Lo que seremos (II)

Barcelona está así. Cuesta vivir, ser de otra parte.

Hay un pequeño poema olvidado en la superficie de tu cuerpo, aún es difícil observarlo. Pero como ciertos sonidos momentáneos secuestrados por la fe o la esperanza, acontece.  Es posible que este ahí -invisible- cansado, atándose, haciéndose cada noche más profundo, más eterno, quizá lleno de nada y de palabras estropeadas que se repiten en los pensamientos de todos los hombres. 

En aquel poema tu nombre se repite incansablemente y termina siendo la oración de unos niños por la mañana, y por las noches los amantes copulan con lentitud y tu rostro los mira desde lejos. Les ahueca el ser, los decora, los empuja a convertirse en una boca, un cuerpo, un solo sexo. No existen las mitades, el vuelo de las aves siempre es de a dos, y como una coreografía perfecta tu cuerpo tendido en el silencio de una habitación, y en tanto llega la tarde y brota la luz de las farolas que nos despierta de la oscuridad de vivir en pisos alquilados. Barcelona está así. Cuesta vivir, ser de otra parte. 

Todo esto ocurre y el poema todavía no está escrito, y para entonces yo te espero en los adentros de mi ser.  Y al atravesar la piel, tu imagen o tu cuerpo baila, y la indolente noche definitivamente se aleja; y mis manos que nacieron del dolor, ahora se desploman tibias de felicidad al rozar la intimidad de tu cuerpo. 

Amira, yo a la sombra de tus senos; y un beso apenas en una mañana tranquila y el viento -joder- que me sacude de este insondable y herido sueño. 

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