Boko haram: terror en Nigeria

Desde que Nigeria alcanzó su independencia en 1960, las disputas entre el norte y sur han sido una constante. Esta rivalidad se ha visto agravada por las marcadas desigualdades, así como por las luchas interétnicas que han hecho del país más poblado de África un territorio convulso. Por un lado, el sur se caracteriza por tener una población en su mayoría cristiana y ser una zona que, además de ser rica en petróleo, abarca las ciudades comerciales más importantes como Lagos y Abuja, la capital. Por otro lado, el norte es una región históricamente marginada con una población mayoritariamente musulmana. A pesar de tener una de las economías más fuertes del continente, es uno de los países más desiguales del mundo con más de ochenta millones de nigerianos viviendo condiciones de pobreza extrema.

La aparición del grupo terrorista Boko Haram surge como respuesta a las circunstancias socioeconómicas que mantienen a Nigeria como un país fragmentado. El grupo fue fundado en 2002 con el fin de denunciar al gobierno corrupto y proveer a los musulmanes nigerianos con un verdadero gobierno islámico. Para lograr sus objetivos reclutaron musulmanes frustrados por la pobreza y la falta de acceso a servicios básicos, quienes veían en esta organización una vía de escape a su resentimiento. Boko Haram basa su cometido en la predicación del islam más rigurosa, donde la educación islámica era la única admisible. Es importante mencionar que en un principio no era una organización violenta. No fue hasta el año 2009, siete años después de su creación, que cometieron su primer ataque.

​Lo que comenzó siendo un rechazo al gobierno regional, se convirtió en el rechazo de toda actividad social y política relacionada con la sociedad occidental, tal como la prohibición de que las mujeres vistan pantalones, votar en elecciones o recibir educación secular. Boko Haram propuso el objetivo de imponer un Estado islámico en todo el país, lo que supone el derrocamiento del sistema político vigente. Como consecuencia, los secuestros, el reclutamiento de niños combatientes, las redadas a aldeas, ataques a iglesias, mercados y colegios se han multiplicado en los últimos años aterrorizando a la población civil. Hasta la fecha, más de 27 mil personas han muerto en ataques terroristas y se contabilizan más de dos millones de desplazados internos. Se estima que más de 1,7 millones de nigerianos siguen sin poder volver a sus hogares.

Las mujeres son las principales víctimas de Boko Haram, a menudo usadas como arma de guerra. De todas las herramientas de división efectivas para marginar a las personas, la desigualdad en la educación es la más perjudicial y duradera. Políticamente, es instructivo ver que las fuerzas más extremistas del mundo, como Boko Haram, han mostrado especial hostilidad hacia la educación de las niñas ya que las mujeres que reciben educación constituyen una amenaza para los papeles tradicionales. El solo hecho de enviar las niñas al colegio es un ataque directo a su postura.  Por ello, queman escuelas y secuestran niñas con la esperanza de que las familias se atemoricen y las mantengan en casa. En el noreste del país, al menos 600 escuelas permanecen cerradas y más de 2 mil mujeres y niñas han sido secuestradas, algunas de ellas han sido obligadas a casarse con sus secuestradores o convertidas en esclavas sexuales. La situación de las mujeres y niñas nigerianas se suma a los riesgos de vulneración de otros derechos humanos: mutilación genital femenina, tráfico sexual, violencia de género y falta de oportunidades.

Boko Haram es sinónimo de terror y dolor para los nigerianos. Aunque han sido muchos los esfuerzos de la comunidad internacional por poner fin a esta situación, el grupo terrorista continúa efectuando ataques en contra de la población civil. El gobierno de Nigeria debe mostrar su compromiso con la protección del derecho a la educación investigando adecuadamente estos ataques y haciendo que sus responsables rindan cuentas. Proporcionar medidas de seguridad adecuadas a las escuelas que garanticen la protección de alumnado serán clave para mitigar la brecha entre el derecho a la educación garantizado por la legislación nacional y la realidad.  La magnitud del conflicto ha escalado tanto que la violencia se ha extendido a países vecinos como Níger, Chad y Camerún. De no tomar acciones tanto bilaterales como multilaterales efectivas, la crisis humanitaria provocará un mayor número de desplazados internos y refugiados, lo que desestabilizará aun más la región.



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