Alejandra recorrió cada rostro como quien hace inventario antes de liquidar una tienda, con una ternura agotada.
Coneja emperatriz

Alejandra recorrió cada rostro como quien hace inventario antes de liquidar una tienda, con una ternura agotada.
El timbre suena. Héctor el primero, solo,dos barras de pan aún tibio,un peso imperceptible en los hombros. Laura lo abraza con amplitud,como quien no sabe qué más ofreceral beso que esquivo en la mejilla le da,antes de saludar a los niños, que lo adoran,fingiéndose animal. Después, llega el resto del cabal.Los viernes son así:manos llenas […]
El bigote no es solo un adorno facial; es una declaración de intenciones. Le da un aire de Burt Reynolds, el dios veterano de los 70, de cowboy melancólico, de padre que sabe demasiado.
La jirafa avanza al trote por la galería de los espejos,su cuello, un enigma que nadie en Versalles sabe leer.María Antonieta alza los ojos: dos reinas,coronadas de espinas bajo un mismo cenit. —¿También tú, extranjera?—enuncia la austriaca.La bestia inclina el lomo, oro sobre el verdor.Algo inasible comulga entre ellas: el olor de la sabana,el peso […]
El camp, al final, sigue siendo lo que era: un guiño cósmico a la seriedad del arte.
El Starbucks de Polanco olía a café caro y pretensión. Luis llegó con tatuajes —pequeñas constelaciones en su muñeca izquierda— que eran lo único que delataba al muchacho que fue.
Bette Davis Un cigarrilloarde en su mirada ácida –el humo aplaude. Sharon Tate Hollywood construye palacios de lágrimas.Es musa, no mártir. Sigourney Weaver Fuego en el espacio, su mirada corta el miedo— reina de nadie. Anne BancroftLuz de proyector.Tus pestañas pintan sombrassobre mi cuaderno. Ingrid Bergman Santa de hielo.Besa como pecado mortal—Arde el confesionario. Meg […]
Rowling no es solo una celebridad con opiniones deplorables; es una pieza clave en una maquinaria política mucho más grande. Su influencia ha ayudado a normalizar discursos que antes solo circulaban en foros de extrema derecha.
Aquí no hay dictadores sombríos, ni guerras apocalípticas, ni laberintos narrativos que requieran un mapa y una linterna. Aquí lo que hay es un Marito adolescente, con el corazón en llamas, un bigote recién estrenado y los pantalones demasiado ajustados, que se enamora perdidamente de su tía política, Julia.
Sus referencias delataron un ojo exigente: admiró el Nazarín de Buñuel (por su retrato ambiguo de la santidad), el Ordet de Dreyer (fe y milagros en blanco y negro) y hasta La gran ilusión de Renoir (humanismo en tiempos de guerra).
En un panorama audiovisual semi saturado por el espectáculo vacío, Dying for Sex es un milagro: una serie para adultos pensantes, con humor, corazón y una protagonista que eleva el material a categoría de arte.
¿Vale la pena invertir tiempo en verla? Absolutamente, más todavía si están dispuestos a entregarse al magnetismo de Kidman y a aceptar que, a veces, el viaje importa más que el destino.
Hoy, este término resuena con una fuerza escalofriante en México, un país que parece haberse convertido en un teatro absurdo donde el escenario es suntuoso, pero la función es una tragedia disfrazada de comedia.
La película, dirigida con un ojo sardónico por el británico Bryan Forbes, aborda temas que están muy en sintonía con la experiencia estadounidense, tanto de entonces como ahora: chovinismo, neurosis, paranoia, excesos de una mentalidad capitalista.
Mientras viva en la tierra es una novela que invita a la reflexión, no solo sobre la vida y la muerte, sino también sobre el arte, la identidad y la búsqueda de significado.
Como actor, fue un renegado, un pionero, un maestro de su oficio. Y en The Conversation, nos regaló una de las mejores actuaciones de la historia del cine, una actuación que sigue resonando, perturbando, inspirando.
Perkins, como esos autores antes que él, entiende que el horror sin humor es solo un objeto contundente golpeando tu cráneo.
Aunque su enfoque es íntimo, su alcance emocional es amplio, logrando un impacto que perdura más allá del tiempo que dura en pantalla. Una obra sincera que invita a reflexionar y, sobre todo, a creer en el potencial transformador de la esperanza.
Realizado en su juventud (tenía 35 años), este perturbador retrato de la descomposición de una familia es implacable, alucinante y tiene un aire de tragedia shakespeareana que es irresistible
No hay perdón posible para aquellos que, bajo el manto de la superioridad moral, se convierten en los opresores de quienes creen representar. En mi caso, y en el de muchos otros, el precio que ambos autores pagarán será el de perder el respeto de aquellos que alguna vez los admiraron