No soy como ellos

Puede que sentirse distinta de todos tenga que ser un secreto, para que sea posible vivir en sociedad.

Tengo cuarenta años, así como muchas otras mujeres que conozco. Algunas son solteras o divorciadas y sueñan en casarse y formar una familia perfecta con un marido, como si estuviesen incompletas sin una pareja; como si la felicidad sólo fuera posible cumpliendo el padrón que todavía es exigido a las mujeres por la sociedad: casarse y tener hijos.

Pero siguen solas (e infelices), muchas veces por buscar un hombre perfecto que no existe fuera de los cuentos de hadas. Son mis amigas y las adoro, pero no soy como ellas.

Otras amigas de mi edad son casadas y no se sientes capaces de hacer nada solas. Sus maridos no son perfectos, porque nadie lo es, pero hablan de ellos como si fueran.

Mismo fuera de las redes sociales, tienen que probar a todo momento que son felices y que tienen la vida que siempre soñaron. Como si no les restase ningún sueño a ser soñado, todo ya se ha realizado. No toman riesgos, no intentan hacer nada diferente, ni un nuevo deporte. También son mis amigas y las adoro, pero no soy como ellas.

Tengo cuarenta años y tengo una hija. Algunas de mis amigas no tienen hijos y les gustaría tener. Cuando me miran con mi hija, me dan consejos imposibles y hablan de reglas que seguramente fueron escritas por alguien que nunca tuvo hijos. No se aperciben que ya tienen cuarenta años y que, no elegir tener un hijo en un futuro cercano, es lo mismo que decidir no tener hijos. Son mis amigas, escucho sus consejos pacientemente, pero seguramente no soy como ellas.

Otras amigas mías tienen hijos. Les gusta quejarse que los hijos son terribles, que no les resta tiempo para nada, hasta que me dan ganas de preguntarles por qué tuvieran hijos. Las que tienen hijos y son divorciadas se quejan aún más, como si ser madre fuera una maldición y el ‘ex’ fuera el culpable por todos los problemas de sus vidas. Son mis amigas, pero también estoy segura de que no soy como ellas.

Tengo cuarenta años, una hija y trabajo hace muchos años en una empresa, donde todos tienen un pensamiento muy racional, incluso para la vida personal. Planean sus vidas con ‘antecedencia‘ y evalúan cada decisión, no dejando espacio para sorpresas y tampoco para novedades. Son felices haciendo la misma cosa de lunes a viernes, por largos años. Son mis compañeros de trabajo, pero no soy como ellos.

En verdad, hasta hoy, no he encontrado nadie que se parezca un poco conmigo. Puede que las otras personas también se sientan así, pero nadie nunca me ha contado.

Puede que sentirse distinta de todos tenga que ser un secreto para que sea posible vivir en sociedad.

Puede también que ser distinta de todos, sea lo que me haga feliz, así como las otras personas encuentran la felicidad de formas que no comprendo.

Texto de: Márcia do Valle (escritora brasileña)
Instagram: @marciadovalleescritora
E-mail:
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Foto: Revista Bienestar y Salud

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