Cuando nadie nos nombre, de Luciana Sousa, o la escritura del paso del tiempo

A veces los relatos se contradecían. Habías tantas versiones como personas que hablaban del tema, y lo más probable era que la historia fuera muriendo con cada una de ellas. A mamá todo eso le parecían habladurías de pueblo. Mara, en cambio, tomaba nota de cada testimonio. Los archivaba al final de la carpeta, después de una carátula que llamó «Los pasados posibles». Me dijo: solo con imaginación podemos evocar sin melancolía. Al tiempo, cuando el abuelo se embroncó con lo de Miró, mamá pensó que era mejor no seguir hablando del tema. No me lo dijo, pero lo dio a entender.

“Somos nuestra memoria”, escribió Borges, abarcando todo a su favor. Es todo lo que somos ahora se debe, de alguna manera, a la memoria propia, esté ésta fragmentada, magnificada, hecha trizas, reconstruida, lúcida o acaso funcional. Da igual. Existe, es y está. Con eso alcanza, en la literatura, para evocar lo que nos sea posible. Sea a partir de lo propio o de lo ajeno. Nos valdremos de voces propias y ajenas, de aquello que hemos bebido de cualquier espacio donde hemos estado. Es un reflejo irremediable de toda aquella persona que escribe. Vuelvo y pienso que la memoria está intrínsecamente ligada al tiempo. Son figuras estrechamente conjuntas e inamovibles. No hay, en apariencia, la una sin la otra. En Cuando nadie nos nombre (Tusquets, 2022), la escritora argentina Luciana Sousa se vale de su capacidad narrativa para decirnos que todo termina donde comienza, el tiempo y la memoria son así de redondos. El tiempo pasa, sí, la memoria y los recuerdos nos persiguen, pero mutan, sí, y sin embargo, todo parece estar siempre en el mismo sitio, guardándose para que alguna vez lo hallemos y hagamos con eso lo que nos plazca.

Cuando nadie nos nombre aborda aquello que olvidamos pero que luego resurge y nos interpela. La autora utiliza palabras que se convierten en imágenes y sensaciones, dando vida a una historia familiar marcada por los silencios.

Su historia se adentra en aquellas cosas que se olvidan y en aquello que perdura a lo largo del tiempo. Con una atmósfera y un ritmo propios, Sousa nos sumerge en una narrativa profunda y reflexiva. A través de su escritura, la autora nos invita a indagar en los recuerdos que se desvanecen y los que permanecen latentes en nuestra vida.

En la novela, los elementos de la historia familiar que más resaltan son: la anciana protagonista y su relación con su familia, especialmente con su hija y su nieta; los recuerdos y silencios que rodean a la familia, y cómo estos afectan a la vida de los personajes; la exploración de la memoria y cómo esta influye en la vida de los personajes; el peso del tiempo y cómo este afecta a la familia y a su historia; la importancia de los lugares y territorios en la vida de los personajes, especialmente el pueblo donde transcurre la historia.

Definitivamente, la obra de Luciana Sousa nos muestra cómo los recuerdos y silencios pueden afectar a nuestras vidas y cómo la memoria puede ser un elemento fundamental en la construcción de nuestra historia personal y familiar. La novela es una obra profunda y reflexiva que nos invita a adentrarnos en una historia familiar marcada por los silencios y los recuerdos perdidos, y que nos muestra la importancia de recordar y preservar nuestra historia y nuestra identidad.

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