Nuevos inviernos para una planta en luto

Si las flores lloraran, yo lloraría con ellas.

Esta tarde mi única planta —a medio morir—, lloró;
y yo me permití hacerlo con ella.

No se sí lleva muriendo medio invierno
o esperando a la primavera para volver a la vida,
pero me habló en una pesadilla, y una parte de ella quiere regalar frutos.

Hoy corté —con las tijeras que he cortado todo—, sus pequeños tallos sin vida.
Derramé lágrimas.
Derramé lo suficiente para hacerle justicia a los lutos de su último año:
Frutos secos.
Plagas blancas.
Flores podridas.

Corté todos los tallos secos de mi única planta
sus últimas hojas decidieron que no sobrevivirán para el siguiente otoño,
pero sus raíces debajo de la tierra sí lo harán, y yo pienso que eso tal vez es la
compasión.

Mi planta no pudo llorar para despedir a sus ramitas teñidas de amarillo opaco.
La convencí de que el cambio sería bueno,
que existen primaveras que, en vez de florecer, morimos (subestimando
la realidad).

A veces necesitamos que alguien más venga y corte de nosotros los tallos podridos,
nos quite minuciosamente las hojas crujientes que tenemos bajo las faldas de
nuestra tierra, en vez de seguirnos aferrando a su recuerdo.
Los seguimos protegiendo
donde el sol ya no las toca más,
el agua ya no las nutre porque ya no lo necesitan: porque ya están muertas.

Anoche le recordé a mi planta que tiene que estar lista para la venidera primavera,
que tendrá que recibir los nuevos frutos que surjan debajo de su tierra,
por mucho que ella ya no quiera.

La única planta que me pertenece, creo que está de luto y no ha podido llorar.
Sus raíces están oprimidas;
y las mías también.

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