Mayte López, Elisa Díaz Castelo, Elizabeth Bishop y Gustavo Rodríguez, Premio Alfaguara de Novela, abanderan esta selección de lecturas propuestas por la redacción purgante para despedir agosto.
Sensación térmica; Mayte López
Esta no es una historia de amor, sino una historia de violencia disfrazada de amor. Lucía encuentra la oportunidad de dejar su natal México para irse a Nueva York a estudiar una maestría y comenzar una nueva historia. Sin percatarse, estaba realmente huyendo de un hogar en el que se respiraba violencia familiar. Una vida que, desde muy temprana edad y casi como un suspiro, se convirtió en su cotidianidad. Una vez en tierra desconocida, conoce a Juliana, cuya tormentosa relación amorosa con un hombre veinte años mayor le alimenta las heridas de un pasado doloroso. La autora enfatiza en el entorno cultural mexicano en el que crecimos, donde se celebra al patriarcado, se aplaude el melodrama y, literalmente, morir por amor puede estar normalizado. Mátalas. Asfíxialas con besos y dulzura. Suena de fondo Alejandro Fernández en la prosa. La realidad transciende más allá de los hogares de cierta cultura en particular. La novela nos revela de manera muy fluida y un tanto dolorosa cómo, desde la raíz, se forjan relaciones infames entre hombres impetuosos y mujeres que han sido prendadas irrevocablemente.
Planetas habitables; Elisa Díaz Castelo
Cada poema de Elisa Díaz Castelo es un sistema dinámico donde se proyecta una figura tridimensional, la cual deconstruye a la realidad por medio de la imaginación. Lo anterior queda claro, cuando uno voltea a ver Planetas habitables y encuentra en cada página un mundo nuevo. Allí, donde convive Tesla con Richter, mientras que una parvada de pájaros en la noche inspira un verso a partir de una cita de Eugenio Montejo. Sin embargo, las imágenes y las metáforas no terminan aquí, sino todo lo contrario: cada recurso poético continúa a lo largo del libro como una proposición indecible de Gödel, a la espera de la enunciación. No hay duda, aquí por fin la poesía se ha vuelto un triángulo de Penrose, donde la imposibilidad se concreta magistralmente en cada palabra.
Gilliamismos. Memorias prepóstumas; Terry Gilliam
Bienvenidos al caótico circo de un director iconoclasta. Guionista, dibujante, actor e integrante de los Monty Python, Terry Gilliam escudriña sus memorias en un ejercicio de introspección surreal que abarca desde su llegada al planeta en el gris Medicine Lake de Minnesota, hasta la producción del filme Teorema zero (2013). Gilliamismos. Memorias prepóstumas (2016) es el rocambolesco viaje que cualquier admirador del visionario director esperaría: en 15 capítulos, se atraviesan situaciones más cercanas al fracaso que al éxito en las filmaciones de Jabberwocky (1977), Brazil (1985), Doce monos (1995) y Tideland (2005); los inicios en la animación, los viajes a Europa, el encuentro con Monty Python y el inesperado éxito en el teatro, todas situaciones narradas con el habitual humor ácido del visionario artista que, en algún momento, decide renunciar a la nacionalidad norteamericana para convertirse en británico. El libro, presentado en una bella edición ilustrada por el propio Terry Gilliam, presenta fotos y storyboards inéditas, confesiones inesperadas y anécdotas conocidas que aquí se expanden cuando el narrador decide sincerarse y levantar su propia tapa de los sesos (literalmente, en la portada). El descenso a una de las mentes más excesivas y puntillosas de nuestros tiempos, el culpable del barroquismo de Las aventuras del barón Munchausen (1989), la locura de Miedo y asco en Las Vegas (1998), el juego hilarante de Monty Python and the Holy Grail (1975) y el manual cinematográfico para superar la adversidad que representa The Imaginarium of Doctor Parnassus (2009). Dueño de un estilo inconfundible, repleto de acercamientos acelerados, planos imposibles y cámaras tambaleantes, Terry Gilliam no se detiene y describe fuertes agarrones con las altas esferas de los estudios de Hollywood, siempre a favor de la libertad creativa para llevar sus proyectos a la pantalla justo como los imaginó; también queda tiempo para hablar del amor, los hijos y las dudas existenciales; sobre todo de la muerte que acecha constante. Dos años después de la edición de Gilliamismos. Memorias prepóstumas, se presentaría en el Festival de Cannes El hombre que mató a Don Quijote (2018), el célebre proyecto de Gilliam que, 20 años antes, había quedado hecho pedazos debido a circunstancias inesperadas. Aquel doloroso descalabro quedaría resumido en el documental Lost in La Mancha (2002), con un triste Terry Gilliam pensativo que se funde a negros. En su libro de memorias, el cineasta vuelve a ese momento y reflexiona sobre una de las ideas que rigen su deambular en el arte: persistir sin esperanza.
Cien cuyes; Gustavo Rodríguez
“Vivir es increíble” reza por ahí, en diversos medios de comunicación, el eslogan de venta del grupo de seguros GNP. Lo que uno no alcanza a leer es que resulta común que esa misma vida no sea “tan valiosa” en una franja de edad avanzada o bajo circunstancias que resultan contrarias a la misma frase. La más reciente ganadora del Premio Alfaguara de Novela, Cien Cuyes, escrita por el peruano Gustavo Rodríguez, es una obra que atraviesa de manera consiente (y precisa) el delicado tema de la eutanasia. La historia de Eufrasia Vela y de todos los protagonistas se sitúa en la Lima de hoy, abordando sin tapujos el tema de la muerte y la dignidad humana; pero, sobre todo, nos envuelve en la gama de grises con el que realmente transcurre la vida, para dejar a un lado el velo blanco o negro con el que se pretende establecer una medida de corrección sobre el cómo o qué parámetros la muerte (tan real que todos estamos en eso) es o debe ser a la vista de la sociedad (o religión). Las letras de Rodríguez nos llevan de forma suave acompañándonos y salpicando la historia con elementos culturales propios del país inca, así como cine, jazz, balada y cultura pop. A pesar de que el texto ha sido tachado de ser “sensiblero” y carecer de verosimilitud y forzado en los diálogos, no deja de rescatar lo entrañables que resultan los lazos creados por sus protagonistas y la huella que toda persona que habita este planeta va dejando a su alrededor y la necesidad de crear una cultura donde se puedan integrar de forma digna las personas de la tercera edad al tener una realidad de una vida cada vez más longeva.
Amor; Juan José Becerra
Juan José Becerra nos lleva al año 2123. Los libros y el amor no existen. El autor lo intenta definir a través del diario de Julián Basualdo, un sociólogo que narra su proceso de escribir una novela de amor basada en la relación de Marcial Ledesma y China del Río (nombres de ficción), un poeta y una editora. Se registra el romance en su totalidad que nace de una infidelidad y se mantiene como un amor imposible, este es leído poco más de 100 años después por historiadores para descifrar qué era exactamente ese sentimiento obsoleto. Una novela con tres protagonistas en el que se muestra todas las caras del enamoramiento a través de entrevistas, testimonios, mensajes, audios, lugares, accidentes, secretos, mentiras y frustraciones. Un buen libro no regala respuestas, nos deja con inquietudes y la sensación de que algo se removió muy dentro. Los toques poéticos, reflexiones, miles de ramificaciones en forma de historia y personajes complejos, muy bien desarrollados, que se rozan pero jamás se tocan porque el cargan el peso de sus propio pasado.
La bajamar; Aroa Moreno Durán
Que el tiempo parece repetirse y conocer nuestra historia no basta para no repetirla. La maternidad no es algo que deba ser ejecutado a la perfección ni debe ser la máxima aspiración de ninguna mujer. Los estragos de la guerra pueden durar para siempre. Que los silencios no son sólo eso sino también una invitación a crear un nuevo mundo inmenso dentro nuestro para calmar las ansias de la incomunicación. Que el resentimiento contrae. Que no saber duele— aunque ese dolor muchas veces se comparte. Tal como compartimos el papel de hija, de madre, de abuela. Que nuestra historia no sería de tal modo sin los sacrificios hechos por nuestras predecesoras, sin importar lo distintas que hayan sido nuestras vidas. Que cuidar de pronto significa algo diferente para todos y qué importa que hayan sido ellas quienes nos hayan criado si cada quien hace lo que puede con lo suyo. Todo es distinto, pese a la existencia de puntos comunes y espacios donde la soledad breve se funde. Que la vida, al final, va más allá de sus marcas, que alcanza la imaginación y este remanso de gloria para traspasar límites que ha establecido la memoria, la nuestra y la que nos ha sido heredada. Que narrar con todo el cuerpo ayuda a lidiar con todo lo que significa volver. Que, a veces, basta con narrarse a sí misma. Contarse. Volver a dibujarse. Perderse entre la gente. Para todo lo anterior, sí: hay que leer La bajamar (Aroa Moreno Durán, Literatura Random House, 2022). Con eso alcanza.
No mires ahora y otros relatos; Daphne du Maurier
En No mires ahora y otros relatos (1973), la inglesa Daphne du Maurier utiliza la duda que subyace a lo sobrenatural, la locura, la inseguridad y lo que antaño se conocía como histeria para retratar situaciones irónicas y hechos casuales de la vida de los más acomodados. Una pareja heterosexual anglosajona viaja a Venecia tras el fallecimiento de su hija para encontrarse con unas gemelas que resultan ser videntes y creen ver al espectro de la niña a su lado. Crímenes, pérdidas, espectros, monstruos y cosas que no son lo que parecen enarbolan unos relatos delicados y con giros de guion más bien inesperados. La que fuera la autora de Rebeca crea diálogos versemblantes en contextos burgueses ya algo estrafalarios hoy en día para que pasen desapercibidos, aunque la ironía con la que se encuentran estos personajes llegado el clímax es llamativa.
El arte de perder; Elizabeth Bishop
Elizabeth Bishop perdió a su padre siendo una niña y creció con una madre desequilibrada mentalmente. Vivió una postadolescencia itinerante y depresiva, con graves episodios de ansiedad que derivaron en el hecho de que se enganchara desde muy temprana edad al alcohol. Luego padeció el suicidio de la arquitecta y aristócrata Lota de Macedo Soares, el gran amor de su vida —tras el traumático rechazo de la pintora Margaret Miller— y con quien compartió el (auto)exilio en Brasil. Todo esto no sirve de anécdota sino de radiografía para entender de donde venía la melancolía tan salvaje con la que impregnaba todos sus versos; versos que brotaban —como decía Octavio Paz, uno de sus traductores al castellano— de los lugares más oscuros. Asumiendo que aquel poema que le dedicó a Ezra Pound tras visitarlo en el hospital de St. Elizabeth es uno de los más emblemáticos de su obra, ningún otro sirve para explicar mejor su mitología como artista que «El arte de perder», al que muchos desembarcamos, asumo, por la referencia insertada por Leila Guerriero en Zona de obras: «Pierdan algo que les importe. Ejercítense en el arte de perder. Sepan quién es Elizabeth Bishop». De modo que a la poeta bostoniana no solo le debemos haberse convertido en una correa legítima que nos acerca a la tradición de Whitman y Dickinson, sino el dominio absoluto del arte de perder, porque perder —insistamos en esto las veces que sean necesarias— es lo normal: «He perdido dos ciudades, las dos preciosas. Y, más vastos, / poseí algunos reinos, dos ríos, un continente. / Los echo de menos, pero no fue ningún desastre. / Incluso habiéndote perdido a ti (tu voz bromeando, un gesto / que amo) no habré mentido. Por supuesto, / no es difícil dominar el arte de perder, por más que a veces / pueda parecernos (¡escríbelo!) un desastre».
Asombro ante lo absoluto; Héctor Sevilla
La búsqueda de Dios o de lo Divino es algo que siempre ha interesado a la humanidad a lo largo de nuestra existencia. Libros se han escrito a su nombre y guerras se han realizado a su nombre. Héctor Sevilla, filósofo de formación, lleva rato navegando por los mares del misticismo. Asombro ante lo absoluto es un gran ensayo donde el autor analiza y propone cinco pasos, que a su vez contienen o actitudes para acercarse y comprender la presencia de Dios en la Historia de la humanidad. Y la mejor manera de hacerlo, según su propuesta, es desprenderse de toda idea preconcebida para, desde cero, comenzar una especie de camino iniciático. Una especie de comenzar de cero, sin olvidar a dónde se quiere llegar. El reinicio mental permite recuperar la capacidad de asombro y aumenta la posibilidad de desarrollar una auténtica espiritualidad, y este proceso nos permitirá conocer o, mejor dicho, reconocer a Dios. Un gran libro que sirve desde lo académico y/o intelectual para acercarse al camino de la espiritualidad.