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El cine de Gaspar Noé: el regocijo del provocador (I)

El uso de luces neón y efecto estrobo, la música clásica y el techno, arriesgados planos secuencia y momentos shockeantes de violencia extrema dentro de tramas aparentemente sencillas marcan el trabajo fílmico del que algunos calificaban como el enfant terrible del cine francés, igual tundido que aplaudido en festivales como Cannes.

En un artículo publicado en noviembre de 2015 en el New York Times, el cineasta franco argentino Gaspar Noé mencionaba una serie de elementos que inspiraban su trabajo: las películas de Kōji Wakamatsu y Luis Buñuel, el arte de Pierre Molinier y Jorge De La Vega, la fuerza de un personaje como Travis Bickle y la sinfonía visual de 2001: Una odisea en el espacio (1968) de Stanley Kubrick. La filmografía de Noé, está delineada por una violencia extrema que se retroalimenta del caos, el vacío y el tiempo; sus filmes se convierten en estudios sobre la destructiva condición humana, resguardados por medio de una estética retadora y frenética.

Cuando The Criterion Collection invitó a Gaspar Noé a realizar el tradicional Closet Picks también en 2015, el cineasta siguió revelando los temas y artistas que le obsesionan: Carl Theodor Dreyer con Master of the House (1925), Pier Paolo Pasolini y su Saló, o los 120 días de Sodoma (1975); nombres como John Frankenheimer, Todd Haynes, Costa-Gavras y Nobuo Nakagawa complementan la lista ecléctica, desafiante. Todo este cúmulo de elementos, explotan amalgamados en una filmografía con apenas seis largometrajes, pero con un prolífico trabajo en cortos y videos musicales.

El uso de luces neón y efecto estrobo, la música clásica y el techno, arriesgados planos secuencia y momentos shockeantes de violencia extrema dentro de tramas aparentemente sencillas marcan el trabajo fílmico del que algunos calificaban como el enfant terrible del cine francés, igual tundido que aplaudido en festivales como Cannes. Drogas, sexo y ferocidad como los detonantes de conductas extremas del ser humano; un pesimismo que se ha ido difuminando con los años, cuando Noé ha decidido también abordar temas como la vejez. Sin embargo, el mensaje central del cineasta sigue siendo el mismo: el caos todo lo absorbe y el tiempo destruye todo.

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Gaspar Noé nace el 27 de diciembre de 1963 en Buenos Aires, Argentina. Es hijo del artista plástico y crítico de arte argentino Luis Felipe Noé, quien en 1965 decide viajar a Nueva York con su familia, hasta 1970, regresando a Argentina. Sería en 1976, al escapar de la dictadura militar, que se establecerán en París definitivamente. Ahí en Francia, Gaspar Noé verá a los siete años la obra maestra de ciencia ficción de Kubrick, lo que le cambiará la vida. Obsesionado por el encuadre y la luz, Noé no se detendrá hasta conseguir entrar en la escuela de cine Ecole nationale supérieure Louis-Lumière, ubicada en Saint-Denis. 

Su primer cortometraje Tintarella di luna (1985), de 17 minutos, es una distopía sobre la naturaleza que abandona al hombre. En un expresionista blanco y negro, Noé empieza a definir las piezas que serán constantes en su filmografía: música clásica, sexo, violencia, tiempo implacable y un mundo devastado, bañado por la luz de la luna. La peste azota al pequeño pueblo que se siente observado; hay una acercamiento pesimista al siempre presente instinto de autodestrucción de la naturaleza humana. Una enorme maqueta y la revelación desconcertante. Se trata de un trabajo áspero, el inicio del caos y el tiempo como aniquilador. 

Pulpe amère (1987), de seis minutos, y Carne (1991), de 38, serían los siguientes ejercicios. Carne es un mediometraje que sigue la historia de un carnicero (Philippe Nahon) abandonado por su esposa, quien debe encargarse de su hija autista Cynthia (Blandine Lenoir). Atrapados entre el hartazgo, la rutina infinita y las pulsiones sexuales, padre e hija atravesarán una vorágine de violencia que incluye venganza, prisión y el rechazo de la sociedad. El pesimismo de Noé llega al cenit cuando el protagonista dice: “No sirve ser bueno, siempre ganan los corruptos”.

Carne (1991, Gaspar Noé).

Desde estos primeros filmes, Gaspar Noé se regocija como un provocador. Carne arranca con una advertencia para el espectador, exponiendo la cantidad de imágenes violentas que vendrán a continuación. En los primeros minutos asistimos al desmembramiento de un caballo y el nacimiento de un bebé en primer plano; la voz en off del protagonista nos va dando información que se va volviendo más sórdida, debido a la carga incestuosa de sus pensamientos. Cynthia ve en su pequeña televisión cine surrealista mientras su padre desciende en una espiral introspectiva que desnuda sus temores más primitivos: “Estás seguro de que controlas todo?, ¿sabes que puedes perderlo todo en un segundo?”

Si bien la cámara permanece estática casi todo el tiempo, destacan los abruptos fundidos a negros, que dan una sensación de parpadeo constante, además de toscos e inesperados movimientos de cámara que se acompañan de un sonido irritante, creando tensión. En Carne comienza la tendencia del cineasta para bombardear con mensajes a su audiencia, títulos con letras gigantescas que formulan preguntas y escupen pensamientos; letras que también exhiben el paso del tiempo y la manipulación de los espacios. Carne resulta entonces una premonición violenta de la barbarie que vendrá más adelante, en los siguientes filmes de Noé.

Producido por la compañía Les Cinémas de la Zone, el mediometraje fue bien recibido por la crítica, a pesar de su polémica trama y estilo rebelde. En el Festival de Cannes,ganó en la semana de la crítica y el premio de la juventud, además de pasearse por varios eventos franceses y conseguir una presea para Philippe Nahon como mejor actor, en el Festival International du Court Métrage à Clermont-Ferrand. Tras el éxito de este ejercicio que se volvió de culto para cinéfilos de todo el mundo, Gaspar Noé seguirá trabajando como camarógrafo en varios comerciales y cortos, presentará su experimento/ensayo para TV Une expérience d’hypnose télévisuelle (1995), y dirigirá también un episodio de la serie L’Oeil du cyclone (1991-2000) y el video musical Mano Solo: Je n’ai pas (1996)

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Solo contra todos (1998), el primer largometraje de Gaspar Noé, es la secuela directa de Carne, donde se retoman los eventos que han dejado al carnicero a la deriva. Un filme que funciona como un manifiesto de ideas filosóficas sobre la vida, el sexo y la muerte; hay un remarcado pesimismo por la existencia y pensamientos sobre la moral y justicia. El excarnicero (Philippe Nahon) se encuentra atrapado en una vida desgraciada sin sentido, la voz en off permite conocer las reflexiones sobre el pasado, donde se descubre que su madre lo abandonó. Su deseo es volver a comenzar para recuperar a su hija, por lo que busca un empleo, el que encuentra en un centro geriátrico, provocando una aversión aún peor por la vejez y la muerte.

Le Boucher tiene un desinterés por la vida y existe a medias, sin la menor alegría. La soledad que lo consume y el rechazo de la sociedad lo van quebrando; visita cines porno (como Travis Bickle en Taxi Driver), piensa en el suicidio y se enrola en una relación tóxica con una mujer a la que no ama. La introspección del personaje se vuelve insoportable: “La vida es un gran vacío, siempre lo fue, siempre lo será”, “Los errores no se corrigen, se acumulan” y “El pasado siempre te alcanza, uno siempre paga por sus actos” son apenas algunas de las muchas frases que el carnicero escupe sin cesar. Después de un altercado violento con su mujer embarazada y la madre de ésta, el hombre abandona ese entorno agobiante decidido a recuperar a su hija y así conseguir un poco de esperanza, con la única compañía de una pistola.

Solo contra todos (1998, Gaspar Noé).

Pero Solo contra todos es como un gran salto al vacío, un viaje sin retorno. Le Boucher va por su hija y la lleva al mismo hotel donde fue concebida, con la intención incestuosa de satisfacer el deseo prohibido. Es cuando aparece la famosa advertencia que Gaspar Noé le ofrece al público: tiene 30 segundos para abandonar la sala, peligro. Se muestra una cuenta regresiva y la fecha 23 de marzo de 1980, mediodía. Lo que sigue es una secuencia tan estresante como incómoda; violencia gráfica que exhibe la siempre cruel y compleja naturaleza humana, mientras la música clásica intenta funcionar como un bálsamo ante la profanación de la inocencia.

Gaspar Noé tuvo muchas dificultades al conseguir financiamiento para Solo contra todos; tras cinco años reuniendo fondos, al final tuvo que recurrir al autofinanciamiento al ser rechazada por todas las productoras. Contando con la producción y el montaje de la también cineasta Lucile Hadzihalilovic (que se convertiría en su esposa), la fotografía de Dominique Colin y las actuaciones de Guillaume Nicloux, Blandine Lenoir, Frankie Pain y Olivier Doran, la película de 89 minutos se convirtió en otro filme de culto, recomendado en boca en boca como uno de los ejercicios fílmicos más violentos jamás proyectados en una pantalla. En el 31 Festival Internacional de Cinema de Catalunya – Sitges 1998, estuvo nominada como mejor película y ganó el premio al mejor guion. 

Solo contra todos es una ópera prima relevante, un filme perturbador que triunfa en su afán de incomodar. Los violentos movimientos de cámara y los rótulos intermitentes que agobian al espectador reflejan la tormentosa introspección del carnicero, que desciende a una venganza personal consigo mismo. La mirada cruel y despiadada de Gaspar Noé no se queda solo en el plano físico y explícito, también trasciende en la psicología de personajes angustiados y en la crítica social de una Francia sumida en el desempleo y la indiferencia de la gente. El tiempo destructor que con su tic tac abruma y el caos reinante del ser humano como generador de su propia desgracia. 

Por Armando Navarro Rodríguez

Periodista. Cinéfilo y lector empedernido. Escribe sobre cine, arte y literatura.

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