El epitafio de mi padre

Cuéntenle que la poesía le escribe versos cada tanto, que le encontré sentido al desorden que dejó y que hay heridas que ya han cicatrizado.

Por: Arantza Laija.

Hace tiempo, no mucho y no tan poco, mi padre murió. Es una reflexión simple pero una declaración fuerte para alguien que preserva en la cara y en muchos rincones de su vida todas sus memorias. Durante ese tiempo recorrí algunos lugares esperando encontrarle en algún sitio, de manera evidente o paranormal, buscaba “algo” que de alguna manera aliviara el dolor y apagara la angustia de no tenerle… Por el camino encontré muchas cosas, cosas que en algún momento había olvidado o al pasar el tiempo se me habían salido del bolsillo; mi determinación, por ejemplo. Pero no todo fue pérdida, casi al final de ese recorrido volvió a mí el buen ánimo y algo de sentido del humor que se me escapó ese jueves, descubrí a mi viejo en sus historias, historias de su gente, amigos que contaban sus entrañables anécdotas, que recordaban alegres y nostálgicos su picardía y con ojos húmedos se sonreían; familia que en diálogos repiten frases que quedaron con su firma grabados en nuestra memoria, gestos irónicos, cálidos, arrogantes, acogedores e incluso extravagantes que sólo él tenía. Me sorprendió mucho ver todo lo que mi viejo dejó al irse, pero hoy no me sorprende en todos los lugares y la gente en dónde sigue con vida, era un gran tipo, era mío, era nuestro. 

He escuchado muchas historias acerca de él, de su juventud, algunas graciosas y otras no tanto, pero sin duda escuché historias de despedida, de asombro y apariciones, de gente que lo ha visto, olido o sentido en casa, en la oficina o en el auto. 

Así que a ustedes; si alguna vez lo ven, díganle que me he vuelto optimista, que le icé una bandera blanca a nuestra guerra eterna de debates, y nadie ganó, díganle que coloqué su nombre con la mejor madera y la enterré en un cachito de mi corazón, dónde el olvido nunca lo va a tocar. Si de nuevo lo encuentran en su camino, díganle que encontré el amor en los lugares que creí vacíos, que ya no tengo miedo de ver el espejo y que me levanto cada mañana sintiéndome invencible, que no me da más miedo luchar y que fue gracias a él que me enseñó a caer, sobarme y seguir adelante. 

Si lo ven, explíquenle que en casa entendimos su ausencia, que nos cansamos de reproches y que ahora somos la tregua. Si lo ven, no le hablen de tristeza y no pregunten más “¿por qué?”; díganle que su partida hace parte de los días, pero ya no lo es todo. Cuéntenle cómo aprendimos a bailar con Rod Stewart en medio del caos, de cómo nos levantamos con el coraje que nos enseñó a tener a mí y a mis hermanos, díganle que hay canciones que bailamos solo porque se siente a que está ahí, moviendo la cabeza al compás de sus caderas, con nosotros.

Si lo ven de nuevo, por favor háblenle de mí, de los sueños que le prometí cumplir y que ahora veo realizados, de cuánto deseo que estuviera aquí, pero no le cuenten del nudo en la garganta al ver sus fotos, al recorrer sus lugares o mirarlo en sus hermanos, díganle que estoy feliz, porque en verdad lo estoy, porque lo tuve conmigo, porque fue mío y estuvo a mi lado en mis victorias, pero más aún cuando perdí. Cuéntenle que la poesía le escribe versos cada tanto, que le encontré sentido al desorden que dejó y que hay heridas que ya han cicatrizado. Díganle que lo voy a recordar siempre, que el tiempo se detuvo unos segundos cuando cerró los ojos por última vez, que nadie quería ver o estar en un mundo sin él, pero que a fuerza lo hicimos y ahora lo estamos haciendo bien. 

Por último, díganle que aún suelo leer sus mensajes, que lo recuerdo siempre en circunstancias chuscas, que adoro escuchar los audios de nuestras conversaciones viejas mientras guardo silencio en su auto y subo todo el volumen para escuchar su voz. Háblenle del atardecer que vi justo después de su partida, de cómo sonreí al ver qué bonitos eran los colores que le daban la bienvenida y díganle que para mí solo hay una frase que lo describe bien: “Mi padre era un viejo duro, de corazón blandito”.

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