La complejidad de ser de Puebla e irle al Puebla

La mesa está puesta para que Puebla recuerde su ADN patriótico y futbolístico. El primer enemigo es el Atlas, hay estrategia y soldados para lograr la hazaña. La pregunta es: ¿habrá garra, entraña, pasión y ganas de hacer historia?

Se nos ha repetido hasta el cansancio que la historia es cíclica y tiende a repetirse. Y también está esa otra teoría -pienso, muy mexicana- que asegura que los hechos históricos que elegimos enmarcar como parte de nuestra identidad se nos impregnan en el ADN inconscientemente y han definido nuestro rumbo.

Celebramos el inicio de una Independencia, pero nunca la Consumación; por ejemplo. Diversos analistas tanto de lo histórico, deportivo, literario como de lo fantástico (muchos de esos rubros cubiertos por Juan Villoro) han afirmado que por eso a la Selección Mexicana le va así en los Mundiales: se tienen grandes inicios, pero nunca consumamos el sueño de ser campeones. Tanto jugadores como futbolistas tenemos, seguramente, una sesión pendiente con el psicoanalista para salir de este atolladero.

Algo similar y extraño pasa con el Puebla, mi Puebla. Este equipo es un reflejo claro de la historia que ha envuelto a la misma entidad. Además de su gastronomía y su conservadurismo, Puebla es conocida a nivel nacional y mundial por haber ganado un 5 de mayo de 1862 una batalla al mejor ejército del mundo: el francés, que tenía intensiones de invadir el país para gobernar sobre éste. Ese día, cual drama shakespearano, un General da un discurso emotivo -digno de Óscar- a un ejército conformado más por “soldados de leva” (ciudadanos que decidieron defender su patria con más entraña que sapiencia militar) que militares de carrera y salen a dar la vida por una patria que les ha pagado mal, pero es su patria. A eso habrá que sumarle la estrategia con base en el desconocimiento que el enemigo tenía del terreno y una lluvia atípica. Ya sabemos el final: ganamos la batalla y un año después: en un sitio sangriento y heroico de tres meses, el Benemérito Ejército de Oriente se rinde a los franceses y conservadores. Luego, tres años después un oaxaqueño que peleó el 5 de mayo, en el sitio de Puebla, logra liberar a Puebla y con ello viene una seguida de triunfos que le devuelven el país a Benito Juárez. Y en esta batalla, nuevamente, son la garra y la estrategia las que dan el triunfo en tierras poblanas.

El 7 de mayo de 1944 se funda el Club Puebla. Un club que ha cambiado de mote y colores en la playera como la misma Angelópolis. Un club al que difícilmente se presume irle, pues nuestro ADN nos invita a negarnos a nosotros mismos. Se dice que el aficionado poblano es, por excelencia, villamelón; y los que vamos al estadio lo hemos comprobado muchas veces: se suelen ver más playeras del rival, pero si la balanza comienza a irse del lado camotero, entonces también el grito en la grada favorece al equipo poblano.

Luego está el otro aficionado, ése que le va al Puebla contra toda lógica. Este aficionado tiene un lazo muy íntimo y extraño, aunque parecido a la presunción histórica del 5 de mayo o el 2 de abril: nuestros padres basan su afición en aquellos triunfos del 82-83; mientras que los nacidos a finales de los 70’s y mediados de los 80’s basamos nuestra pasión en las hazañas del 89-90. Para unos, recordar a Luis Enrique Fernández corriendo por toda la cancha (algunos afirman que sigue corriendo por toda la ciudad) es casi similar al telegrama que Zaragoza envió a Juárez: “Las armas nacionales se han cubierto de gloria”.

La mesa está puesta para que Puebla recuerde su ADN patriótico y futbolístico. El primer enemigo es el Atlas, hay estrategia y soldados para lograr la hazaña. La pregunta es: ¿habrá garra, entraña, pasión y ganas de hacer historia?

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