Una sagrada oración

La ausencia tiene peso
y se mide con grietas en el alma.
Catarsis sobre tempestad en todos mis tormentos para purificar mis drenajes
internos.
Purificación de pasiones,
unas pequeñas pinceladas torpes de piedad mutua.
Pasión ciega sobre dos pieles que ahora ya no se reconocen.
¿Lo harán en la oscuridad?
¿Se anhelan en la soledad?

Olvidé cómo respirar
Olvidé cómo hacerlo lento y despacio.
Una sagrada oración elevada al empíreo que ya no reconozco.
Ya no recuerdo cómo mirar el cielo, porque no sé dónde está.

La cobardía nos quedó grande y el valor no formó parte de nuestro lenguaje bajo
cimientos llenos de añicos y heridas pasadas.
Nos faltó valor para nombrar lo que fuimos:
porque si no lo nombras no existe
porque si no lo nombras no existe
porque si no lo nombras no existe.

Mi sangre se volverá color verde
rosará lo siniestro
como sus ojos.
Y por supuesto que tendrá su olor.
Me nacerán cuervos blancos de la cabeza quebrada y nublada, solo para escribir
sobre sus plumas:

«No estás porque no quieres
No estás porque no quieres
No estás porque no quieres».

Benito tenía razón,
no estás conmigo porque no quieres.
Escribiré cada mañana sobre sus plumas hasta que,
eventualmente, no quepa más tinta sobre ellas y serán solo ébano sobre cada
ángulo de cuerpo para volar hacia donde ellos quieran.

Solo aquí entre nosotros, ¿a ti también te hizo tanto daño esto que no supimos
nombrar?

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