Especial de cine: periodismo

Ahora que el periodismo está pasando horas bajas, la redacción purgante se propuso rescatar del olvido algunas cintas con temática periodística o en la que reporteros y fotógrafos de fuentes que están en las antípodas se ven, por distintas circunstancias, envueltos en la trama.

Philomena; Stephen Frears

Dirigida por Stephen Frears, Philomena es la adaptación de la novela El hijo perdido de Philomena Lee, escrita por el periodista e investigador Martin Sixsmith. La historia basada en hechos reales, nos muestra el proceso de investigación de Martin (Steve Coogan), quien después de quedarse sin trabajo se involucra por primera vez en un reportaje con tintes humanos, como él mismo lo describe. Y va sobre Philomena (Judi Dench), a la que, cincuenta años atrás, arrancaron a su hijo de las manos debido a las convenciones de la sociedad irlandesa, sin espacio para una madre soltera. Él se da cuenta de que esta historia puede conseguir mantenerlo activo en medio periodístico y se embarca entonces en un viaje de investigación y búsqueda de aquel hijo perdido, acompañando a Philomena en este incierto camino. Frears nos mantiene atentos alternando dos tiempos narrativos; por un lado seguimos la travesía en el presente como observadores de una forzada convivencia, la cual genera  grandes momentos de humor de la cinta, aligerando así el drama. Dos seres muy distintos, cada uno con su personalidad, clase social y educación totalmente opuestas. Ella, devota a pesar de su experiencia con la iglesia como institución, mientras que él ateo y cínico, un verdadero corto circuito de ideas y pensamientos que resulta cómico e interesante. Por otro lado, tenemos un segundo tiempo narrativo presentado en forma de recuerdos que aclaran los sucesos del pasado cuando es ingresada a un convento y separada de su hijo por las monjas que tenían encerradas a varias jóvenes por el mismo pecado. Estos instantes de la cinta son los más dramáticos y dolorosos porque nos revelan el contenido de la investigación y nos hacen experimentar el quehacer del periodista, arrojando luz sobre un tema por tantas décadas oculto. La combinación de pasado y presente, pero sobre todo la emotiva interpretación de Judy Dench hacen de ésta una cinta entrañable, que nos expone a una penosa realidad, pero a la vez destaca la entereza y el ánimo para sobrellevarla de este personaje tan excepcional como lo es Philomena. 

Salvador; Oliver Stone

Enérgico híbrido entre documental, biopic y cine bélico, Salvador (1986), del siempre polémico Oliver Stone, establece los elementos temáticos y estéticos que gobernarán en adelante su filmografía: turbulentos universos políticos donde cuesta distinguir entre héroes y villanos. A inicios de los 80, Stone se topó por casualidad con el periodista Richard Boyle, quien le mostró textos inéditos sobre sus experiencias cubriendo guerrillas en Centroamérica; el cineasta quedó tan asombrado con la sordidez del relato, que le propuso al también fotógrafo escribir un guion para filmar una película. Ante la negativa de los grandes estudios de respaldar el proyecto, Oliver Stone buscó financiación en México y Reino Unido, reclutó al cinefotógrafo Robert Richardson y a los actores James Woods y James Belushi en los papeles centrales, convirtiendo la idea original en un entresijo pesadillesco sobre un periodista freelance atrapado en la barbarie de la insensatez militar/guerrilla. Richard Boyle carga con deudas y adicciones, por lo que decide regresar a El Salvador para evitar la miseria y rescatar de paso a una antigua novia y sus hijos. El filme de Oliver Stone es crudo y audaz, exhibiendo las complejidades de un oficio que se ejerce en parajes salpicados de sangre, entre montañas de cuerpos en descomposición, monjas violadas y sacerdotes acribillados en plena misa dominical, mientras el tío Sam subvenciona al ejército salvadoreño y Ronald Reagan se convierte en el surreal presidente 40 de los Estados Unidos. Salvador posee tremendas secuencias de acción que sumergen al espectador dentro del vórtice de locura bélica; se corre, se escapa, se miente y se adula, incluso, se puede morir por una fotografía. Oliver Stone, que ya había ganado un Oscar algunos años antes gracias al guion adaptado de El expreso de medianoche (1978) de Alan Parker, recibió dos nominaciones al Oscar para Salvador (mejor actor y mejor guion original), además de catapultar (y salvar) para siempre la carrera del director nacido en Nueva York, quien después presentaría en la misma línea Pelotón (1986), Nacido el 4 de julio (1988), JFK: caso abierto (1991) y Nixon (1995), invariablemente con su mirada crítica sobre los gobiernos, la corrupción y la hipocresía política. Estudio profundo y honesto sobre las tribulaciones del periodismo, Salvador no solo se filmó en México, también cuenta con un elenco secundario de histriones mexicanos, entre los que desfilan: Jorge Luke, Salvador Sánchez, Roberto Sosa, José Carlos Ruiz y la gran Elpidia Carrillo.

The Philadelphia Story; George Cukor

George Cukor completó The Philadelphia Story en 1940, un año después de que la obra de Philip Barry se estrenara en Broadway. Katharine Hepburn, que también protagonizó la producción teatral, recibió los derechos de la obra como regalo del magnate Howard Hughes y se propuso hacer la película después de que la MGM accedió a dejarla elegir a sus coprotagonistas. De ahí que haya un contraste entre el chocante Jimmy Stewart y el formidable Cary Grant, que al mezclarse con Kate Enormissima, resulta en un filme radiante de carisma. Sensacional y vivaz, Tracy Lord (Katharine Hepburn), una chica de sociedad, se prepara para casarse en segundas nupcias tras divorciarse del pícaro C. K. Dexter Haven (Cary Grant) que falló ya que ninguno quiso ceder control y no supieron congeniar. Mientras se hacen los preparativos finales para la boda, la popular revista Spy envía a dos reporteros, el metiche y encajoso Mike Connor (James Stewart) y su colega, la sagaz Liz Imbrie (Ruth Hussey), a la mansión familiar en Long Island, para hacer un reportaje exclusivo con muchas fotos de uno de los eventos sociales más grandes del año. Dexter los cuela presentándolos como conocidos suyos. Ella los descubre, pero se ve obligada a cooperar cuando la amenazan con publicar la relación de su padre con una lagartona. Tracy accede, pero poco a poco se da cuenta de que quizá el matrimonio en que se adentra no es realmente lo que espera y una serie de enredos ponen a los tres principales en distintas situaciones que les revelarán al caer la noche, un destino muy distinto al que imaginaban por la mañana. El filme es muestra del carisma de sus estrellas, y queda muy claro que éstas se inspiran mutuamente. Esta energía frente a la cámara hace que la cinta sea más efectiva de lo que el guión ofrece; es difícil imaginar que sin la mano de Cukor habría tantos y tan eficientes contrastes. La Hepburn es tan brillante en su interpretación, que es imposible permanecer indiferente a su personaje, al margen de sus razones, y esto finalmente es lo que la hace tan especial. 

Almost Famous; Cameron Crowe

Todo comenzó como un sueño en el San Diego de 1969, cuando un niño, más niño de lo que él cree, aspira a convertirse en Atticus Finch mientras crece al lado de una madre estricta no sólo con la redacción y las palabras. Es entonces cuando descubre que al indagar en las historias de otros y corroborar datos ajenos se puede ir desempolvando nuestra propia historia, por lo que comienza la búsqueda de su libertad e identidad a través de la música, los vinilos de su hermana y un artículo que debe escribir para la revista Rolling Stone. Almost Famous (2000), de Cameron Crowe, es un coming-of-age que sin ser una película que apele al onirismo, se mantiene en la estela de un sueño de inicio a fin, ese de muchos adolescentes talentosos que escriben ensayos escolares buscando compartir su pasión más desbordada a través de una maquina de escribir, pluma y papel, o el teclado de una computadora. Asimismo, retrata el cómo es recibir la primera oportunidad de mostrarse ante los pesos pesados del periodismo, en este caso por parte del crítico de rock Lester Bangs -deliciosamente personificado por Philip Seymour Hoffman- quien le establece las reglas del periodismo musical al quinceañero William Miller (Patrick Fugit) para desenvolverse en el relativamente intransigente mundo del rock and roll: ser honesto y despiadado. La inocencia y el entusiasmo del joven William chocan de frente contra la necesidad de polémica que toma lo que nos gusta y lo destroza mientras se confronta ante lo que los demás ven en un periodista o crítico: un enemigo. Aunque la película pretende sumergirse al mundo del rock y su desenfreno a través de un atractivo vitral de figuras noventeras, la película se queda estacionada en la cursilería juvenil para representar los diversos abordajes periodísticos de todo aquel que va empezando en el mundo de la redacción; discutirse entre los jefes y uno mismo, el compromiso y la autenticidad, los vínculos afectivos que se forman, los cuales, como periodista, tienen que ser distantes y a la vez genuinos. Esta es la historia de aquellos que toman pluma y papel, más de vocación que de profesión, buscando descifrar a otros a través de la redacción periodística y terminan descifrándose a sí mismos. 

Reportaje; Emilio Fernández

Casi ningún realizador ha logrado salir indemne de las película corales y esto, a pesar de la buena estima que le tengo como producto final, no excluye a Reportaje, del legendario Emilio Indio Fernández. Pese a que las ambiciones narrativas del metraje se diluye considerablemente para consagrarse en exclusiva a la sucesión más o menos esquematizada de estrellas (María Félix, Pedro Infante, Jorge Negrete, Tin Tan, Clavillazo, Joaquín Pardavé, Dolores del Río), los primeros ocho minutos son una lección magistral sobre el periodismo y la prensa escrita. La premisa es clara y contundente: el dueño de un periódico (Arturo de Córdova), cansado de ver boletines oficiales y notas generalistas que se replican en otros medios, le exige a su jefe de redacción (Miguel Ángel Ferriz) un volantazo editorial en la víspera del Año Nuevo. Para motivar a la plantilla de reporteros, éste ofrece un cheque de 10 mil pesos para aquel que traiga «la noticia más sensacional, más extraordinaria, de mayor impacto para el público» para darle carpetazo al 31 de diciembre; pidiéndoles que, de ser posible, detengan el tiempo. Ya desde entonces, 1953, saltaba a la superficie el debate sobre qué es y qué no es periodismo y la idea de la exclusiva como el único ascensor social y profesional posible. Tras ser increpado por su jefe, el editor general se envuelve en una arenga con sus subalternos que luego es interrumpida por Humberto, un reportero indolente interpretado por Roberto Cañedo, quien con un cinismo desbordante le dice que «así es el periodismo ahora»; no como antes, «que había que fajarse duro». 70 años después, las redacciones sigue librando una cruenta batalla para distinguirse editorialmente del resto, aunque su dependencia del oficialismo y el poder económico, su poco olfato periodístico y su indiferencia por las historias humanas no han menguado ni un ápice. El tiempo, por desgracia, cada vez se detiene menos. 

El síndrome de China; James Bridges

Hoy es sólo una película. Pero… ¿podría ocurrir realmente? rezaba el póster de El síndrome de China en 1979. La pregunta formulada como gancho publicitario obtiene una cruda respuesta 44 años después, y es sí. Lo planteado en la ficción dirigida por James Bridges ocurre en nuestra realidad actual. La televisión ha convertido la tragedia en espectáculo escudándose en el pretexto de informar. Si hay muertos o eventos trágicos, la noticia se capitaliza como show para satisfacer a una audiencia que acepta consumir lo que le imponen. No por nada el inicio del filme nos muestra a Kimberly (Jane Fonda) mirándose al espejo antes de entrar al aire. Dicho espejo nos lo pone de frente a los espectadores para que asumamos nuestra responsabilidad en el consumo de información. ¿Queremos informarnos o entretenernos con la desgracia? A la par, Kimberly nos adentra desde el principio a presenciar el engaño de que la televisión es un medio para hacer periodismo. Ella quiere ejercerlo con seriedad, desea ser una periodista en todo el sentido de la palabra, pero se lo impiden. Entre otros factores, por ser mujer. Consideran que únicamente es capaz de cubrir el cumpleaños de un animal en el zoológico. Toda vez que se le presenta la oportunidad de informar sobre un suceso de suma relevancia y trascendencia para la población, tal como es el caso de la factible explosión de una planta nuclear con repercusiones terribles, la obstaculizan. ¿Quiénes? En primer lugar, su propia cadena a través de los superiores porque no quieren meterse en problemas con empresarios y funcionarios. En segundo lugar, la planta nuclear que busca operar con materiales de pésima calidad y permisos irregulares. Jack (Jack Lemmon) es un ingeniero que pasa de defender la operación de la planta a una clara intención de denunciar la corrupción en su interior. Para decir la verdad pide ayuda de Kimberly, en quien confía por su vocación periodística. Sin embargo, Jack es frenado con un acto violento por parte de los directivos de la planta para silenciarlo. Asimismo, Kimberly es afectada para dar esa noticia luego de cortarle la transmisión en vivo. Es entonces cuando la posible tragedia nuclear deja de ser lo prioritario en materia de información y la atención se concentra en lo ocurrido con Jack, un hombre al que además se le difama para ensuciar su nombre. Hoy día, por ejemplo, para los noticieros televisivos no es importante que sigan cometiéndose feminicidios en el país ni sus causas, sino mostrar videos de los asesinatos a mujeres, víctimas a las que aparte revictimizan. Tampoco es de su incumbencia abordar situaciones que vislumbren tragedias en el futuro y prefieren aguardar a que ocurra el horror para tener show por ofrecer. Por eso proyectan e impulsan a presentadores de noticias, que no periodistas, porque el periodismo estorba al espectáculo y al capital. Desafortunadamente así se lo han inculcado a un público que elige la desgracia ajena como entretenimiento.

Good Night, and Good Luck; George Clooney

El periodismo está en crisis. ¿Cuándo? Siempre. Un oficio cuya esencia es la confrontación de la verdad con el poder -político, económico o social- está forzado a mantenerse en un estado perpetuo de alerta. En la era de la posverdad y el universo alterno de las redes sociales, la información parece estar al alcance de todos todo el tiempo; haciendo que la crisis actual sea sobre su necesidad, su utilidad y su negocio. Good Night, and Good Luck (Clooney, 2005) abre en 1958 con una versión condensada del profético discurso en la Radio-Television News Directors Association and Foundation de Edward R. Murrow -figura totémica del periodismo estadounidense, interpretado magistralmente por David Strathairn-. Ahí, confronta a su gremio y sociedad sobre la autocomplacencia intelectual, la información transformada en espectáculo y las noticias sometidas al rating. Lo que no toca el discurso es la persecución ideológica: eso es materia de la película. De vuelta a 1953, en una estética Mad Men antes de Mad Men en blanco y negro, George Clooney, quien actúa y dirige -hijo de un anchorman que idolatraba a Murrow-, construye una película concisa sobre la batalla entre el programa See It Now de CBS contra el Macartismo y su abyecta visión fanática sobre el patriotismo. La censura surge poco a poco: una “petición” del ejército para no publicar una nota, el recordatorio de la estructura del negocio televisivo y la amenaza directa con la declaración, sin fundamentos ni pruebas, destructora de vidas y carreras: “es comunista”. Estoicos, Murrow y su equipo muestran el rostro del Macartismo hasta orillar a su máximo perpetrador, el epónimo senador McCarthy, a su autodestrucción pública. La película regresa al discurso, cerrando con una nota esperanzadora sobre el futuro de la televisión como herramienta educativa. En la actualidad estamos adentrándonos a una etapa de puritanismo social y persecución ideológica. Donde la calidad personal del informador tiene igual o más peso que la información misma. En un mundo donde todos se creen “periodistas”, nadie necesita serlo. Y por ello creo que la rueda volverá a girar, demostrando que un sujeto, profesional, aun sin compartir las características subjetivas de aquello que informa, puede informarlo directamente y mejor, provocando un debate y un cambio para bien en la sociedad. El periodismo está en crisis, aguardando que los titanes como Murrow logren salvarlo. Ante ello sólo nos queda decir Good Night, and Good Luck.

Holy Spider; Ali Abbasi

Entender que el periodismo puede ser una tarea quimérica, pienso, siempre dará más carga de dignidad a la empresa de contar (y encontrar) la verdad. En Holy Spider (tercer largometraje del director danés nacido en Irán Ali Abbasi) la protagonista de la película lleva a cuestas lo que se percibe de inmediato como una lucha con todas la de perder; como mujer, el contexto le asegura los malos ojos de todos los círculos sociales con los que se relaciona, se predetermina la violencia y la intimidación hacia ella por el simple hecho de su género, pero la situación resulta aún más compleja mientras se le van sumando realidades que le juegan en contra. Ahí es donde el filme muestra sus ideas más apoteósicas, justo cuando enfrenta a la sociedad contra la verdad y la justicia (armas que deberían de ser lo suficientemente categóricas como para no permitir la polémica), sin embargo, en una idiosincrasia ultraconservadora como la de Medio Oriente, esto tiene un entramado más pantanoso. Es importante que el asesino sea un hombre como cualquier otro de la ciudad santa Mashhad, nada especial lo envuelve ni lo distingue del resto y eso advierte el peligro (en forma de fatwa) de lo que Hannah Arendt bautizó como la banalidad del mal en el tratado filosófico Eichmann en Jerusalén; un fenómeno donde lo atroz, al estar secundado por un colectivo popular, se vuelve permisivo e incluso valioso. La labor periodística entonces debe encarar no solo la revelación de los hechos, sino que debe plantearse ante ideologías que están dispuestas a aplastar la investigación con el peso del fanatismo y la superstición. Sin embargo, un atisbo luminoso se mueve entre las sombras en Holy Spider, e interviene como cómplice racional ante la insania y la insensatez. 

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