Escribo esto a posteriori. Como deben hacerse las introducciones. Porque, ¿quién las escribe antes? Poner lo primero viene a ser como esperar el resultado de un partido para dar una opinión sobre el equipo. Muy cómodo, pero en este caso puedo decir de Enrique Ballester (Castellón, España, 1983) que por sus columnas (y sus libros) lo conocerán.
Alguien capaz de escribir que «el fútbol no te da de comer, pero tarde o temprano te hará feliz, una certeza sólida como pocas. Solo se necesita una pelota», merece no sólo nuestra atención, sino nuestro aplauso. Así que, adelante, los espero, que no quiero aplaudir solo.
Eras el “diez”, mediapunta, zurdo. No hay zurdo malo, creo…
Bueno, siempre hay una excepción que confirma la regla. Yo empecé siendo el “diez”, pero a medida que fui creciendo, mis entrenadores me fueron orillando a la banda, simplemente por el hecho de ser zurdo y luego retrasándome. Recuerdo mis últimos partidos de juvenil: era lateral… en la época que ponían de lateral al que ya no sabemos dónde poner.
Mis mejores recuerdos futbolísticos son de infantil, zurdito, cuando con cierta técnica ya te valía para destacar. Luego, el fútbol se va complicando. Recuerdo las palabras de un entrenador que me dijo: “Para jugar al fútbol hay que correr como si fueras el ‘malo’ del patio del colegio”. Lo que pasa es que me di cuenta tarde… como todo en la vida. Ni siquiera tuve la típica lesión de rodilla. Los bares en España están llenos de gente que presume de haber jugado con las grandes estrellas. “¿Ves a ese de la tele? Pues jugaba con él y yo era el bueno, pero me rompí la rodilla”. Yo ahora imagino los bares en veinte años llenos de gente diciendo: “Yo era el bueno, llegó el coronavirus y mi carrera se fue al traste”.
Tus inicios en el periodismo, ¿cómo inicias en el oficio?
Voy a resumir: yo era un niño muy lector de prensa, el típico niño que le preguntaban qué quería ser de mayor, enseguida dejé de poner que quería ser futbolista y mi respuesta era “periodista deportivo”, a pesar de no saber por qué. En casa había mucha tradición de lectura de prensa escrita; además de medios de comunicación, radio, televisión. Éramos muy fanáticos del deporte en todos los formatos. Encima, un primo mío abrió un kiosco-papelería, así que me pasaba las tardes leyendo todo lo que encontraba. Era un niño-adulto, un niño con hobbies de un señor de sesenta años. Leía todo, primero deportes, luego información general, cómics, revistas, incluso una de ellas que era de sucesos muy locos. Ahora lo pienso y me pregunto cómo me dejaban leer esas cosas.
Luego, ya con mi computadora, veía los partidos de la Eurocopa del ’96 y escribía las crónicas de los partidos, nada más para mí. O en las redacciones del colegio, a lo mejor escribía ahí criticando al entonces seleccionador, Javier Clemente…
Con toda la razón.
Mis compañeros me aplaudían al leerlas. Así que cuando fui al Instituto, un verano la pasé haciendo unas prácticas en la radio aquí en mi ciudad (Castellón, España), pero fue un poco traumática la experiencia. Quizá haya yo idealizado el oficio. Terminé ese verano convencido de que quería ser cualquier cosa menos periodista.
Ocurrió que pasaron los años y yo seguía con esa pulsión de salir del estadio y contar lo que había visto. Así que empecé a escribir crónicas en un medio digital, aquí en Castellón, e inexplicablemente las leía la gente. Y luego aún más y me llamaron de un periódico local para empezar a colaborar con ellos. Resulta que yo me iba de Erasmus, (la beca que te permite ir a estudiar en Europa a otros países) y desde Suecia, donde fui, escribía cada semana una columna de opinión sobre mi equipo. Pues pasó que al estar fuera yo no podía ver todas las semanas los partidos de mi equipo (Castellón FC), así que me obligué a contar mi experiencia como hincha, a fijarme en los alrededores del juego. Prácticamente es lo mismo que hago ahora con la columna (Elperiodico.com). Y por liderazgos me contrataron y estuve trece o catorce años siendo periodista deportivo, y desde hace un par soy periodista de muchas cosas además de lo deportivo.
Ahora en perspectiva, ¿esto es lo que tú querías hacer?
Esto es más de lo que yo había imaginado. Yo pensaba que para hacer determinadas cosas yo debía salir de mi ciudad, que es muy pequeñita; estamos entre Valencia y Barcelona, es una ciudad mediterránea y he hecho cosas que yo hubiera pensado que para hacerlas debía renunciar a mi vida aquí. Que debía irme a Madrid o a Barcelona, y no ha sido así. Me han llamado de sitios que no esperaba y eso, a priori, yo pensaba que era una desventaja por el simple hecho de no estar ahí y, al contrario, se ha convertido en una ventaja, que te distingue de alguna manera. Y yo al estar alejado me ha dado la oportunidad de escribir lo que he querido y como yo lo he querido. Los medios me ven como algo “exótico” que me dejan hacer y el lector se ha acercado a mí sin prejuicios. Saben de antemano que no tengo la etiqueta de “ser del Madrid o del Barcelona”, porque eso me libera de un acercamiento condicionado, por eso tengo lectores de toda España y cualquier equipo, incluso de otras partes del mundo. Aquí me tienes, hablando con ustedes.
Tu estilo, ¿lo tomas a partir de algún referente?
Creo que era la salida natural. El leimotiv de esa columna era de saber cómo vive el hincha a distancia, estamos hablando del año 2006, ahora es mucho más fácil con las plataformas digitales, entonces había muchos partidos de mi equipo que no podía ver, porque no estaba en primera división. Entonces me empecé a dar cuenta que hablando de lo mío, algo muy pequeñito, me permitía conectar con gente totalmente distinta. El fútbol te permite pulsar sentimientos y emociones universales. En muchas ocasiones no tengo necesidad de poner el nombre del equipo del cual soy seguidor, con solo nombrar “mi equipo” automáticamente las personas se identifican, lo cual es una paradoja porque, al final, todas las aficiones se sienten únicas, especiales, y luego te das cuenta que en el fondo todos somos muy parecidos, porque esto es un sentimiento humano; es universal en ese respecto.
¿Qué significa para ti (el estadio de) Castalia?
Cuando uno es niño, a la mayoría de nosotros nos llevan nuestros padres. Es años después cuando uno empieza a reflexionar y empieza a construir ese cuerpo teórico de argumentos racionales acerca de una pasión irracional. Podemos argumentar sobre identidad, sobre comunidad, pero creo que es algo más simple, más emotivo que se reduce a si te gusta o no te gusta. Y está bien que queramos respetar ese argumento lúdico del deporte y, aunque a veces parezca que es un sacrificio, un sufrimiento, tenemos que esforzarnos en que sea algo divertido, esa maniobra de evasión cada semana, cada quince días. Y luego sí, construimos todas las teorías que queramos, pero hay un punto salvaje y sentimental en el fútbol que hace que nos interese durante tanto tiempo, que no nos agote, porque nos toca algo muy antropológico.
El fútbol actual, tan explotado, comercializado, con la Champions, la Europa League, la Superliga, la propuesta para hacer un mundial cada dos años, ¿cómo lo sientes?
Lo siento con resignación y también siendo consciente de que ese fútbol que añoramos, en mi caso el tránsito de los años ochenta a los noventa, que fue el fútbol que yo conocí, a lo mejor para mi padre o para mi abuelo ya era un fútbol demasiado mercantilista. El mundial que me atrapó de forma febril fue el de Estados Unidos ’94, y seguramente para mi papá sería un mundial en un país sin tradición, la Coca-Cola, un montón de merchandising, el primero con el nombre en el dorsal, los árbitros que iban de colores… A lo que voy es que a lo mejor había gente entonces que pensaba que el fútbol perdía toda su esencia, todo su valor. Yo al fútbol se lo perdono todo, sé que me la están metiendo doblada con la Súper Copa en Arabia, con el mundial en Catar, pero la propuesta de la Súper Liga, eso es intolerable, es un hasta aquí. Ahora, también es verdad que ese “hasta aquí” en la vida lo he dicho muchas veces. Y al final termino cayendo en el fútbol, con más o menos pasión, con más o menos distancia, pero los que manejan los hilos del fútbol saben que la clientela se renueva constantemente y que aunque nosotros nos distanciemos un poco, pero siempre habrá una generación que continúe. Yo lo noté con mi hijo, regresamos al estadio y percibí esa fascinación que yo tuve cuando iba al campo las primeras veces. Por eso ya nos toca asumir el papel que tenían nuestros padres “no te compres unas botas de fútbol que sean de colores
Los botines deben ser negros, siempre…
O ahora ya los hay sin cordones, que me parece, el invento del siglo, incluso arriba de la vacuna contra el coronavirus.
¿Qué significa el Castellón en tu vida?
Ha sido muchas cosas buenas, ha sido un elemento en mi vida muy importante, no sabría decir si en algún momento ha sido una condena. No es algo con lo que yo sienta la libertad de decir “esto, ya no lo quiero más”, yo he sentido cierta atadura, a veces dolorosa, a que mi destino ha estado unido al del Castellón, El club ha logrado reinventarse, ser el representante de la ciudad, ya sea en primera, segunda o incluso tercera división. Llegó a tener más socios en tercera que en primera. Yo estuve cubriendo informativamente al equipo, y se crean una cantidad importante de vínculos emocionales, más allá de lo saludable, sobre todo cuando la cosa va mal. Tu vida es el club; para las personas tú eres la voz del club, cualquier conversación que tienes con alguien, la gente te va a hablar de eso y ahora he tomado una distancia bastante sana que me ha ayudado a aligerar el drama y a reírme de mi mismo. En mi caso, a pesar de que mis padres no son de aquí, yo sí, y si algo le afecta al club, me afecta. Eso resuelve bastantes cuestiones identitarias. Eso me ha ayudado a ahorrarme el diván.
¿Tu esposa cómo lo lleva?
La verdad es que a ella no le importa el fútbol. He contado muchas veces la anécdota: de chica pensaba que Romario, Ronaldo y Ronaldinho eran la misma persona con apodos distintos. Y eso a mí me ha venido bien, en esos años que mi vida giraba al cien en torno al Castellón, cuando llegaba a casa podía desconectar. Hay un pacto tácito de que no se habla del tema. Ya que lo único que me faltaba era a mi mujer preocupada por si el Castellón desaparecía o no.
Tu columna, ¿cómo se ha adaptado a todo? ¿Te han marcado pauta de alguna forma?
Es que todo esto, con el tiempo que ha pasado, ya no me tengo que autoconvencer de nada, me pasa con las columnas que son muy intuitivas, como empecé a hablar desde el yo de la vida del hincha, desde fuera, de los alrededores, y a pesar de que sigo haciendo lo mismo, yo no soy el mismo, ni mis circunstancias, ya no aparecen fiestas, resacas; ahora aparecen mis hijos, pero todo es de forma natural.
A mí me dijeron “haz lo que quieras”, que en realidad es lo peor que te pueden decir, porque si sale mal es culpa tuya, no le puedes echar la culpa a nadie, incluso un día escribí una columna donde me metía con el jefe de mi jefe, para ver si me decían “esto no” y no pasó nada. Antes de tomar el nombre que tuvo la columna (Barraca y Tangana) la sección se iba a llamar “Ni puta idea de fútbol”, pero como estaba localizada en la contra del periódico, el director le dijo al encargado de deportes que posiblemente no iba a verse muy bien con ese nombre, así que decidí modificar el título de la sección. Pero nada más, el contenido, a pesar de que a veces he puesto a prueba la paciencia de mis jefes y mis editores ¡no hay manera de que me censuren! Yo quisiera ser un mártir pero no se ha dado.
El periodismo actual, ¿cómo lo ves? ¿Tienes a alguien que te gusta leer, algún referente?
Hay cosas que no me interesan, nadie me obliga a consumirlas. Creo que lo bueno de este momento es que hay un montón de gente que está haciendo cosas distintas, en diversos formatos y todos los que seguimos el periodismo deportivo podemos encontrar algo que nos llene, que nos guste, que nos interese, esto a pesar de que todo pueda indicar que debemos consumir un tipo de determinado tipo de periodismo. Siempre encuentras a quién leer, tanto en prensa nacional como en prensa local, hay gente haciendo buenas crónicas, buenos reportajes, buenas entrevistas, opiniones valiosas. Te diría mil nombres; bueno, mil no, pero quince o veinte sí que te diría. Por ejemplo, la colección Hooligans Ilustrados (Libros del KO) es muy buena. Lo que te decía, gente de distintas generaciones, de distintos puntos del país y todo confluye en una manera determinada de afrontar el futbol, la vida y el periodismo. Y para mí el referente —siempre lo he dicho— es Enric González.
Cuando Enric empezó a escribir esa columna en El País de Historias del Calcio, de alguna manera utilizaba al fútbol no sólo para hablar del fútbol o de la actualidad, sino para hablar de cosas atemporales, para explicar, prácticamente, una sociedad entera. No sé si fue el primero en hacerlo, pero sí el primero que leí. Yo, ante la duda de algún tema sobre el que debo opinar, busco en Google a ver si Enric González ha escrito sobre eso. Y también hay gente de mi generación, Ander Izagirre, que me parece que es un cronista fantástico —y eso que me parece que no le gusta mucho el fútbol—, Manuel Jabois… Yo tuve la oportunidad de escribir en un blog colectivo, Diarios de Fútbol, y ahí conocí un montón de gente de distintos puntos de España que ahí compartíamos una manera particular de ver las cosas y de afrontar los textos, por ejemplo: Galder Reguera, Miguel Gutiérrez, Sergio Cortina, etc. Y ahí aprendí mucho. Dejé de escribir sólo para mi público, dejé de pensar de manera local para hacerlo de un forma más global y es cuando me dí cuenta que funcionaba igual fuera que dentro.
La inmediatez, la cultura de lo inmediato, es la contracara de esto…
Bueno, tiene que haber de todo, yo no reniego de eso. Debe existir periodismo que cubra la actualidad, que sea rápido, que sea ágil, que dé noticias. A mí me gustan las noticias, tener tus fuentes. Hay periodistas que yo admiro que no han dado una noticia en su vida y los hay aquellos que no pueden escribir dos frases seguidas y que tienen una agenda que es oro, que les coge el teléfono quien y cuando se los tiene que coger. La grandeza radica en que en una redacción cabe de todo; perfiles complementarios, que realmente es lo importante. Es como un equipo de fútbol realmente. No puedes tener once mediapuntas mentirosos, debes tener un lateral derecho como Dios manda, un central que reparta y un delantero tanque y creo que el oficio tiene eso bueno, no podemos ser todos Enric González, tiene que haber perfiles complementarios, distintos. El periodismo tiene un problema de precariedad general, estructural, más que de calidad y por los periodistas en sí.
¿Por los medios? ¿La oferta y demanda? ¿La situación en general?
Por todo, esto podría dar para una tesis. Yo he tenido suerte. El periodismo por muchos años ha sido un lujo que me podía permitir. A lo mejor con una situación económica distinta, yo hubiese tenido que dejarlo a los 25 años y no estaríamos hablando. Pero una serie de circunstancias vitales permitieron que yo siguiera en este oficio. Y esto no debería ser así, en otras áreas es muy claro que cualquier trabajo que haces debe ser remunerado y que tu trabajo tiene un valor económico, y en el periodismo se ha entrado en esa trampa, en esa espiral, ignoro por qué, de aceptar cosas que no se deberían aceptar y esto ha generado la precariedad de las que estábamos hablando.
¿Tienes algún tipo de corrección política? Recuerdo un texto sobre fútbol femenino donde se malentendió tu objetivo.
No, si se entendió mal es seguramente porque lo escribí mal. Sí, el lector que está habituado a lo que yo hago, sabe que eso evidentemente que era una ironía o un sarcasmo. Que una futbolista reciba insultos por irse al Madrid, significa que la “igualdad” está llegando. Y tristemente es verdad, hace diez años a nadie le hubiera importado que una jugadora cambiara de equipo. Después tuve que matizarlo un poco, incluso el artículo que aparece en el libro (Otro libro de fútbol) aparece así, indicando que está mal, que no hay que insultar a nadie, pero la paradoja es esa, que realmente es un síntoma de un avance del fútbol femenino. Pero es algo normal si te leen fuera del nicho que normalmente te consume. Si algo tienen las columnas es que me río de mi mismo, de lo idiota que soy.