Hay ropa aún en el tendedero,
esperando la abandone la tormenta
y unos calzoncillos blancos
danzan tallados en eternidad
por el viento.
Los pequeños ciclones dan descanso
y se ve el sol pasar
entre los pequeños agujeros
que el tiempo suele cicatrizar en la tela;
ansiosos por marchar,
se liberan de su primera atadura
y ya pertenecen a la ciudad.
Se trasladan con dirección al valle y
no hay prisión; solo danzón
o cumbia o salsa o tiempo.