Foto: IMDb

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El público no ve el cine que lo representa: Rigoberto Castañeda

Parafraseando al diccionario Akal de cine, el terror es uno de los sentimientos más profundos y difíciles de despertar en los espectadores; como una mezcla entre la confusión, el pánico y la incertidumbre, el terror paraliza los sentidos, induce a un estado de alerta, acompañado, por supuesto, de taquicardias y respiraciones agitadas. Es la manera con la que tratamos de lidiar con los problemas cotidianos, mismos que se ven aderezados y enclaustrados en las pieles de monstruos fantásticos, marionetas matriarcales, por supuesto niños de piedra y fantasmas sin piernas.

Puedo comprender al terror como una defensa, como una especie de actividad social que nos dota del valor necesario para enfrentar lo inentendible.

Por tal motivo, charlé con el director, productor y guionista mexicano Rigoberto Castañeda, quien nos ha llevado por carreteras desoladas entre la niebla y los fantasmas que fungen como guías; ha revivido muertos fronterizos y ha peleado contra narcos en búnkeres adaptados. Una institución en el cine de terror en México.

Una de tus películas, Kilómetro 31, forma parte de este renacimiento del género a principios de siglo. ¿Cómo fue tu infancia? ¿Qué veías, qué leías en tus primeros años de vida?

Sí, sin lugar a dudas desde la infancia brota una atracción bastante curiosa no nada más en mí, sino en todos los niños, hacia el lado oscuro. Prácticamente todos los niños se sienten atraídos por el horror de una u otra forma. Algunos de una forma negativa, algunos tienen pesadillas que les persiguen durante las noches y otros perseguimos nuestras pesadillas, que es lo divertido, cuando encuentras un lugar de imaginación dentro de la imaginería del horror.

Cuando yo era muy pequeño sí me sentía muy atraído por el horror, una de las primeras veces que yo recuerdo haber visto cine de horror fue gracias a unos tíos que tenía que eran dueños de un videoclub y tenían varias películas que las copiaban en Betamax y las tenían en un cajón bajo la cama, un cajón que era del tamaño de toda la cama. Mi primo y yo íbamos a ver qué películas prohibidas había en ese cajón, porque las películas para toda la familia estaban afuera, las prohibidas estaban en ese cajón y eran muchas de terror, porque yo creo que a mi tío le encantaba el terror y entonces nos llevábamos una y otra y vi desde muy joven El Exorcista, El Resplandor y todos los grandes clásicos de la época.

Esto me abrió las puertas al cine de terror y se me quedó en la cabeza grabado y siempre me gustó, además, crecí rodeado de mujeres, con mi madre y mis cuatro hermanas mayores, mi padre trabajaba mucho y casi no lo veía, llegaba muy noche y solo lo veía los fines de semana, entonces, estaba rodeado de mujeres y era muy divertido para mí estarlas asustando constantemente.

Otra cosa que también me influenció fue la educación judeocristiana que tenemos en este país, a final de cuentas, yo creo que la religión, y en particular el catolicismo, yo crecí alrededor de una familia muy católica, y esta mitología es bastante terrorífica, tiene ciertos toques de temor al diablo y a los demonios y a una serie de preceptos que se encuentran intrínsecos en la religión que son muy interesantes, pero también el temor a Dios que también es muy interesante de explotar y de entender para llegar a contar estas historias de horror. Eso me marcó y también provoca que nuestro cine de terror difiera del cine asiático, al americano, al europeo; por ejemplo, el cine de horror paranormal italiano, que hay poco, es similar al mexicano y al argentino, hay como una cierta costura muy identificable en este tipo de cine, en este cine “católico”.

Años después, estaba estudiando diseño gráfico industrial, no me gustó la carrera, me salí y una tía me invitó a trabajar en una productora de publicidad mientras decidía qué estudiar y ahí fue cuando estuve por primera vez en un set de filmación y dije «¿qué es esto?». Con ello me decidí a estudiar cine.

Después entras al Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC).

Sí, esa es una historia muy curiosa, porque de hecho cuando estaba trabajando en esa productora conocí a un asistente de dirección que estaba estudiando en CCC y yo un día estaba leyendo El cine según Hitchcock, escrito por Guillermo del Toro, porque me lo encontré en mi casa y porque era de mi hermana que estaba estudiando Ciencias de la Comunicación y este cuate me dijo «oye, estás leyendo ese libro, ¿te gusta el cine o qué?» y le dije que me gustaba mucho el terror y Hitchcock y su serie, y me dijo «si estás tan interesado ¿por qué no estudias cine?».

Cine no salía en la lista de carreras que te daban en la prepa. Y este cuate me dijo que había estudiado en el CCC, me dio los datos, hablé ese mismo día y me dijeron que estaban en temporada de exámenes, me pidieron papeles y dinero, no le pedí nada a mis padres, presenté el examen solito y lo pasé y me inscribí; yo me enteré hasta después que era muy difícil entrar a la escuela. Estaba muy relajado y no sabía de la magnitud del examen.

¿Recuerdas qué te preguntaron?

Son varias etapas, la escrita de cultura general, también he participado del otro lado calificando exámenes y es muy interesante, ahí vas viendo el perfil del posible estudiante. Luego hay etapas creativas con fotosecuencias de ficción y te dejan tareas creativas para que les presentes de una semana a otra, creo que son cuatro etapas y una última entrevista con todo el consejo académico y te preguntan de todo. Había gente que salía llorando porque decían que se metían mucho contigo. Yo no vi esas historias macabras, recuerdo que había muchas risas, les dije que dibujaba y me pidieron que hiciera una caricatura del maestro Nacho Ortíz y quedó muy chistosa, estaban encantados.

Ahora que mencionas tu relación con tu padre, viendo tu filmografía, me pude percatar de dos relaciones paternas bastante interesantes: en tu serie S.O.Z. hay una relación entre un narcotraficante y su hijo que no se han visto por cuatro años me parece y cuando se encuentran el hijo le recrimina muchas cosas. En Sin Origen también hay un padre que está tratando de proteger a su familia. ¿Por qué incluyes estas relaciones?

Me gusta mucho la infancia en el horror, tiene doble filo ese cuchillo, que es jugar a la identificación del posible espectador infantil y así como tú tenías ocho años cuando salió KM31 hubo varios niños, porque a mí me tocó en un tour, ya que suelo ir a salas de cine a ver cómo reacciona el público y vi a muchos niños saliendo de las salas de cine. El más pequeño tenía seis años. Incluso había papás saliendo con bebés pero ellos no se dan color de la película que está enfrente, pero me llamó mucho la atención que eran los niños los que llevaban a los papás al cine. Siento que hay un gran factor de atracción importante de la infancia hacia el género de horror, de hecho tengo muchas ganas de hacer una película infantil de horror.

Es un mercado que se puede explotar mucho más. La vampira de Sin Origen era más grande pero decidiste hacerla una niña

Y tiene que ver con la forma diferente que tiene un niño de ver una amenaza paranormal que está representada en las películas desde KM31 en donde hay un niño fantasma, que es otra forma de tener una infancia en el horror y que siempre van a ser más atemorizantes por alguna extraña razón, a lo mejor por la inocencia siempre vemos a los niños como un ser inocente y al pervertir la inocencia sentimos que es algo todavía más shockeante. Cuando no son niños fantasma, me interesa su reacción a la fenomenología paranormal, que es algo puro, al ver algo puro reaccionas y te conectas con facilidad, entonces el espectador se dobla un poco más fácil, es bueno tener niños en las historias de horror.

En la cuestión producción, ¿no es difícil trabajar con niños? Muchos directores dicen que es un dolor de cabeza porque no puedes dirigirlos igual, no tienen la misma atención.

Depende la edad. Procuro no tener niños menores de ocho años, cuando son más chiquitos se vuelve más difícil razonar con ellos, pero de ocho a doce, ya diriges igual que con adultos. El asunto es que hay que entrenarlos. A mí me gusta hacer un taller de actuación, se le paga a una maestra o a un maestro, es gratis para los niños, toman clases, se les toma video, yo me apersono para ir viendo y empiezan a destacar y haces un proceso de eliminación. Pero pasan por un gran proceso y ya saben el lenguaje del cine lo que hace todo más sencillo.

¿Qué estabas pensando al iniciar KM31? La magnitud de este filme se traduce en seis nominaciones al Ariel y cinco de ellas ganadas. Fue un gran éxito en taquillas y la leyenda entre los infantes de la época era del mismo tamaño de IT o El Resplandor, porque el terror estaba cerca. La gente iba a visitar el lugar, incluso.

Todo empezó por historias que me contaban mis abuelos y una de ellas me impactó muchísimo, y fue la historia de la Llorona. Mi abuela me contó en primera persona cómo se le había presentado el fantasma cuando era niña. Vivía cerca de Mixcoac y Coyoacán por el Río Churubusco, y me contó perfectamente cómo escuchó desde su cuarto que alguien estaba llorando en la noche y que al asomarse por la ventana vio a lo lejos a una mujer, se atrevió a salir para ver si estaba bien y fue cuando se dio cuenta de que tenía un rostro cadavérico. La mujer se metió al río, se fue caminando y se sumergió en él. Se me quedó esa imagen en la cabeza y cuando estaba estudiando cine, desde la entrevista recuerdo que dije que quería hacer cine de horror y durante los estudios seguí con esa necedad, y quería modernizar esa historia de la Llorona, no quería hacer algo de la época colonial, quería algo más a la moda como lo oriental, estar cerca de la estética asiática.

Cuando investigué, descubrí que el río dejó de existir porque un regente capitalino de nombre Uruchurtu, en los cincuenta, decidió entubar toda el agua y me impactó esa inconsciencia ecológica. Pensé que, a lo mejor, la llorona estaba encerrada en las tuberías y así descubrí la historia moderna de separar a la madre de los hijos por zonas del río. Después uní varias historias del fenómeno del fantasma carretero que es algo muy específico, con historias que la gente cuenta al rededor del país, las secuencias de los atropellamientos son leyendas que la gente cuenta como reales, por eso tiene el subtítulo de que está basada en hechos reales, porque son varias historias y eso provocó que, curiosamente, la gente dijera que era famosa la leyenda del kilómetro 31 y que yo inventé, el número lo inventé porque quería el trece pero era muy clásico y lo volteé. Escribí la historia en el convento del Desierto de los Leones y al llegar, vi que ese kilómetro era el de las puertas del bosque.

¿Vas a retomar a los monstruos y leyendas clásicas mexicanas?

De hecho estoy preparando una película que espero pueda filmar el próximo año que va de una leyenda muy conocida entre gente que se la pasa en hospitales. La planchada, con una historia muy bonita que va a modernizar todo aunque se desarrolle en los setentas. Espero que lo logremos el próximo año, está en pausa, pero también estoy cuajando un proyecto muy grande para varias películas que serán sobre diferentes monstruos de mitología mexicana.

¿Qué tan difícil es hacer terror en México?

Ha sido muy complicado. La primera que fue KM31, nos tocó muy buena suerte, habían pasado como trece años sin una película de terror nacional como lo fue Cronos. Y antes de Cronos también había pasado mucho tiempo, en los ochentas hubieron algunas, antes estuvo Taboada, Santa Sangre medio le cierra el ojo al terror pero no lo es completamente. Hubo brincos muy largos sin terror. Nadie se atrevía, recuerdo haber entrado a la escuela y decir que quería hacer terror y sentir las miradas de todos los que «iban a hacer arte». Ahora doy clases en la ENAC y cada vez más alumnos que quieren hacer horror. En los noventa éramos dos en muchas generaciones, Emilio Portes y yo.

Kilómetro 31 era difícil de vender, los Rovzar eran jóvenes, se aventaban a todo lo que fuera, traían hambre de hacer cosas nuevas. Fue muy casual. Al terminar Matando Cabos, alguien en IMCINE les preguntó qué querían hacer y ellos decidieron terror, pero esa persona era uno de mis cinco sinodales de mi examen profesional que leyeron mi guion, me hablaron y la hicimos. Es difícil venderlo. Sin ellos hubiera sido imposible.

Durante estos años ha ido evolucionando aunque sigue el prejuicio claro entre los productores que no se quieren arriesgar, tienen el producto seguro con la comedia romántica que me asegura que la puede vender y que no tiene factores de complicación más que conseguir a los actores de moda; en el horror no, ahí hay música, efectos sonoros, visuales, maquillaje, la puesta en escena, porque si no cuentas bien el horror no lo recibe bien el espectador.

México tiene una deficiencia grande, un problema de ver todo como un producto mercantil. Es complicado porque los poderosos no creen en ellas. En este tenor de un país así, ¿cómo te ha tratado la esfera del cine mexicano?

Hay mucho respeto, sobre todo como compañeros directores, nos respetamos y apreciamos mucho, colaboro con quien se deje colaborar. Ahora estoy en un guion con Carlos Cuarón que esperó que se dé. Y cada que veo una película de un compañero me encanta y me gusta ver cómo crecemos juntos. Hace poco vi Esto no es Berlín, que es maravillosa. A mí esa película me pegó porque sé de qué están hablando, el antro, las canciones, me encantó y hacía mucho que una película mexicana no me hacía sentir así de identificado y parte de una realidad muy nacional que no debe ser necesariamente la charra o la inmigrante, y es padre encontrarse con todas esas realidades.

Hay películas mexicanas que son mejores que las clásicas de superhéroes que sí son padre de ver, pero es muy padre ver una película como Esto no es Berlín, es valioso encontrarse con esa gente, que se atreve, es valioso encontrarse con los valientes que hacen animación como los que hacen las de huevos o las leyendas que no son Pixar, pero que te hablan de idiosincrasia. Si ves las comedias románticas también ves un cierto perfil nacional, o ahora que estrenen Matando cabos II, que muero de ganas de verla porque adoro al director y a todos los cuates que salen, creo que el cine vive un momento fantástico pero el público no se da la suficiente cuenta porque no va a ver el cine que sí lo representa. Influye mucho la distribución y cómo se favorece a cierto cine, incluso la Motion Picture Association of America, que, quieras o no, mueve todos los intereses de la distribución y exhibición en México; es algo de lo que no podemos escapar por los millones que hay de por medio.

Es complicado legislar para favorecer lo nacional porque prefieren favorecer al aguacate, hay que favorecer ambos, pero el cine es más importante porque habla de tu cultura, de tu idiosincrasia, de quién eres, ¡y los Avengers no!

¿Qué debe tener una buena producción de terror?

Primero, un ingrediente identificable que haga que sobresalga del común denominador, cosa que es complicada, porque a estas alturas ya todo se inventó y ya se retomó tres veces en el cine de horror. Debes combinar; si tienes una receta de una sopa y sigues esa receta al pie, te va a quedar tal cual, no hay novedad y el consumidor va a decir que es algo bueno, pero si mezclas con otros ingredientes y le metes pimienta y queso y haces un revoltijo, puede quedarte algo horroroso, pero si tienes experiencia te puede quedar algo suculento y novedoso.

Puede ser algo muy sabroso, en el cine es igual, vampiros y una célula de narcotraficantes y una vampiro y es ahí cuando dices o es un «churro serie B» o es algo muy divertido. Sin Origen se estrenó a la mitad de la pandemia por fechas, pero la gente ha reaccionado muy bien, es algo que no se esperaban ¿hace cuánto que no veías una de vampiros en este país? Hay que proponer, no volver a hacer lo mismo, aportar, o si vas a hacer el remake, ¿qué vas a hacer diferente?

¿Qué tan caro sale hacer cine de terror?

Puede ser muy caro, puede ser muy barato, depende qué tipo de horror quieras. Claro que influye a qué proveedores puedes llegar, hay proveedores muy caros, hay mexicanos fantásticos que hacen efectos visuales, los mejores del país son Ollin Studio y hacen películas en Estados Unidos, y parte de los efectos se hacen al lado del Parque Hundido.

Curiosamente llegas tú con una película mexicana y te cobran lo mismo que las americanas, pero no puedes, o a lo mejor pides un efecto de 15 segundos porque no hay para más; el problema es poder pagar. Hay otros que te pueden llegar a hacer algo decente que te cobran una tercera o cuarta parte. En S.O.Z los efectos los hicieron los de Ollin, los puerquitos y los ataques en la cueva se ven perfectos. Hay shots en donde sí se ven los calzones, pero son dos o tres en una serie que tiene más de ochocientos efectos y que estuvo en el número 2 de Amazon, durante cinco semanas seguidas en Estados Unidos; en México no llegó a pasar del quinto lugar, me parece. En Estados Unidos aplaudían los efectos, en México decían que estaban horrorosos por tres shots, y tomamos la decisión de que salieran y lo demás no importan por esos tres. Había comentarios de gente que decía que había perdido el tiempo viendo los ocho episodios, pero si no les gustó, ¿por qué no lo quitaron en el primero?

Hay una base de fans que está cambiando esa mentalidad malinchista que se transforma en predilección por las producciones mexicanas. Ya está el cambio y la gente nos está aceptando cada vez más.

Tus películas favoritas de terror… sin importar la nacionalidad.

Mexicanas, las de Taboada; me gusta Belzebuth, es un guion que me llegó a mí pero me enteré que lo tenía antes Emilio y se la dejé, pero le quedó muy bien y es de mis favoritas.

Del resto del mundo, antes que nadie está Kubrick, que es mi papá cinematográfico; Hitchcock, el body horror de Cronenberg. De clásicos, Frankenstein, La novia de Frankenstein; de la época de los treintas y luego los cincuentas con la Hamer (Productions) y Drácula.

De la época actual me gusta mucho Sam Reimi, Wes Craven, James Carpenter, los grandes clásicos modernos y la nueva camada con James Wan y Mike Flanagan, o Andy Muschietti, Ari Aster y Robert Heggers.

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