El siguiente texto precedió al anuncio del regreso de Issa López como directora para la quinta temporada de la serie.
El efecto de la bomba fétida que derivó del desproporcionado berrinche en redes y medios de Nic Pizzolato, creador del concepto de la serie antológica True Detective (un formato similar a Fargo o American Horror Story), respecto a la cuarta temporada del programa de HBO, que en esta ocasión no tuvo participación del escritor, y fue concebida, desarrollada, escrita y dirigida por la directora y guionista mexicana Issa López, ha sido no solo viral: puede sentar un precedente hasta peligroso, debido a la rencorosa reacción de los fanbois, tanto en sus casas, como dentro de la industria.
El objeto de este odio vitriólico (e injusto), es precisamente López, quien lleva más de dos décadas desarrollando proyectos audiovisuales de calidad, que si bien tiene algunos esqueletos en el clóset (Todo Mal, que es mejor olvidar), también se ganó el respeto de Stephen King (nada menos) con su mejor trabajo hasta ahora: Vuelven (2017), una perturbadora cinta que mezcla el horror sobrenatural con el terror genuino de vivir bajo un narcogobierno, todo filtrado a través de la mirada de una niña inocente que busca a su familia desaparecida en un mundo hiperviolento. Ahora bien, si los motivos de esta aberrante persecución fueran objetivamente (¡ja, ja!) enfocados a aspectos técnicos, estructurales o de dirección -uno sabe que guiar a Jodie Foster en un trazo escénico no es cosa de enchílame otra-, sería un punto entendible. Pero que se centren en el hecho de que True Detective, uno de los numerosos bastiones de la testosterona buenaondita prevalentes en la TV estadounidense de éxito (véase la ultramisógina Breaking Bad, la clásica The Wire, la otra clásica Los Soprano, etcétera, etcétera), haya sido “manoseado” por ¡UNA MUJER!, es lo alarmante.
En un atroz arrebato del estilo “es mi fiesta y lloro si quiero”, Pizzolato usó sus redes sociales para literalmente acusar a López de haber “arruinado” su “proyecto” al haberlo convertido en una pieza “feminista” (como si fuera objetable) con rollos “dizque sobrenaturales” (¿y qué, exactamente, sucedía en varias subtramas de la primera temporada de la serie, por cierto, la única realmente relevante), convirtiendo a los personajes masculinos que solían ser el eje principal de las temporadas anteriores (Rachel McAdams es una actriz brillante que hizo lo que pudo con un personaje mal escrito en la segunda temporada, que, por consenso general es la más pinche en la serie) , aduciendo que el pecado de López no es haber “retransformado” la serie – finalmente, se trata de una propiedad intelectual perteneciente a HBO y no a Pizzolato, por lo que bajo el manto de True Detective se puede desarrollar legalmente cualquier proyecto: así podemos imaginar True Detective Tailandia, True Detective Suecia o True Detective Tepito si resultaran viables- sino el hecho de que Issa López no comparte la visión hipermasculina, y a la postre, bastante frágil de Pizzolato (ustedes perdonarán que no pueda evitar reírme entre dientes cada vez que me oigo decir ese apellido en voz alta mientras escribo) y su hueste de fanbois, porque se trata como dije antes, de a woman (a propos de nada, irónicamente, Pizzolato es padre de dos hijas).
La violencia verbal y los escasos argumentos de la andanada machista instigada por la rabieta de Pizzolato, es lo que ha llevado a niveles de absurdo la situación, si bien la elegancia de López ante la circunstancia es de reconocerse. Pero no deja de sentar un precedente inquietante: ¿las mujeres están únicamente catalogadas como creadoras de contenido “femenino”, como es el caso de Amy Sherman-Palladino, de Gilmore Girls y más recientemente de The Marvelous Mrs. Meisel? Recordemos que el universo Sex and The City es coto exclusivo de creadores completamente homosexuales desde los 90 y que casi todo el contenido “femenino” o con personajes fuertes de este sexo (¡hola, Olivia Benson!) es, o creado y producido por hombres, o cuando no lo es, en cierta forma acaba relegado a canales o plataformas y canales como Lifetime, Netflix o Hallmark, decididamente con menos presupuesto y más requerimientos de satisfacción simple e inmediata.
Que Issa López haya roto más de una barrera para presentar esta temporada con un elenco encabezado por tres excelentes actrices (además de la Foster, Kali Reis y Fiona Shaw están espectaculares, más allá de la efectividad de los guiones), es un mérito inmenso y un logro que debe llenarla de orgullo. Intentar minimizar este logro mediante una estrategia tan burda y vulgar, con un doble (o hasta triple) rasero, si tomamos en cuenta que las dos temporadas anteriores de la serie no son exactamente lo mejor que haya ofrecido HBO y que, siendo honestos, Pizzolato no es Proust (o Cormac MacCarthy, como él cree), es algo ruin y deleznable.
¿Beneficia este odioso sainete a Issa López? Uno esperaría que sí: sus próximos proyectos fílmicos (uno producido por Guillermo del Toro, otro por Blumhouse y otro más titulado Three Sundays) ya cuentan con suficiente atención mediática, y como dijo Salvador Dalí, no hay tal cosa como la mala publicidad. Pizzolato, en su intención de humillarla, ha conseguido volcar un considerable número de reflectores (incluyendo este) sobre ella y el resultado puede ser, a la larga y si juega bien sus cartas, favorable.
No obstante, si True Detective: Night Country triunfa o fracasa, se debería a sus méritos, o a sus defectos en desarrollo, o áreas de mejora u oportunidades pasadas, y no al género de su show-runner. El machismo buenaondita (y la misoginia disimuladita que lo acompaña) ha sido constante en una mayoría de contenidos que se han ofrecido al codiciado target de 18-49, y los resultados hacen que las listas de las mejores series dramáticas estén enfocadas en protagonistas masculinos con premisas muy ídem. La intención de hacer un cambio, a mí, tanto como espectador como creador, me parece algo fascinante. Desde la adaptación de Watchmen que tuvo a Regina King como protagonista, no había visto una serie con mujeres al centro (extraño Damages con Rose Byrne y Santa Glenn Close) que tuviera tanta consistencia. Acaso The Man in The High Castle, pero esa era una serie con un ensamble.
La discusión es perenne. Lo que me alarma es que la misoginia también lo sea. Que los “bros” busquen maneras de denostar lo que hace una mujer que es su igual, su par, me parece por turnos tedioso, pueril y vagamente peligroso. Pero confío que más allá de su “pecado”, Issa López -como otras cineastas: Alejandra Márquez Abella, Natalia Beristáin, Michelle Garza, Lila Avilés…- podrá seguir armando su camino, y alumbrarse como hiciera Liz Danvers en la más profunda tiniebla, con su propia luz, sin tener que rendirle cuentas a nadie.
Ni siquiera al creador de True Detective (que ha quedado como un True Defective).