Aprendió una nueva palabra; el viento la trajo a sus oídos una mañana, mientras dormitaba en el huerto. Cuando se quedaba sola, se relamía pronunciándola en voz alta. Un escalofrío la sacudía y una ensoñación se apoderaba de ella. Era la clave de todo, pensaba; nadie tenía más derecho a aquella palabra, que ella.
Gotas de sangre




















