Tenebra: la vida política y social del México contemporáneo

La novela de Daniel Krauze, de una u otra manera, nos recuerda que cada uno es dueño del infierno o paraíso en el que convierte su vida.

Las librerías -últimamente- se están llenando de libros de investigación sobre personajes políticos o sucesos recientes que registran lo mal que está el país y lo monstruosos que los seres humanos pueden ser cuando combinan política con poder y ambición.

Y aunque necesarios, dichos libros -para los que coqueteamos seguidamente con la depresión- pueden resultar, pienso, poco recomendables, pues para mantener el equilibrio mental resulta poco sano bombardearse de tanta terrible y negativa certeza que merma los sueños y la esperanza. Y por eso, tal vez, es mejor optar por la ficción.

La ficción te permite agregarle humor negro, sarcasmo e ironía a la cruel realidad, haciendo menos amargo el proceso de lectura.

Recuerdo que durante los últimos semestres de la carrera de Lingüística y Literatura Hispánica tenía la posibilidad de elegir ciertos seminarios con los que podrías definir tus gustos estéticos o preferencias temáticas. Uno de los que me llamó la atención fue política y literatura. Francisco Javier Ramírez Arenas era el encargado de adentrarnos a un recorrido de obras escritas por Martín Luis Guzmán, Jorge Ibargüengoitia, Gonzalo Martré, Carlos Fuentes, Héctor Aguilar Camín, entre otros. 

Toda novela que busque reflejar los tiempos políticos de un país tiene grandes coqueteos con la novela histórica. La gran diferencia entre una novela histórica y una “novela política” (si es que en las academias de literatura ya existe esa clasificación) es que la primera requiere un poco o un mucho de distancia, mientras que la segunda te permite y/o necesita la frescura que otorga la inmediatez. 

Tenebra, de Daniel Krauze, bien podría inscribirse en esa especie de subgénero literario de la novela política. A lo largo de cuatrocientas cincuenta páginas, el autor ofrece la historia de dos personajes: Julio Rangel y Martín Ferrer. Dos hombres con historias familiares distintas, quizá extremas, pero que internamente los tiene en una misma situación interna: anhelación por lograr la aceptación del otro y una profundad soledad. Cada uno afronta esos vacíos de formas tan diversas y extrañas que los ha convertido en lo que son: seres insatisfechos e infelices. A través de estos hombres, uno se adentra al mundo de la alta política y el alto periodismo que a lo largo de los años han ido definiendo y retratando a este México contemporáneo. 

Alguna vez le escuché -palabras más, palabras menos- a Pedro Ángel Palou: “Desconfía de una novela donde los personajes no coman, pues el autor entonces no conoce a fondo a sus personajes y no logra retratar el ambiente que requería la novela”. En un taller de novela, el gran Daniel Sada sentenció: “si en una novela el diálogo no te ayuda a conocer y entender más al personaje, entonces ese diálogo es prescindible”. Y en Tenebra no sólo sabes que están comiendo, uno está en la misma mesa degustando lo mismo que ellos. Su narrativa es tan cinematográfica que da le sensación de vivir día a día con los personajes, como si uno fuera el tipo que lleva la cámara para grabar un documental que retrate la vida íntima de los protagonistas de esta historia. Y si eso no fuera un regalo y un atino, a lo largo de muchos párrafos/escenas te percatas riendo, entretenido cual niño con juguete nuevo.

A diferencia de otras novelas, Tenebra no te genera esperanza, tampoco te enoja o te incita al llanto. Es más, al cerrarla, no terminas con la sensación de querer cambiar el mundo o de querer huir de éste. Tampoco tienes una sensación parecida a la depresión por lo terrible que está México. O tal vez sí. Digamos que, gracias al humor que existe a lo largo de toda la novela, Tenebra te genera la misma sensación que una película de Luis Estrada: te sorprende haberte divertido con una historia que tendría que resultarte de terror.

Y sin pretensiones absurdas, Daniel Krauze logra su cometido: retratar la crisis y falta de valores en que está envuelta la sociedad contemporánea de México y que, desde luego, afecta a cada una de las esferas socio-político-económicas que conforman nuestro país. También refleja lo podrido que están los políticos mexicanos; no sólo en la vida interna de los partidos políticos, sus cochupos o sus decisiones que van trazando el presente y futuro de México, sino en su vida personal. Habrá quien disfrute imaginando la posibilidad de que cada político tenga una vida insufrible, a pesar de sus lujos y posesiones excesivas.

Tenebra, de una u otra manera, nos recuerda que cada uno es dueño del infierno o paraíso en el que convierte su vida.

Tenebra es la vida misma y no más.

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