Foto: Cortesía.

Mi autobiografía de Carson McCullers, o la versión de mí misma

Para poder contar su propia historia, una escritora debe convertirse en personaje. Para contar la historia de otra persona, una escritora debe convertir a esa persona en una versión de sí misma, encontrar la manera de habitar en ella.

Mi autobiografía de Carson McCullers; Jenn Shapland

Quizás, no por única ocasión, este espacio presta líneas para escribir y hablar sobre una traducción en lugar de, digamos, una obra publicada por primera vez y en un idioma original, pero es que puede que el impacto valga abandonarse a este juego para involucrar algo que no corresponde a los lineamientos que, finalmente, fueron establecidos con el fin único se establecer el diálogo y promover aquello que pueda escaparse de nuestras manos. Encima, una autora como Jenn Shapland escribiendo a su modo sobre Carson McCullers no es razón menor para dejarse llevar. Acaso imposible negarse a ese tipo de deseo. Y la editorial española Dos Bigotes, a través de la traducción brillante de Gloria Fortún, nos concede el deseo el viaje. Resta nada más que agarrar el ticket y subirse al bus sin más. 

Busco, más que hacer una recomendación que podría hacer en un comentario cualquiera en algún otro espacio, desdibujar mi experiencia y crear una nueva para lectoras que no hayan llegado a su obra, algo más inmersivo y amigable. Esta vez a través de las palabras de alguien más: Shapland, McCullers y un yo. La escritora española Sara Mesa escribió, en 2017, cuando se cumplieron 100 años del nacimiento de Carson McCullers, en un artículo para la revista Letras Libres, que “(…) McCullers estuvo escribiendo siempre el mismo libro: el de los solitarios, los inadaptados, los trastornados, los raros”. Y quizás podría parecer exagerado por la vstedad de la obra, pero es también demasiado cierto. Es decir, pues. que la autora trabajó sobre sus mismas inquietudes, miedos, deseos, obsesiones, y creó así su propio universo en que todo cabe, quizás, en el mismo costal de rarezas. Y la ensayista estadounidense continúa a través del mismo sendero, pues se enfunda el traje y la vida misma de la autora oriunda de Nyack para crear este compendio luminoso de piezas vitales.

La materialización del deseo aquél de escribir a merced de lo recién leído. Un impulso genuino de la creatividad, el nervio automático de la escritura. La autora estadounidense Jenn Shapland se cruza con la correspondencia que Carson McCullers mantenía con Annemarie (¿Schwarzenbach?), donde aquella imagen, hasta ese entonces desconocida de la autora de El corazón es un cazador solitario —consecuencia clara y directa de los análisis errados e inconclusos sobre su vida y obra— se asoma transparente, marginal y plena, sin ornamenta ni pudor, fragmentada y completa. Y es a través de ello que Shapland construye un espejo, reescribe su vida propia a través de las memorias de McCullers, como supeditada al deseo provocado por el impacto, una especie de encantamiento que terminó por gestar una autobiografía como las hay pocas, y mucho menos de autoras tan prolíficas e igualmente olvidadas. Sobre todo porque de pronto la autobiografía toma el rumbo del análisis y el ensayo personal para comprender su propia identidad, asumirse como mujer lesbiana que escribe desde ese lugar, percibiendo el amor, ese amor como fenómeno incomprendido e inefable. Un todo.

Y atraviesa luego la obsesión el lugar donde estamos paradas: nos posee de algún modo aquello que leemos, eso nos dota de una identidad insospechada. Es decir, esas autoras que nos iluminan y atraviesan también nos derrumban y recomponen, acompañan procesos, nos hacen escribirles con el pretexto de la admiración. Porque la escritura lo permite, porque para eso está ahí para nosotras. A su vez, la marginalidad persiste, quizás de manera accidental o como manifiesto de la obsesión adquirida: McCullers está aquí, nunca se ha ido. Y, claro, la honestidad, característica por excelencia de la obra de Carson. De nuevo una muestra del estímulo creado, de ese vínculo erigido. Partes todas de ese encuentro que quizas devenga en una nueva ola de interesadas en la vida y obra de la autora de Reloj sin manecillas y la autora Jenn Shapand –quien está cerca de la publicación de su segundo libro–. El paso de los años no impide nada. Mejor ¿tarde? que nunca. Sin embargo, la clave que asegura un momento espectacular con este título y el futuro es aceptar la desconfianza, saber que las mentiras en la biografías y autobiografías son un hecho, que todo es manipulable al estilo y autoridad de quien escribe. Así, sabiéndolo, nos entregamos con confianza a la desconfianza. Recorremos todo sendero en busca de respuesta, emociones, rastros de identidad. Y descubrir, finalmente, que todas las historias son, al final, historias de amor.

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