En estas fechas navideñas, todos somos, de alguna manera, un poquito de James Stewart, otro tanto de Robert Downey y Bruce Willis y, desde luego, una buena dosis de Kate Beckinsale y Keira Knightley.
Qué bello es vivir; Frank Capra
Considerada como una de las películas navideñas más idolatradas de la historia del cine, ¡Qué bello es vivir! (1946) es una conmovedora experiencia que justifica en sí misma la invención de un arte tan fascinante como el cine; se trata de descubrir el viaje de un ser humano desesperado y su reencuentro con las bondades (y complejidades) de la vida, justo en la víspera de navidad. George Bailey (James Stewart, icónico) es un hombre que se ve forzado a retrasar sus sueños en la misma medida que las responsabilidades van en aumento. Después de varios incidentes, un día decide suicidarse, por lo que un ángel aparece para mostrarle lo que sería un mundo sin su presencia. Atormentado ante un entorno pesadillesco donde nadie lo conoce, Bailey retoma y redescubre su vida gracias a la magia de la navidad, mientras su familia y amigos entonan villancicos en uno de los desenlaces más reconfortantes que se recuerden, donde todo el conflicto se resuelve de forma optimista. ¡Qué bello es vivir! era una película necesaria a mediados de la década de los 40, después de finalizada la Segunda Guerra Mundial. El gran director estadounidense Frank Capra, filma una historia tan entrañable como oportuna, encapsulando los símbolos de esa Norteamérica mítica donde el valor y la generosidad individual, triunfan sobre la perversidad colectiva. Basada en el cuento The Greatest Gift de Philip Van Doren Stern, y con claros atisbos a la literatura de Charles Dickens y su Cuento de Navidad, estamos ante un clásico navideño con emisión televisiva obligada durante las fiestas decembrinas en muchos hogares norteamericanos; una película atemporal que presume la elegante fotografía de Joseph Walker, legendarias actuaciones de Donna Reed y Henry Travers, cinco nominaciones a los Premios Oscar (película, director, actor, montaje y sonido) y 130 minutos de un himno visual a la bondad y la esperanza, que, sin ser perfecto (manipulador, ante todo), resulta poderosamente entretenido.
Silent Night; Camile Griffin
Felizmente casados y padres de tres niños, Nell (Keira Knightley) y su marido, Simon (Matthew Goode), anualmente celebran con sus amigos Nochebuena y Navidad en su casa ubicada en la campiña inglesa, cerca de Londres. El entusiasmo de los anfitriones augura que será una celebración alegre con abundante comida, bebida y bonhomía, aunque hay algo ominoso en el ambiente: cuando amanezca la mañana de Navidad, todos habrán muerto, y lo saben. La manera fácil de describir Silent Night, debut como directora de Camille Griffin, sería decir que se trata de una mezcla de Melancholia y Love Actually con toques de El ángel exterminador. Esto sería reducir un esfuerzo creativo que con un presupuesto limitado, elenco sólido y un guión que, si bien no es perfecto, lidia con lugares comunes para mostrar una situación extrema sin caer (y pudo hacerlo más de una vez, el tema se presta) en la histeria o el dramón. Mucha de la historia se filtra a través del hijo de 11 años de los anfitriones, Art (Roman Griffin Davis, de Jo-Jo Rabbit), y sirve para mostrar lo incomprensible y absurdo de la situación, que a la luz de su inocencia es más escalofriante. ¿Por qué tienen que morir todos lo que ama? ¿Qué pasa con la gente sin hogar o familia? ¿Por qué sus padres tienen que matar a sus hijos si ellos no quieren morir? — las preguntas que plantea con candidez se extienden y provocan una conexión con el espectador. Películas apocalípticas hay de todo tipo, mas el concepto de presentar el fin del mundo (un gas venenoso de desconocido origen recorre Europa, deja una estela de destrucción y muerte a su paso) en el contexto de la Navidad (que sí, es época de amor, paz y fraternidad, pero también es reconocida como la época en que los suicidios aumentan exponencialmente) funciona de modo muy eficiente con escenas que lo mismo enternecen, que crispan los nervios. El problema que tiene toda obra apocalíptica, es que uno ya sabe lo que va a pasar; no obstante, Griffin se las ingenia para mezclar emociones de tal forma que (la mayoría de) los personajes nos importan y nos involucran en su dilema. Para el espectador que gusta de las películas navideñas cálidas y románticas, esta película puede resultar desconcertante, pero para aquellos que gustan de los experimentos de tono y género y que pueden ver más allá de las campañas de marketing, arriesgándose con propuestas más atrevidas, puede ser una experiencia distinta a lo habitual, y una historia más original sobre gente como uno, en una situación extraordinaria.
Duro de matar; John McTiernan
Esa idea de que las películas navideñas tienen que ser con Santa Claus como protagonista y una trama de corte emotivo por cuestión de la época decembrina, se esfuma de inmediato con John McClane (Bruce Willis). En cuanto este policía aparece en tu vida, la filmografía navideña de tus gustos la ubica en el Top 3. Contemplar la Navidad desde explosiones y descargas de plomo es sumamente atractivo y enriquecedor, tanto porque se irrumpe con las narrativas de comedia o melodrama como por el simple hecho de entretenerse con una película diseñada para esa finalidad. Ver cómo McClane hace añicos a un rascacielos de Nueva York en pleno día de Nochebuena para detener a una banda terrorista liderada por Hans Gruber (Alan Rickman) genera un placer gozoso para quienes poseen un amable carácter grinch. ¿Por qué? Porque en el fondo se asimila a ese caos deseado en la cena navideña propiciado por pleitos familiares irrelevantes e innecesarios, pero que siempre surgen de la manera más absurda o inverosímil. Tan inverosímil como la premisa que coloca a McClane al interior de ese edificio, es decir, la búsqueda de una reconciliación con su esposa. El tipo solamente quiere recuperar el amor de la ladrona de sus suspiros, sin embargo termina por ponerse a trabajar de manera fortuita. ¡Y de qué forma! Adrenalina del llamado “cine industrial” al que ningún cinéfilo le huye. Mucho menos cuando Bruce Willis tiene pinta de un tipo que puede ser cualquiera de nosotros. Claro, un sujeto que siempre y cuando se dé tiempo de ir al gimnasio aunque nomás sea para hacer brazo. Ahora que el actor se ha retirado del cine tras ser diagnosticado de afasia, Duro de matar es una extraordinaria opción de recordarlo y tenerlo presente como uno de los grandes héroes del género de acción, además de agradecerle por hacernos notar que no se necesita a Papá Noel y sus renos para salvar la Navidad.
Kiss Kiss Bang Bang; Shane Black
En un mundo donde todo parece una parodia involuntaria, encontrar una que además de dar risa, realmente implique un homenaje a aquello de lo que burla, es casi un milagro. Kiss Kiss Bang Bang (Black, 2005) es una apuesta arriesgada por la multiplicidad de géneros que parodia. Y lo realmente asombroso es como lo logra a la perfección con cada uno de ellos. En aparencia es un neo noir a la Cohen, donde los personajes son bufones profundos e ingeniosos. Robert Downey Jr. es Harry Lockhart, un ladrón vuelto actor que a su vez se hace detective en una de sus mas infravaloradas actuaciones previa al mega estrellato Marvel. Val Kilmer es “Gay” Perry van Shrike, detective privado: masculino, violento, mordaz y, sí, gay. Michelle Monaghan es Harmony Faith Lane, eterna debutante, interés romántico y detective protagonista por cuenta propia. El guion, estructurado por capítulos nombrados con obras de Raymond Chandler, va y viene en flashbacks construyendo con diálogos la mejor película de acción “Buddy Cop” al nivel de Arma Mortal o Duro de Matar tres. Y por último, resulta ser una excelente comedia negra y navideña. De alguna forma, en un robo fallido a una juguetería en NYC buscando el regalo a un sobrino, acaba en una intriga en L.A. con golpizas entre arbolitos con series, cadáveres sembrados en cuartos de hotel y fiestas con villancicos donde Monaghan es femme fatale, damsel in distress y Sexy Santa simultaneas. Pocas películas plasman mejor la paranoia en obligatoriedad absurda de ser feliz en las fiestas decembrinas. Desde una perfecta ironía, las grandes parodias y sátiras se convierten en aquello que ridiculizan. Así Kiss Kiss Bang Bang es una gran comedia neo noir y, desde su contradicción, una gran pelicula de navidad.
Serendipity; Peter Chelsom
Me gusta pensar que Kate Beckinsale es lo más cercano en la tierra a la Nena Daconte garciamarquiana. El entrañable papel que le bordó el director británico Peter Chelsom en esta película de 2001, estrenada en el mismo año que Pearl Harbor, precedió a la Beckinsale de Underworld y a la de El aviador, donde encarnó ni más ni menos que a Ava Gardner —gracias por tanto, Martin Scorsese. La verdad es que Serendipity es la típica película de género, sin pretensiones de ser algo más. Pero funciona. Funciona porque John Cusack está maravilloso y la Beckinsale destila un encanto sobrenatural. Y, sobre todo, porque deviene en la gran metáfora sobre la cita perfecta: Navidad, Nueva York, la pista de patinaje de Central Park, la fuerza del destino y la confesión de Cusack en torno a que su película favorita de todos los tiempos es Cold Hand Luke (You’ve never seen Cool Hand Luke? Paul Newman? Oh my god!). Todo comienza cuando Cusack y Beckinsale, dos perfectos desconocidos —y encima comprometidos—, coinciden en una tienda departamental en Manhattan, mientras ambos tratan de hacerse de los únicos guantes negros de cachemira disponibles. Los devotos de García Márquez agradecerán el guiño a El amor en los tiempos del cólera, no solo porque Beckinsale le apunta el teléfono en una edición del libro, sino por ese ir y venir perpetuo del carajo. Dios bendiga las comedias románticas navideñas.