Foto: Diana Lerendidi.

Las indignas, o la esperanza entre las grietas de la tierra

¿Para qué me arriesgo con este libro de la noche? Pero necesito hacerlo, porque si lo escribo es que fue real, si lo escribo quizás no seamos solo parte de un sueño contenido en un planeta, dentro de un universo que se esconde en la imaginación de alguien que vive en la boca de Dios.Cada una de estas palabras contiene mi pulso. Mi sangre. Mi respiración.


Las indignas; Agustina Bazterrica

La verdad es una esfera

En las entrañas del lugar inhóspito, parece que no hay manera de conocer la verdad, no la absoluta. No hay manera de estar seguras de algo que vaya más allá de nuestro presente inmediato entre paredes sin ventanas que hacen una celda sin luz. Aquí dentro no caben otras realidades ni mucho menos otros pasados. La memoria no tiene cabida. Los pocos recuerdos están salpicados de lo ajeno, como mirar sobre vidrios rotos esperando encontrar respuesta. Al parecer, todo son voces que ya no están. Por desgracia o por fortuna, sin embargo, nadie puede confirmar o negar este discurso verdadero en clave de quimera. 

Pero escribir es lo que nos queda. O, al menos, eso parece decirnos Agustina Bazterrica (Buenos Aires, Argentina, 1974) en Las indignas (Alfaguara), historia que sucede dentro de un monasterio que sirve de refugio frente a un mundo sumido en los estragos de la desmesura y los abusos, donde todo se mueve por entre una realidad atravesada por la ilusión y una memoria opaca y trastocada, las siervas, las Indignas, las Diáfanas de Espíritu, las Auras Plenas y las Santas Menores viven bajo el resguardo de la crueldad y los delirios desproporcionados de la Hermana Superior y Él, ser inicuo del que, dicho sea de paso, de tan misterioso no es posible conocer mucho más que la sombra. Más allá de esa casa de religiosas y los bosques exteriores, una vida que se describe por las escasas memorias como algo que no es ya como antes, que al paso de cada día se va consumiendo, en el que las especies y la vida como la conocemos ya no es más. En el medio, entre esas ruinas, un asomo de luz y la fe de que alguien, quizás llevado por la suerte, halle las memorias de quien alguna vez se atrevió a escribirlo todo.

Ejercicio complejo y profundo que borra y establece, sin intención, nuevos límites en la dicotomía desgastada del bien y el mal. Hay más allá de lo permitido y también de lo que puede estar prohibido. La materialización de un deseo profundo por escarbar en lo más hondo del pensamiento. Establecer el contacto con la luz a través de un recorrido atroz y bello por la oscuridad de los pulsos (in)humanos, por la debilidad natural y aberrante del sometimiento. El arrastre. Ser víctima perpetua en una cadena de mando que incluye a otras en similares o peores condiciones. Un espacio que evidencia las funciones prácticas del delirio, la demencia, la imaginación y la locura, pero también las de la consciencia, de las prácticas religiosas que, aunque no se nombran son distinguibles, de la coerción abrumadora del sectarismo y los cultos eclesiásticos.

Estimulante por la lucidez descriptiva de las escenas más lúgubres que no permiten desconexiones, repleta de recursos poéticos en el lenguaje en la construcción de las frases y por el lenguaje lleno de música y sonidos que se quedan y que se perciben a lo largo de la narración de la protagonista que rehúye a limitarse, esta novela no juega a ser un manual de uso ni de pensamiento, ni tampoco es un intento por crear desde su posición una nueva fuente de pensamiento, pero sí es, por otro lado, un amplio espectro de posibilidades que incitan a repensar y reflexionar el crudo presente en que nos encontramos y que en el libro mismo hace de futuro que no parece estar tan lejano.

No es más que una realidad entre dioses erróneos y correctos, es decir, confrontaciones, un largo cuestionamiento que, como anticipaba, no busca aleccionar, y sin embargo enerva, sorprende y, de nuevo, estimula. Sobre todo, hace pensar en la esperanza, o hace mantenerla una vez que la tenemos en las manos, una vez que aparece una luz en distintas formas: por entre la fractura de una pared inmensa que apenas permite su paso o en la completa humanidad de un ser que está por cambiarlo todo. Además de la esperanza, el amor, que nunca se nombra, pero que está. El amor más puro, más allá de dimensiones románticas. Ese que se encuentra en el centro de la empatía, la rebeldía, la resistencia y el lenguaje. 

Atravesado en el peso de las voces bajas, las palabras tachadas y las memorias a medias, una serie de conexiones circulares: la naturaleza, la reproducción, la muerte, (el amor), los conocimientos más tradicionales. El golpe seco de la una conciencia real ineludible, la deshumanización, la despersonalización. La muestra clara de que no hay mejor detonante que la realidad para plasmar la belleza y el horro del mundo desde un lugar funesto y oscuro, como manchado con la sangre propia y los causes del tiempo. Luego, el mundo ya no más como lo conocemos. O quizás sí. El cielo y el infierno han tomado nuevas formas. Y sin embargo, de nuevo, víctimas y victimarios. Un espiral sin final que inicia con una historia y termina con algo parecido a esto, una pronunciación que duele, una reflexión atropellada. Una vez más, la literatura como forma de rebelión. Pero, sobre todo, recordad que, sin fe, no hay amparo.

Las indignas, Agustina Bazterrica, Alfaguara, Argentina, septiembre 2023, 198 pp. 

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