Categorías
Cine

KIDS (1995) DE LARRY CLARK: TRANSGRESIÓN Y NIHILISMO PRE 11/S

El 21 de julio se cumplen 28 años del estreno de Kids (1995), película transgresora y provocadora que con un estilo cercano al documental disecciona un día en la vida de un grupo de jóvenes en el Nueva York previo al Septiembre/11.  Un filme que dura 91 minutos pero permanece en la memoria para siempre; se trata de una cinta que resultaría imposible fuera más extensa, debido a la crudeza de su trama y a sus demoledores fotogramas. Consumo de drogas, promiscuidad, falta de autoridad, virus del SIDA y el egoísmo de una juventud nihilista son los tópicos principales de lo que con los años se ha convertido en un filme de culto absoluto, además de significar el despegue artístico de varios miembros del cast y crew.

La trama de Kids acompaña 24 horas a Telly (Leo Fitzpatrick) y Casper (Justin Pierce), siniestros jóvenes que van por Nueva York regando perversidad: roban, humillan, violan, golpean, beben, fuman y se drogan, todo mientras viven sin responsabilidades, en la oscuridad de una vida desperdiciada. Sólo al comenzar la película, Telly le roba la virginidad a una niña de 12 años, para después salir y contarle a su amigo Casper “el triunfo” conseguido; ambos, se embarcan en un recorrido por un NY que no existe más, hablando con un léxico tan coloquial y preciso que sólo podía ser producto de la pluma de alguien tan inmerso en ese submundo, como el guionista Harmony Korine.

La leyenda dice que Korine conoció al director Larry Clark en un parque de la ciudad de NY, le entregó un corto que había filmado en 16mm, y al siguiente día ya estaban trabajando en lo que sería el guion de Kids. Con 19 años, Korine escribió en menos de un mes el script en el sótano de la casa de su abuela en Queens. Clark, por su parte, era para entonces un fotógrafo de 52 años que ya había explorado el lado oscuro de la juventud con el lente de su cámara, interesándose en la cultura skate, el sexo juvenil y el consumo de estupefacientes. Su ópera prima se siente orgánica en la búsqueda de darle movimiento a la narrativa para capturar las vidas de sus personajes, por lo que Kids se filma casi de forma documental, con actores no profesionales hasta ese momento y una estética “descuidada”, que remite a los videos skate.

Aunque Telly y Casper deambulan por calles, parques, antros y departamentos como los desagradables protagonistas que son, el alma de la película lleva una triste búsqueda en sus venas, y es Jennie (Chloë Sevigny), la atribulada joven que quiere encontrar a Telly para decirle que la ha contagiado con VIH. Una de las secuencias más interesantes de Kids es aquella en la que, de forma paralela, se llevan a cabo dos conversaciones en diferentes lugares: una entre varones, en una apretujada vivienda donde todos fuman y beben, y otra en un tipo de cuarto infantil femenino, con jovencitas dialogando. El montaje desnuda las confesiones de los personajes, quienes coloquialmente hablan de sexo y relaciones sociales, demostrando lo poco que se conocen ambos grupos entre sí, respecto a lo que esperan y quieren uno del otro.

Ruby (Rosario Dawson, tremenda, debutando) es la amiga promiscua de Jennie; ambas irán a realizarse una prueba del VIH. Mientras Ruby presiente que puede estar contagiada de alguna enfermedad producto de su truculenta vida sexual, Jennie la acompaña sintiéndose tranquila de sólo haber tenido una pareja en la intimidad: Telly. Cuando las dos amigas acuden días después por los resultados, la experiencia se polariza: con un fondo de divertidos condones de colores en la pared, Ruby sonríe de forma infantil (no ha dejado de ser una niña) al enterarse que está limpia de cualquier enfermedad de transmisión sexual; Jennie, por su parte, ve de pronto apagarse su vida al conocer que tiene VIH. Desconcertada y afligida, decide comenzar un viacrucis buscando a Telly, virus andante e implacable ladrón de virginidades. En un momento durísimo, Jennie dice a sus amigas: “no me molesta que me haya desvirgado, me molesta que dejó de hablarme”.

El descarnado estilo documental con cámara al hombro consigue que el espectador entre de lleno en la acción de esas 24 horas en la vida de personajes que carecen de toda figura de autoridad; no hay responsabilidades escolares ni familiares y la ley brilla por su ausencia. Se trata de un mundo en el que los niños juegan a ser adultos mientras delinquen, se drogan y se acuestan entre ellos. Jennie sigue los lugares que Telly acostumbra visitar: un parque skate donde se realiza una violenta golpiza por un motivo absurdo; un club nocturno donde la joven toma una pastilla que le otorga un poco de euforia ante la depresión; y finalmente, un departamento donde una masa humana de jóvenes medio duerme y medio se embriaga, con el sexo como pretexto de la socialización. Ahí, sucede el encuentro que nunca se concreta: Jennie descubre a Telly teniendo relaciones sexuales con la dulce Darcy (Yakira Peguero), otra joven virginal que no sabe que al estar en la cama con Telly, ha emprendido un viaje de no retorno.

Derrotada y medio drogada, Jennie se sienta en uno de los sillones de la sórdida fiesta para tratar de descansar un poco. Será entonces cuando el cazador termine siendo cazado: el infame Casper decide violar a Jennie ante la poca resistencia de ella, contagiándose de VIH y recitando la temible y recordada frase: “Tranquila, Jenny. Soy yo, Casper”. El ultimo plano y la frase final de la película representan el grito desconcertado de la generación que un día despertó y no supo dónde se había contagiado del temible virus: “Jesucristo. ¿Qué ha pasado?”. Telly es, sin embargo, el gran villano de esas 24 horas narradas: en el prólogo, uno de los inicios más polémicos en una película, que algunos señalaron incluso muy cercano a la pornografía infantil, Telly contagia a su primera víctima. Pasará todo el día planeando la mejor forma de convencer a Darcy, a quien contagiará llegada la noche, mientras Jennie lo busca para advertirle. Ahí, son 3 jovencitas contagiadas por el simple egoísmo de un ser irresponsable que se divierte y entretiene mientras va matando sin saberlo. Si sumamos a Casper, son 4 contagiados en sólo un día, durante las horas que el espectador comparte con los personajes.

Siempre será un misterio saber dónde fue que Telly se contagió de VIH. Y es que contrario a lo que parece, Kids no hace apología de la promiscuidad y el uso de drogas. En realidad, el filme guarda un mensaje profundo sobre el sexo seguro y la necesidad de tener un canal de comunicación constante con los adolescentes. Es una llamada a la conciencia de que es posible morir si la irresponsabilidad sobrepasa la razón; una película que merece ser analizada en escuelas e institutos a pesar de la dureza de su discurso. La controversia en los días cercanos a su estreno provocó que la cinta fuera clasificada como NC-17 por parte de la MPAA, no obstante, dicha mención fue anulada cuando Miramax compró los derechos de distribución por $3.5 millones de dólares, lo que resultó en más personas teniendo acceso al filme; con el tiempo, Kids se convirtió en un referente del cine independiente estadounidense y película de culto.

Harmony Korine catapultó su carrera: presentaría dos años más tarde su ópera prima como director en la indescriptible y surreal Gummo (1997); formaría parte del movimiento dogma 95 de Lars von Trier con Julien Donkey-Boy (1999) y depuraría su estilo visual y psicológico con los aterradores personajes de Mister Lonely (2007) y Trash Humpers (2009); Spring Breakers (2012), buscaría “pervertir” a las ex chicas Disney Vanessa Anne Hudgens y Selena Gomez, en una trama llena de crimen y sexo, mientras el director se daba vuelo construyendo una bellísima estética junto al cinefotógrafo Benoît Debie, colaborador de cabecera de Gaspar Noé.

Por su parte, Larry Clark intentó emular el éxito de Kids con una horrorosa pseudo secuela llamada Another day in Paradise (1998), que pasó por las carteleras con más pena que gloria. Bully (2001), Teenage caveman (2002), Ken Park (2002) y Wassup Rockers (2006) insistían en desmenuzar la psique de la juventud, mientras se narraban historias de sexo, drogas y patinetas. Pareciera que la incisiva obsesión de Clark por los mismos tópicos lo llevaron a repetir la misma película una y otra vez sin los resultados positivos de la frescura y honestidad visual de Kids. Los trabajos más recientes en Marfa Girl (2012) y su secuela, de 2018, exhiben un estilo desgastado y aburrido, producto de la falta de evolución en un cineasta que en la actualidad tiene 79 años y nula producción artística.

Chloë Sevigny se convirtió en la musa definitiva del cine independiente, yuxtaponiendo su presencia en películas de culto bajo la dirección de Mary Harron, Vincent Gallo, Lars von Trier, Woody Allen y el mismo Harmony Korine. Su trabajo como una atribulada lesbiana en la América profunda en Boys don’t cry (1999), de la directora Kimberly Peirce, recibió sendas nominaciones al premio Oscar y Golden Globe. El caso de Rosario Dawson, por otra parte, es sumamente curioso. La actriz fue descubierta por el guionista de Kids en las escaleras de un multifamiliar en Nueva York. Dawson, de 15 años y ascendencia puertorriqueña, fue reclutada por Korine y resultó un personaje sorpresivo y demoledor, recitando sus líneas con una soltura y naturalidad impecables, hablando de sexo promiscuo y drogas mientras se roba la escena completa. Después de aparecer en Kids, la carrera de Rosario Dawson se elevó como la espuma, llegando a trabajar con directores como Danny Boyle, Kevin Smith, Oliver Stone y Quentin Tarantino. Hoy, es la flamante Ahsoka Tano del universo Star Wars.

La realidad superó a la sórdida ficción de Kids cuando Justin Pierce, quien interpretó a Casper, apareció colgado en el hotel Bellagio de Las Vegas, luego de una vida depresiva mientras actuaba en papeles menores allá por el año 2000. Harold Hunter, skater y actor secundario en la trama, murió de un ataque al corazón producto de una sobredosis de cocaína. Ambos casos resumen el impacto de un filme tan tremendo que sigue sacudiendo hoy en día a quien se acerca por primera vez a la vida nihilista de sus personajes. Kids es una película que sería imposible realizar en esta era de Twitter y TikTok. Jennie sólo tendría que enviar un mensaje de texto a Telly para avisarle la desgracia que los envuelve, y se ahorraría los largos traslados en taxi, paseos donde hay una emotiva introspección poco resaltada: ella sabe que va a morir y reflexiona sobre su vida.

Es una realidad que varios sectores del mundo están mucho más informados y educados que hace 27 años sobre temas escabrosos como las drogas, las enfermedades venéreas y el abuso a las mujeres, pero también es cierto que la condición humana es caótica y primitiva, sin importar los avances tecnológicos y sociales. La pesadumbre de Kids, con su remarcada ausencia de padres, de escuelas y de comprensión por los demás, mezcla una disertación sobre el sexo y las drogas mientras emite un grito de guerra: es necesario que la naturaleza, la poesía, la educación, el arte, la filosofía, y sobre todo, el amor y la comunicación, estén presentes en las siempre misteriosas relaciones humanas.

Por Armando Navarro Rodríguez

Periodista. Cinéfilo y lector empedernido. Escribe sobre cine, arte y literatura.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *