Foto: Pablo Jiménez | The Objective.

Me molestan los dogmas miopes del periodismo convencional: Pere Ortín

El director de Altaïr Magazine es alérgico a los márgenes estrechos desde los que se suele escribir y contar los viajes.

Manoel de Barros decía que “hay muchas maneras serias de no decir nada”, que no le gustaban las palabras fatigadas de informar y que respetaba cosas y seres ‘desimportantes’. Encuentro entre él y Pere Ortín (Sagunt, 1968) muchas similitudes. Es cierto que el primero era poeta y brasileño, mientras Pere hace ‘pereodismo’ –como dijo Ómar Rincón– y es valenciano, aunque no le importen tanto ese tipo de clasificaciones geográficas. Como dijo Mar Abad, Pere no hace mucho caso a palabras como frontera, extranjero, inmigrante, nacionalidad…

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En catalán el nombre del director de Altaïr Magazine suena como ‘Péra’, lo que a alguno puede parecer un contraste con su figura alta y corpulenta. Tiene el pelo largo, algo canoso, con rizos que parecen seguir el movimiento de sus ideas: hacen espirales, dan la vuelta, se entrelazan. Al hablar, suele terminar casi todas sus afirmaciones en ¿no?, lo que podría ser solo una costumbre, pero pronto me parece ser, más bien, el resultado de una mente indagadora, siempre dispuesta a conceder a los pensamientos un margen de duda.

–La duda es mi actitud casi metódica, crítica, frente a toda situación –me dice Pere durante una entrevista que me concede por WhatsApp.

Luego, también, advierte que, como periodistas, “debemos asumir esa necesidad de dudar de nuestra propia condición de dispositivo generador de evidencias”. Cuenta que duda de la ‘Verdad’, en singular y en mayúscula, que muchos medios de comunicación dicen buscar. Dice que “no hay nada más resbaloso que los hechos”, y que “eso de la objetividad del periodismo no existe”. Se cuestiona sobre la construcción de lo que llamamos actualidad informativa y dice también que hay muchos periodistas que habitan sin saberlo en esas cárceles de lo posible, “que te dicen: esto no se puede hacer, esto no se debe hacer, esto no se hace así”.

–Me molestan los estrechos márgenes y corsés y dogmas miopes con los que trabaja el periodismo convencional hecho en siglo XXI, ahora, pero con miradas, ideas, pensamientos y reflexiones propias del siglo XX, ¿no?

A ese tipo de periodismo, Pere lo caracteriza como “mainstream, convencional, tópico, cliché” –cambiando el orden de los adjetivos cada vez que habla de ello– o le llama simplemente periodismo GaGá. 

Nada sucede en el país sin que sea inmediatamente repetido por los «muchos papeles». El Papalagi llama a eso «estar bien informado». (…) Precisamente esas escenas horribles, en las cuales la gente se hiere, son reproducidas más exactamente y con mayor detalle que las escenas agradables.

Los Papalagi; discurso del jefe Tuiavii de Tiavea a su pueblo polinesio, publicado por primera vez en los años 1920.

Lo que observó el jefe del Pacífico Sur en sus viajes por Europa, que sigue siendo práctica común a día de hoy, es lo que Pere llama ‘necroperiodismo’ –por asociación a la idea de ‘necropolítica’ de la que habla el filósofo camerunés Achille Mbembe– un periodismo que hace hincapié en “la muerte, lo malo, la destrucción, la violación”. Quizá porque ese tipo de noticia se vende mejor o –en el caso de alguna sobre miseria y sufrimiento– porque “sirve de esperpento tranquilizador para las almas bellas que la leen”, como dijo Caparrós. Aunque no hay excusas para un hedonista como Pere: “incluso en los lugares más jodidos en los que a mí me ha tocado estar… siempre hay más motivo para la esperanza en general que para la desesperanza.”

Por otra parte, confiesa haber sido practicante de ese periodismo que hoy considera oxidado, así que sabe de lo que habla. Pere fue presentador y reportero en la televisión pública española, escribió decenas de artículos para revistas y periódicos, ideó y dirigió documentales. Más tarde me dice que de sus once años de televisión, con más de quinientos reportajes producidos, quizá salvaría tres o cuatro. Pero “todo lo que hace uno es un proceso de evolución que lo va llevando de un lugar a otro y de un lugar a otro, y aprendiendo todo el rato”. 

Sus cambios de ideas sobre el periodismo demuestran que sigue aprendiendo. Y para aprender hace falta dudar, hace falta mirar “desde la condición permanente de pregunta” –como dice el periodista cubano Carlos Manuel Álvarez, quien Pere confiesa admirar muchísimo.

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Con tijera, pegamento, textos escritos a máquina y recortes de revistas, Ortín hace frente al periodismo GaGá, a imágenes estandarizadas y palabras que “se han convertido en algo tan bello como inofensivo”. En Twitter bromea sobre que es el “creador y único miembro del periodismo DaDá”, cuya expresión fundamental son sus ensayos y crónicas collage.

–Yo hago el ensayo o la crónica collage, dependiendo de la historia, porque me permite un margen de maniobra mucho más amplio que el que me da un diccionario con las palabras o la óptica de una cámara haciendo fotos o vídeos; me permite crear formas autónomas y crear un espacio lúdico también; me permite conectar mejor y de una manera diferente, directa, física, casi sensitiva, táctil, con una especie de… llamemos de emoción política del lecto-espectador, porque busco una comprensión implicada de mis lecto-espectadores. 

Pere hace entrevistas, busca fuentes, lee el contexto, analiza, pregunta –no desprecia los conceptos clave del periodismo– pero luego lo construye a su manera, sin caer en tópicos y estereotipos o, al revés, haciendo hincapié en ellos, para hacer pensar, para generar dudas. 

–¿Hay espacio para esos tipos de experimentación en el mercado?

–A ver, esa es una dimensión mía, más allá de mi trabajo.

Luego matiza que, a lo mejor, hay espacio en medios pequeños, y comenta que “eso pasa por un proceso de educación a los lecto-espectadores para ayudarlos a disfrutar de ese tipo de experimentación”.

Según Pere, Altaïr Magazine es uno de esos medios pequeños, “una hormiguita en medio del hiperespacio”. Sin embargo, todo lo que hacen, tratan de hacerlo bien hecho, construyendo productos periodísticos “rigurosos, serios, bien trabajados, intelectualmente desafiantes, retadores”.

–Nosotros hacemos periodismo en papel, en digital, en la web, con mapas, con fotografías, con videos; hacemos periodismo en una sartén si hace falta o en una cazuela de barro, periodismo con arroz, periodismo con rotuladores, periodismo con helicópteros, periodismo con piraguas. Nosotros lo que queremos hacer es cultura viajera y crónica periodística: una mirada, un planteamiento de tratar de ver, de acercarnos al mundo de una manera un poquito menos cliché, menos tópica, asumiendo esa extrema complejidad, pero también esa atractiva complejidad que tienen los seres humanos que habitamos el planeta, los lugares que construyen ese complejo planetario en que vivimos, ¿no?

Cuando le pregunto qué buscan con esos nuevos formatos, él me aclara –con la paciencia de un gran maestro– que “no todas historias se pueden contar de la misma manera en todos los formatos ni todos los formatos sirven para contar las mismas historias” y ejemplifica: 

–Nosotros hacemos una revista en papel que tiene doscientas páginas y que te permite una calidad, un trabajo, un tacto, una sinestesia, un olor a tinta, una relación con las fotografías, con el papel, con las imágenes, con la lectura, que en otros casos que hacemos como el interactivo en la web app de Los Desiertos de Sonora te permite el sonido, te permite el video, te permite la banda sonora, te permite otras cosas.

O sea que sí, en la revista Altaïr también hay espacio para la experimentación, aunque Pere añade otra condición más allá del rigor periodístico: que sean “artefactos culturales estéticamente bellos”.

–Con belleza me refiero esencialmente a la necesidad de búsqueda. No se trata de una cuestión que yo sea un esteta que solo busca la belleza y las cosas hermosas. Buscar esa belleza para mí significa ser generoso con tu lecto-espectador: le das todo lo que tienes para construir esa historia lo mejor que puedes en ese entorno y lo mejor que sabes.

Según Pere la búsqueda de la belleza en la construcción de un artefacto periodístico también tiene que ver con la valentía, que él define como “la necesidad de atreverse a hacer cosas valientes”, “desafiarte a ti y desafiar también a tus lecto-espectadores”.

–Eso para mí es buscar la belleza: ser generoso y ser valiente en aquello que planteas a tus lecto-espectadores.

Jordi Brescó, redactor de Altaïr Magazine, añade que Pere tiene muy claro que quiere ofrecer al público “un producto muy bien cuidado estéticamente, cero colonial y muy diverso en términos de quien escribe”, y confirma que Pere Ortín es uno de esos periodistas valientes y generosos:

–Pere es una persona muy metódica y, hasta cierto punto obsesivamente o bastante obsesivo con la perfección en los trabajos periodísticos –dice Jordi.

Además, cuenta que su director busca que “todo lo que se haga sea un producto que se pueda defender por sí solo y que pueda envejecer bien, aunque sea un texto de lo más corto”.

–A mí me pasó muchísimo cuando viajé con él, que viajé con él a Uganda, a Macao y a Hong Kong para hacer tres reportajes distintos, y ahí en ese momento en Altaïr estábamos dándole mucha caña al ámbito audiovisual, y Pere que trabajó diez años u once, creo, en televisión española, ahí se mostró como una persona muy, muy metódica a la hora de buscar un producto audiovisual perfecto.

Y es que Pere da todo lo que tiene, todo lo que sabe, pero también pregunta, duda, mira donde muchos no miran, busca nuevos caminos. Recientemente, en el comienzo de junio, lanzó –junto con Paty Godoy, Ómar Rincón y Jorge Carrión– una revista cultural por WhatsApp –Curarnos–, “puro periodismo guasá“. En una semana ya llegaban a tres mil personas de veintiséis países. En veinte días, cuando alcanzaron los cinco mil inscritos, WhatsApp Business/Facebook les suspendió la cuenta. Ahora buscan un modo de hacer la entrega número tres de la revista.

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Para alguien que trabaja con palabras es una temeridad inverosímil dejar las suyas en las manos de un desconocido que, muy a menudo, las torcerá hasta volverlas irreconocibles.

Lacrónica; Martín Caparrós.

Por la cantidad de entrevistas a Pere que encuentro en mi búsqueda, me parece que el director de Altaïr Magazine no comparte el temor de que habla su amigo Martín Caparrós. Supongo que esa cantidad de publicaciones sobre él se debe, además de su trabajo ejemplar y de sus ideas rebeldes con respecto al periodismo, también al hecho de que Pere es una persona muy accesible.

Cuando hablas con Pere, te mira a los ojos, con una mirada fija e interesada. Aunque tenga muchos motivos para enorgullecerse, no se muestra altivo, y su posición como director de un medio de comunicación no le hace alejarse de las personas, todo lo opuesto. Mezcla llaneza con espontaneidad y calidez. Es un hombre sencillo con ideas complejas. Una persona que parece interesarse genuinamente por las otras personas.

¿Será solo por su trabajo que tiene ese comportamiento? ¿Habrá ahí alguna influencia de Bru Rovira –uno de los mentores de Pere, según me cuenta Jordi– y de su filosofía periodística centrada en comprender las características del ser humano?  

Lo que sí lo tengo claro es que, incluso cuando se trata de viajes, lo que más le interesa a Pere son las personas, mucho más que los monumentos, comidas, espectáculos, etc. Me cuenta que un ejercicio práctico que suele hacer es preguntar a los viajeros cuando vuelven “con cuántas personas locales han hablado, con cuántas personas locales han interactuado”. Y es que para ese ‘pereodista’ los viajes no son más que una herramienta para conocer a los otros y construirte a ti mismo como ser humano.

–Yo creo que la industria del turismo como tal no está interesada en esa herramienta del viaje como construcción del ser humano. Desde mi punto de vista, ella está interesada es en vender un catálogo de placeres posibles a sus clientes, ¿no?, lo que me parece una visión reduccionista del viaje que, francamente, yo considero muy lamentable. 

Pere no está de acuerdo con la valoración de los lugares como destinos. Cree que el turismo –en la definición más masiva y convencional de la palabra– pasa por una gran crisis de sentido y es un proceso insostenible dentro de los límites planetarios.

–Yo creo que el periodismo de viajes no existe: como sabes, porque has estado en alguna de mis clases –me dice con tono sugerente, tras una pregunta que formulé mal–. Si tiene que ser algo eso del periodismo de viajes, tiene que ser desde los viajes. Pero de la manera en cómo está hecho, la verdad es que para mí no tiene ningún sentido, más allá de ser un argumento publicitario. Ojalá se acabara ese tipo de periodismo cliché y tópico de playas con aguas de color azul turquesa, mujeres con poca ropa, chicos esculturales guapísimos, con fotos increíbles que nadie jamás podrá hacer, toda esa falsedad que rodea el mundo del viaje turístico, ¿no? Me gustaría pensar que somos inteligentes para dudar también de cómo viajamos y cómo aprendemos cuando viajamos.

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Sí, yo ya lo sabía. Conocí a Pere durante una charla que nos dio a los alumnos del máster de Periodismo de Viajes –en que él ya trató de aclarar su visión–, después participé de un workshop impartido por él, y solía encontrarlo cada vez que me iba a la librería Altaïr (antes de que pasara todo eso de la pandemia). Es ahí –donde se puede dar la vuelta al mundo en ochenta pasos– que se ubica la redacción de la revista.

En la Gran Vía de Barcelona, en la planta inferior de la librería, Pere Ortín comparte el despacho con Pep Bernadas, cofundador de Altaïr, con quien comparte también muchas ideas y visiones sobre los viajes, el periodismo, la literatura y mucho más. 

–La forma de entender el viaje de ambos (en la cual me incluyo) es la esencia de Altaïr –dice Marc Cerrudo, jefe de comunicación y cultura de la librería, y completa–. Pere es una persona muy trabajadora, siempre con un ojo en su proyecto actual y otro en el proyecto que está por venir. Cuando le toca ejercer de anfitrión en eventos lo hace siempre a las mil maravillas.

Así que, si Pep Bernadas es el otro librero de Macondo, comparable a Ramon Vinyes –como escribió Domingo Marchena en La Vanguardia–, creo que Pere sería Pau Vila i Dinarès: un pedagogo, escritor e investigador catalán que se asoció posteriormente a Vinyes en la librería Vinyes-Auqué, reconocido, además, por su espíritu crítico, su afán de búsqueda y su gran capacidad de trabajo.

Aunque Pau Vila no aparezca en Cien Años de Soledad, fue un gran personaje en la vida real, así como lo es Pere Ortín. Además, –si permitís a esta cronista otra opinión personal– yo creo que a Pere tampoco le gustaría aparecer en un libro de García Márquez. Recuerdo que durante el workshop que impartió, nos confesó que el autor colombiano no le gustaba demasiado. Como lo veo, mucho más que el realismo mágico, a Pere le gusta la magia de la vida real.

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