Abrazos en tiempo de cuarentena

El día ha amanecido nublado y las nubes lo cubren todo de un gris blanquecino que me molesta en los ojos. ¿Qué ves desde tu ventana, querida abuela?

Por: Silvia Mago

Querida abuela,

¿Cómo estás? No es la típica pregunta donde se espera oír un “bien, ¿y tú?”. Quisiera que, tras esta cuestión, te sintieras libre para decirme lo que realmente se te pasa por la cabeza, por debajo de los ojos, por dentro de la piel. ¿Qué sientes sobre la vida? 

El día ha amanecido nublado y las nubes lo cubren todo de un gris blanquecino que me molesta en los ojos. ¿Qué ves desde tu ventana? Sé que preferirías estar sentada en la casapuerta mientras observas a las personas pasar y charlas animadamente con tus vecinas. Sé que querrías ir por ti misma a comprar el pan, a la librería de enfrente de tu casa para mirar si está mi libro, o a la plaza del pueblo para tomar un café con tus amigas.

Comprendo lo que desespera permanecer entre cuatro paredes escuchando el tictac del reloj, por eso te escribo hoy esta carta que no podrá entregarte el cartero, ya que no la enviaré. Por eso te estoy leyendo por teléfono estas palabras, para que, por un momento cierres los ojos y te transportes a tu salón, con las ventanas abiertas. Huele a puchero y hierbabuena por toda la estancia. Escuchas el sonido de los coches a lo lejos, de las personas paseando, los niños jugando. Al asomarte a la puerta encuentras una carta con mi nombre como remitente. Sonríes porque no la esperabas. Te sientas en la silla más cercana y la abres con cuidado.

“Querida abuela, ¿cómo estás?”

Y mientras me lees, ya piensas en lo que vas a contestarme, en todas las cosas que vas a dejar salir de tu pecho para plasmarlo en un papel. Mientras llega ese momento, me tienes aquí, al otro lado de la línea, esperando a que me des esa respuesta.

Siempre tuya, 
Silvia.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *