Un estornino
cruza este cielo azul
mediterráneo,
sin nubes, de noviembre.
Y voy en su plumaje
hacia los pinos
que siguen siendo bellos
quemados por la escarcha.
Ese vuelo que busca
refugio en lo que sufre
y al mismo tiempo ampara,
su hacer tierra en un árbol
que crece hacia la muerte,
y que no duela.
Qué sabio, cuánto dice
de mí, cómo me salva.