Sin cadenas

Cada saludo es recuerdo de esa incógnita permanente, del café jamás servido, de la cita no sostenida.

Por: Roberto González

No sé si sea despedida. Lo cierto es, cariño, que hablamos de realidades que nunca pasaron, de mundos mucho mejores que el actual. Al verte, desconozco si estás cerca o lejos, aunque importe poco que te vea más seguido de lo esperado y mucho menos de lo deseado. El hecho es, querida, que nada cambia. No sabremos si lo hará.

Como carezco de remedio aparente, la apuesta es escribirte sin cadenas. Sean dos palabras o cuanto poema de transporte salgan de mis manos; la alternativa está en las letras. Compartiremos código, uno que ya conoces, al que mostraste interés e imprimiste tu sello imperial.

Serán prosas, ensayos, cuentos o novelas para llegar a ti, sin ataduras ni presiones. Serán Cortázar, Paz, Vargas Llosa, Pellicer o quien se apunte para cada ocasión. Darán cuenta de todo y te dirán todo lo que mi pluma se reserve, de modo que no seas el perpetuo amor platónico de todos. En todo caso, quedarán los ánimos de cumplir con la reunión de verano que sólo quedó en palabras.

Produciré sin límites porque me niego a soltar lo inexistente. Seguir era esencial, mas no olvidar resultaba clave. Cada saludo es un recuerdo de esa incógnita permanente, del café jamás servido, de la cita no sostenida. Las líneas serán tuyas de ahora en más, sin reparo alguno de lo que depare el futuro por decirte que no te olvido. Por ese abril que salió fatal y el julio cuyo destino, aparentemente, será utópico. Sin cadenas, mis palabras serán las tuyas.

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