El mejor mundo posible

Fue comenzar a leer El mejor mundo posible (Cal y Arena), de Emilio Lezama, y descubrir: aquí tenemos a un hombre romántico. Pese a haber renunciado a la espesura de la prosa más barroca para consagrarse al punto y seguido hemingwayano, al autor lo delata ese pesimismo tan optimista del que sólo están dotados aquellos a los que les conmueven las derrotas decorosas personificadas por el casi y el hubiera.

Lezama escribe sobre Él y Ella como un Dante y Beatriz contemporáneos, siguiendo la estela de novelas sobre amores y desamores bajo un contexto de posmodernidad, como Mañana tendremos otros nombres (Premio Alfaguara de Novela 2019), de Patricio Pron. Aunque luego logra desmarcarse hábilmente de ese estrecho microcosmos narrativo mediante circunstancias que responden más a la construcción de un thriller político y la reivindicación del discurso de los segundos inventores que a una historia de amor en estricto sentido.

En paralelo, como si se tratara de una especie de telón de fondo filosófico, Lezama reaviva la histórica polémica entre Isaac Newton y G.W. Leibniz —sin “t”— en torno a la invención del cálculo infinitesimal. Lo que en realidad supone la revelación de un debate más o menos perverso entre la rigidez del genio matemático, cuadrado, pragmático, puntual, y el espíritu libre, incorruptible, romántico del outsider que siempre llega tarde, el eternamente insatisfecho.

Debió ser que mi cabeza ya lo había escuchado antes, pero los términos de la ruptura en la primera parte de la historia me parecieron sospechosamente familiares; especialmente cuando Ella dice a manera de reproche lo siguiente: «Usas tus ademanes literarios, tus recursos filosóficos para evadir, para no tener que asumir lo que sientes. Te parece gracioso y hasta ocurrente usar a Leibniz, Santa Anna, a Dante y a Spinoza para hablar de amor, pero lo único que haces es suavizar la carga de tu propia culpa».

El libro se llama El mejor mundo posible por tratarse del universo que conjeturó un idealista como Leibniz, donde el casi es suficiente y el hubiera sí existe, pero ¿realmente es posible? Prometedor debut de Emilio Lezama como novelista.

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