Cierro los ojos, abro mi obturador y me mantengo abierta a todo lo que pueda quedarse en mi memoria, todos los colores y todas las formas. Lentamente el caos y el ruido comienzan a difuminarse y el silencio me invade. Estoy presente. Después del silencio, por fin me estoy sucediendo.
Dejo que entre a mi cuerpo toda la luz que necesito. Por tiempo indefinido, mantengo mi obturador abierto a todas las posibilidades.
Cada espacio en blanco se convierte en un recuerdo, en una fotografía.
Observo conscientemente cada fotograma, cada escena en la que participo. Medito en movimiento y percibo los instantes en los que me distraigo. Siento cómo se desborda el tiempo congelado
Mi memoria se llena poco a poco de obsesiones recurrentes; el cielo, las aves, el mar, las olas y la playa. Mi cuerpo y mi ojo se convierten en un medio de expresión, en una conexión infinita con la vida, en donde libero y recargo toda mi energía. Mi mente está en paz y baila terapéuticamente.
Estoy aquí y ahora, revelando mis sentidos.