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Lecturas de diciembre (III)

La recién condecorada premio Nobel, la ópera prima de una prometedora escritora uruguaya y los perfiles de una de las mejores cronistas latinoamericanas del momento forman parte del desfile de recomendaciones para dar carpetazo al 2024.

La clase de griego; Han Kang

Lo primero que me fascinó en torno al libro de la escritora surcoreana Han Kang, recién condecorada con el Nobel de literatura, fue la suavidad con la que retrata los silencios de la protagonista, al mismo tiempo que dibuja toda la serie de circunstancias que le han hecho perder el habla. Ahí logra codificar en una misma línea narrativa tanto el dolor como la sutil belleza poética que representa empaparse de un idioma distinto. Quizá por eso la relación paradójica que guarda el lenguaje entre la persona y el mundo también se expresa a través del profesor de griego, ya que ambos son dos caras distintas de la función óntica de las palabras en relación con la cosmovisión individual. Por último, los comentarios alrededor de Platón y Borges terminan por redondear una historia cuyo trasfondo emocional es de tintes ontológicos.

Desastres naturales; Tamara Silva Bernaschina

De la República Oriental del Uruguay podemos agradecer no solo la mamografía, la creación del marcapasos, la leyenda del maracanazo o la hermosa playera celeste. Como si fuera poco, también sobresalen en las letras: las de Juan Carlos Onetti, por ejemplo, Premio Cervantes en 1980, o Cristina Peri Rossi, poeta inmensa que es considerada parte del Boom. Sin embargo (y a Dios gracias), hoy día podemos seguir contemplando con una expresión de regocijo y, al tiempo, sorpresa, la irrupción de autoras sólidas como Tamara Silva Bernaschina (Minas, Uruguay, 2000) en el panorama literario contemporáneo. Desastres naturales, su ópera prima, supone la posibilidad de viajar, a través de esta compilación de cuentos, al pasado o al futuro del punto final de cada historia. Silva nos permite respirar y palpar la atmósfera rural con la que los personajes no solo se rodean, sino que nos invita a desenvolvernos en una vida atemporal que pudiera o pudo haber ocurrido el día de hoy o en agosto de 1945. Creo, sin temor a exagerar, que estamos ante uno de los nuevos nombres propios de la literatura latinoamericana.

Necesito saber hoy de tu vida; Sabrina Duque

No se me ocurre un mejor motivo para habitar una lengua —o dejarse habitar por ella, mejor dicho— que convertirse en escritor de tiempo completo en un país de adopción. Algo así le ocurrió a la ecuatoriana Sabrina Duque, hoy ya plenamente establecida como una de las mejores cronistas de Latinoamérica, con Portugal, luego de vivir cuatro años en Lisboa, dar a luz a un hijo y morar en una lengua que se convirtió en una suerte de patria sentimental y familiar. Como tributo, Duque concibió un maravilloso mosaico de personajes en conflicto perpetuo para tender un puente capaz de conectar desde el periodismo narrativo con el centro el alma portuguesa. Los perfiles propuestos en Necesito saber hoy de tu vida —un guiño a la canción de Roberto Carlos— van desde el poeta de los heterónimos Fernando Pessoa al futbolista Cristiano Ronaldo, pero también a figuras centrales de la cultura popular brasileña como el ya aludido cantante Roberto Carlos, la directora de dibujos animados Célia Catunda y el empresario faraónico Eike Batista. En una de las entrevistas promocionales del libro, Duque explicaba que la obsesión y meticulosidad volcadas para desentrañar a estos personajes «inconformes» no le pertenecía tanto al campo del periodismo como al de la literatura de no ficción, puesto que el tiempo invertido en ellos, en términos de conversaciones, lecturas, relecturas, conjeturas, reporteo por capas y hasta rastreo de huellas, no podía corresponderle de ninguna manera al periodismo; por lo menos no al periodismo depredador con el que hoy nos toca convivir. Para sostener que el periodismo narrativo es verdadera literatura no solo hacen falta más y mejores libros, sino miradas más sensibles y obstinadas como la de Sabrina Duque.

El invencible verano de Liliana; Cristina Rivera Garza

Ante el dolor descomunal, ¿cómo seguir adelante después de perder a una hermana? ¿Cómo levantarse para continuar con el día a día y buscar justicia en un país en el que parece no existir? “¿Se puede ser feliz mientras se está en duelo?” ¿Se vale sonreír mientras por dentro la desolación carcome poco a poco? Para Cristina Rivera Garza la mejor forma de recordar a su hermana es darle voz y permitir al lector conocerla por medio de cartas, apuntes, testimonios y una prosa que emana amor pletórico. El invencible verano de Liliana (2021) es un libro insólito, crónica y contexto del infame feminicidio perpetrado el 16 de julio de 1990; amalgama de reportaje y autobiografía, por medio de sus líneas conoceremos a Liliana Rivera Garza, amante de la música, el arte y el cine, entusiasta estudiante de arquitectura de 20 años que busca escapar de una relación supurante de terrorismo de pareja. Durante la pandemia de COVID-19, Cristina Rivera Garza consultó el archivo personal que su hermana había dejado 30 años atrás: “El libro ha tomado el tiempo que necesitaba, el proceso ciertamente difícil, tortuoso, relacionado a la pérdida… había intentado escribir este libro varias veces y había fracasado, no fue sino hasta que encontré una caja llena de documentos que mi hermana había dejado: cartas, notas, recaditos, planos, que me dije “ahí está, esta es la parte del libro que me faltaba”. Mientras reconstruye los hechos, la autora va creando también un manual para revelar conductas que no deben pasarse por alto ante los peligros de un feminicidio, hilvanando momentos, recuerdos y referencias a libros como Sin marcas visibles de la escritora norteamericana Rachel Snyder, que precisamente rastrea actitudes y acciones muy concretas del posible atacante. “En lo más crudo del invierno aprendí que existe en mí un invencible verano”, esta frase de Albert Camus no solo se incrusta en el título, también es el reflejo de la esperanza que la autora mantiene para buscar justicia ante el crimen, salir a la calle a reclamar en las oficinas el expediente de su hermana y exhibir el fracaso del sistema judicial mexicano. ¿En manos de quién estamos? Ganador del Premio Pulitzer en la categoría de Memoria o autobiografía en 2024, El invencible verano de Liliana es un grito de guerra feminista que llama a las cosas por su nombre y expone una lamentable ceguera social que se convierte en aliada del agresor. 

Los ejércitos; Evelio Rosero

El retrato de un infierno terrenal no es nuevo en la literatura. Pienso de inmediato en El señor de las moscas de Golding, en esa isla convertida en pandemónium infantil a la intemperie; en Las uvas de la ira y el infierno por el que surca en caravana la familia de Tom Joad; en los desiertos de Meridiano de sangre, en los que la violencia ha alcanzado asombrosos niveles de maldad, y donde se replican imágenes de El paraíso perdido de John Milton, acaso en explícitas referencia que nos confirman que sí, que en la novela de McCarthy estamos pisando los avernos ni más ni menos. Es así que en Los ejércitos, Evelio Rosero plantea la hecatombe del narco en suelos colombianos como una mirada a los abismos más profundos que superan lo meramente humano. En la novela publicada en 2007, el pueblo de San José, de alguna manera, ha aprendido a convivir con la barbarie, pero no con la muerte, por eso la llegada de los ejércitos —de los cuales, los habitantes ni siquiera pueden distinguir los bandos— supone la confirmación de que un infierno en vida ha alcanzado a todo lo que respira en San José. Las referencias y alegorías pintan un jardín de las delicias como el del Bosco, y la prosa de Rosero revela como en trípticos, ese lugar abundante de naturaleza y erotismo salvaje transformado en el infierno musical, donde la sangre y el dolor rigen absolutamente todo y donde veremos morir a esa exuberante naturaleza, y a lo erótico convertirse en la peor de las pesadillas. La capacidad de Rosero para el ritmo en la trama es asombrosa, manteniendo al lector en una especie de sopor —con sus respectivos destellos de crueldad para no olvidar lo que se va fraguando—, y que terminan por detonar en una última parte de la novela en la que precisamente ese tan mencionado caos infernal se ha impuesto desenfrenado. Los ojos del protagonista (Ismael, un profesor retirado) funcionan como esa vaga pérdida de la esperanza, una inútil búsqueda del familiar desaparecido, un limbo entre la vida y la muerte, entre ser un mero fantasma que deambula entre cadáveres, una fila monocorde y larguísima que espera para violar a los muertos.  

Overol; Julián Herbert

En la antípodas de la crítica literaria agobiante e ininteligible, se encuentra esa otra que crea caminos y busca que las lectoras y los lectores transiten los caminos por los que se mueven, paralelamente, la sociedad y la literatura. Una que, como escribe Hernán Bravo Varela, ilustre sin pedagogías. Overol: Apuntes sobre narrativa mexicana reciente (Penguin Random House), de Julián Herbert, se inscribe en esa genealogía de la crítica que hurga e interroga, que crea puentes y disecciona, que ilumina la idea de que “la literatura no depende tanto de sus reivindicaciones sociológicas como del poder de sus metáforas”. Que al tiempo que revela que la crítica está compuesta por fenómenos complejos que no deberían ser simplificados, ofrece conceptos clave propuestos por Sidiya Hartman, José Revueltas, Samuel Beckett, entre otros. Overol se conforma de tres partes: “Contexto”, ensayos extensos orientados a lo técnico y el contexto cultural; “Lecturas”, apuntes más breves acerca de un solo autor; y “Relecturas”, donde Herbert ensaya sobre autores y libros publicados años atrás que conversan con el presente. Aunque la lectura de la crítica requiere un bagaje amplio de términos y conceptos, acaso por la naturaleza del ejercicio, las lecturas que hace el también poeta a partir de las obras elegidas para construir su genealogía (Autobiografía del algodón, Páradais, Las tierras arrasadas, La Compañía, Los ingrávidos, por mencionar algunos) establecen una forma interesante, que no nueva, de interrogarse los puntos que donde la realidad se toca con la ficción. De constatar, quizá, que la crítica literaria no sólo sigue aferrándose a los suplementos culturales y espacios variopintos, sino que hay quienes aún están dispuestos a meterse en sus entrañas.

Magia; William Butler Yeats

La magia, el conocimiento esotérico y el Tarot es algo que el mundo literario no ha querido abrazar del todo o lo ve con cierto desprecio.
Algunos escritores como Calvino (El Castillo de los destinos cruzados) y Milorad Pavić (El último amor en Constantinopla) escribieron dos novelas que pueden y deben leerse con el uso del Tarot, pero el mundo académico poco o nada ha explorado por esas vertientes. W. B. Yeats -poeta muy interesante- fue uno de los escritores que más se interesó por este mundo. En 1885 -nos dice Matías Battistón en el texto introductorio a Magia– “Yeats se inició en el ocultismo al publicar sus primeros poemas y fundar la Sociedad Hermética de Dublín. También llegó a formar parte de la Sociedad Teosófica de Madame Blavatsky. Años después acepta la invitación de MacGregor Mathers para formar parte de La Orden Hermética de la Aurora Dorada (Golden Dawn; una sociedad donde los adeptos estudiaban cábala, lengua de los ángeles, tarot y magia ritual. Todo miembro debería tener un nombre en latín y aprender hebreo”. Fuera de su poesía esotérica, poco se sabe del conocimiento que Yeats tuvo sobre magia ritual. La Biblioteca Nacional de Irlanda posee los Diarios Mágicos que escribió el poeta; parte del contenido se conoce gracias al libro: Yeats, the Tarot, and the Golden Dawn (The Dolmen Press, 1972), de la escritora e investigadora Kathleen Raine. Por ello, es de celebrar que editoriales como Interzona saquen a la luz Magia (ensayo que comenzó a escribir en 1900, fue publicado por Henry Newbolt en 1901 en The Monthly Review, y posteriormente él lo incluyo en su libro: Ideas de Dios y el Diablo). Este ensayo -que se complementa con la sección Magia dispersas- es una brújula que ayuda a comprender su visión espiritual y esotérica del mundo, así como el porqué del distanciamiento ideológico que tuvo tanto con MacGregor como Blavatsky. Un ensayo que termina siendo una postura de vida.

Ansia; Henar Álvarez 

“La treintena es una década complicada. Resulta que las mujeres en esta franja somos mayores para considerarnos deseables, pero jóvenes para transmitir seguridad o acumular prestigio. Y cuando pasamos los cuarenta, ya estamos mayores para todo, así que nuestro momento es NUNCA”. Con un estilo fácil y cercano, por medio de una metanovela de tintes autobiográficos, Henar Álvarez nos introduce en la vida de Natalia. Natalia, influencer madrileña, madre de un hijo, que consigue vender un libro que precisamente habla sin tapujos sobre sexualidad femenina más allá de los 30, cautiva por su claridad y una picardía sin concesiones que recuerda mucho a la propia autora. Quizá la calidad literaria no sea pasmosa, pero deja entrever las motivaciones ocultas y las contradicciones humanas de mujeres, como diría menos acertado en otra época Almodóvar, al borde de un ataque de nervios. Se trata además de una novela adictiva y desafiante sobre la venganza y los roles de poder existentes en el patriarcado más o menos cotidiano. Además hace de soslayo una crítica al sector editorial más mainstream y competitivo. Antes de este libro había leído su cómic (ilustrado por Ana Müshell) La Mala leche, de tono y formas parecidas pero más centradas en el deseo sexual tras la maternidad. Hay que leer (y seguir) a Henar Álvarez, una mujer exitosa y sin pelos en la lengua en lo que a crítica feminista se refiere.

Trece latas de atún; Amandititita

Descubrir el lado artístico de la cantante Amandititita supuso todo un acontecimiento. Me pareció fascinante la forma en que expresa sus ideas a través de la escritura, con este su primer libro. Se trata de una compilación de cuentos autobiográficos con toques de ficción, donde nos presenta a varios personajes al borde de la locura. Temas como la carencia, abandono, la fama, la pérdida y el autoconocimiento, entre otros, son el corazón de su obra. La pluma de Amanda es cercana, auténtica, sincera y con un toque de humor, lo que me conectó con situaciones de la vida cotidiana urbana. Además me hizo reflexionar sobre cómo somos hijos de una generación lastimada, sin libertad para cuestionar ni decidir, y cómo eso nos ha moldeado. Pero, como dice la autora: «No podemos dejar de amar, ni de lastimar, ni de ser lastimados». De esto, al final, creo que va la vida: de reír y también de llorar.

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