar con un grupo diverso de personas. 

Tan cerca de Asheville (ciudad conocida por su ambiente hippy y cultural), rodeada tanto de escritores y lectores de una aclamada revista literaria, había asumido que accedería a otro tipo de experiencia.

¿Eres una “DREAMer”?

El segundo día del retiro de escritura acaba en un atardecer dorado. Todos estamos en la terraza para la infaltable hora social. Me acomodo en una de las mecedoras y me diluyo en el paisaje: un bosque encantado, montañas azules que asoman entre las copas seductoras de los árboles, hojas que cantan como en susurros. La silla se mece y se mece y el estrés de estar rodeada de extraños va apagándose junto al sol.

La brisa de la montaña calma. El vino tinto en el vaso de plástico reconforta. Me encuentro totalmente inmersa en un instante de pura felicidad, mi alma a punto de ser una con aquel cielo azulísimo. 

De repente…  ¡crac! 

Como una nube gris materializada de la nada, algo malévolo invade este espacio sagrado. Sin presentaciones y sin cortesías, me encuentro con una mujer frente a mí. Su cuerpo obstruye el paisaje de ensueño. Su rudeza acaba con el instante de dicha. Su pregunta silencia las hojas.   

“Tú eres la DREAMer, ¿cierto?”.

El derecho a la privacidad no es para todos

Media hora antes, en el mismo auditorio en que se había juzgado el sueño de Tom Dixon, el editor en jefe de la revista había ofrecido una sesión breve de Q & A para cerrar el primer día de los talleres de escritura. Uno de los asistentes pensó que no habría problema en preguntar acerca de los temas que el editor había discutido en reuniones “privadas” con algunos de los participantes. 

Yo estaba muy confiada en que esa era una pregunta que se quedaría sin respuesta. Seguro que el editor de una revista tan prestigiosa como The Sun iba a recordar a esta señora el significado de la palabra “privada”. 

Pero no fue así.

Sin revelar los nombres, el editor procedió a compartir la naturaleza de algunas de esas conversaciones y entre otras, contó que una persona que había recibido una beca para asistir al evento —una joven que era una DREAMer— le había preguntado si le parecía buena idea mantener un blog acerca de la situación de sus padres indocumentados. 

En ese momento sentí un punzón, como si un bicho impertinente hubiera decidido estropear mi día de aventura en las montañas.  

Tal como lo hubiese querido Dixon, en aquel frío auditorio solo había tres personas de color.

Estupendo, me dije a mí misma, seguro piensan que soy yo. Pero espanté aquel pensamiento —no debía ser tan paranoica, necesitaba relajarme un poco— y me alisté para pasar una agradable tarde en las alturas.

¿Soy una escritora ‘de color’?

Por algún tiempo, mucho antes del retiro de escritura, ya había estado cuestionándome si me podía identificar o no como una escritora de color aquí en Estados Unidos. Nací y crecí en Sudamérica, un lugar donde no tuve que lidiar—al menos no de manera tan explícita—con una discriminación relacionada al color de mi piel. 

Por supuesto que existe el racismo en mi país de origen, al igual que en todos lados, pero ha vivido camuflado bajo la etiqueta de clasismo y mientras yo viví ahí, no recuerdo que se hablara ni se escribiera sobre el tema. Sin embargo, desde acá, al leer y entender mejor a los autores que se identifican como ‘writers of color’, me asaltó la incertidumbre de si realmente correspondía reclamar mi lugar en aquel mundo. Mis padres no tuvieron que emigrar a EE. UU. y cuando yo lo hice, no fue por razones económicas ni porque mi país estuviera en una guerra civil o de drogas. 

Si mi historia de inmigración no era similar a la de ellos, si no compartía sus antecedentes y dificultades, ¿tenía realmente el derecho de identificarme como una escritora de color?

El único poema que he escrito en espanglish aparece en una antología que se publicó en San Francisco como un homenaje a la obra de la académica y activista chicana Gloria Anzaldúa. Cuando me topé con la convocatoria en Facebook, no había leído y ni siquiera sabía quién era Anzaldúa. Pero una cita que acompañaba la información remeció algo. 

To survive the Borderlands, you must live sin Fronteras, be a crossroads.

En ese momento no tenía el vocabulario para entender por qué esta cita me había afectado tanto. Me faltaba aprender muchísimas cosas acerca de la Literatura y Cultura Latinx. Lo que sí podía intuir era que yo estaba trasgrediendo fronteras en la vida rural de Tennessee, que estaba habitando un nuevo espacio —mi propio Borderlands—y que eso me había transformado. ¿Podría entonces traducir esta vivencia a un poema? 

La siguiente es una muestra de aquella primera reflexión lírica acerca de mi transgresión fronteriza:    

Floating around and between these two worlds  
a wild transgressor 
a hummingbird feeding from both sides 

My colored wings flap here and there 
crossing invisible lines 

¿De dónde eres? ¿Qué eres?
are you Mexican, are you Asian?

The good Christian folks squint 
she is not completely dark 
still a shade we can’t classify

La gente from the other side wonder as well 
her eyes and her hair look like ours
but something is not quite right 

My ambiguity exonerates me
I get to play on both sides
yet I cannot belong to either

I zigzag through plantains and squashes 
bluegrass and boleros 
Selena y Carrie 

I wish to melt in both worlds but alas
I drift aimlessly 

Niebla perdida  
en este juego de la bola que rebota 
en este juego de la bola que rebota 

Start over
try again

Mi poema fue aceptado para la antología en un momento en el que apenas empezaba a escribir en inglés. Los editores me enviaron uno de los mensajes más alentadores que he recibido y, sin embargo, encontrarme en aquel índice junto a varios ‘writers of color’ no silenció del todo aquella vocecita que decía y me sigue diciendo: You Don’t Belong Here.

El color de mi escritura

El ensayo de Jaquira Díaz me enfrentó a una verdad incómoda. Como una inmigrante que vive en la región del sur de Estados Unidos, he experimentado más prejuicio de lo que me gustaría admitir. No solamente por mi apariencia, pero también por mi acento marcado cuando hablo en inglés. 

Sin embargo, por más incomodas que hayan sido algunas situaciones, son parte de mi vida y de mi historia en Tennessee.

Son parte de quien soy como escritora. Como mujer. Como persona.

Luego de mucha introspección, así como de varias lecturas de ensayos personales escritos por escritores de color, he comprendido que no necesito verme reflejada por completo en un grupo determinado de autores para identificarme con sus valores y su obra literaria. Así como todas las historias de inmigración son diferentes, así también lo ha sido mi camino como una ‘writer of color’. 

Con frecuencia me he preguntado si debería evitar los espacios literarios que no son diversos o inclusivos. La respuesta a la que llego cada vez más es un rotundo NO. Es mi deber presentarme a esos espacios. Compartir mi trabajo. Permitir que mis textos compliquen los estereotipos y desestabilicen suposiciones. Contribuir con mi propio color y perspectiva al collage de la literatura latina en USA.

Ensayo perteneciente al libro QUERENCIA. Crónicas de una latinoamericana en USA publicado por katakana editores 2020

Melanie Márquez Adams. Autora de Querencia. Crónicas de una latinoamericana en USA (katakana editores 2020) y Mariposas negras. Cuentos (Eskeletra 2017). Máster en Escritura Creativa por la Universidad de Iowa, su obra en inglés y en español aparece en varias antologías y revistas literarias. Es también editora de las antologías Ellas cuentan: Crime Fiction por latinoamericanas en EEUU y Del sur al norte: Narrativa y poesía de autores andinos (premio International Latino Book Awards). Recientemente tradujo al español Yo y la supremacía blanca, un libro de trabajo antirracista por Layla F. Saad (Penguin Random House Español, 2020). 

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