El puerto de Alicante amanece un día soleado y se sumerge en su rutina. El sol de la mañana de mayo ilumina el mar en calma y el Castillo de Santa Bárbara. Los pescadores regresan al puerto, la pesca ha sido escasa. El hambre asola el país en los tiempos revueltos de la guerra civil […] Sobre las 10:45 de la mañana del día 25 de mayo de 1938 el Mercado de Alicante está a rebosar de gente. En este preciso momento en el cielo aparecen aviones Savoia S-79. Son instantes previos al bombardeo. El principio de una tragedia que no ha de ser olvidada.
Sinopsis del cortometraje El Olvido.
Alicante fue la última ciudad republicana durante la guerra civil española. De ella partió el último barco hacia Orán con exiliados republicanos, el denominado Stanbrook, el 28 de marzo de 1939, tres días antes del final de la guerra. En ella, también se produjo, el 25 de mayo de 1938, uno de los hechos más dramáticos de su historia: el bombardeo del Mercado Central, uno de los ataques aéreos más duros que cobró alrededor de 393 víctimas y más de 1.000 heridos. Una realidad que, como escribe el periodista Adrián Fauro, “es una de esas sombras que cada día se ve menos por culpa del sol, la playa, las palmeras y la pólvora”. Lo cierto es que, a pesar de que tuvo más víctimas que Gernika, ha sido uno de los más olvidados, tanto por la memoria histórica colectiva como por sus propios habitantes. Ahora, más allá del trabajo de historiadores y periodistas, solo quien consiga bajar la mirada para observar sus propios pasos podrá ver – en el suelo- el homenaje en forma de placa, ubicado en la plaza 25 de mayo. Parece ser que de poco sirven estos recuerdos materiales cuando se conciben para ser, literalmente, pisados.
Uno de los trabajos que ha querido rescatar esta historia ha sido el cortometraje El Olvido (2018), producido por Horizonte Seis Quince y que fue nominado en la 33ª edición (2019) de los Premios Goya en la categoría de mejor cortometraje de animación. La codirectora de este trabajo audiovisual, junto a Cristina Vaello, es Xenia Grey, encargada también de su guion y animación. Esta artista multidisciplinar, que llegó desde Rusia a Alicante cuando tenía trece años, ha conseguido recrear desde una mirada nostálgica una ciudad a la que, por lo que fue arquitectónicamente y socialmente, le cuesta reconocerse al mirarse al espejo.
Esta historia de algo más de cuatro minutos de duración pretende ser un homenaje a todas las personas anónimas que fallecieron en este bombardeo mientras se encontraban en el Mercado Central en busca de alimento y llevados por un único impulso, el hambre. Y es que en una guerra, los suministros y los víveres son escasos y la noticia de la llegada de un abundante cargamento de sardinas provocó que una multitud sobre todo de mujeres, mayores y niños se agolparan a las puertas de este edificio. Una trampa mortal, porque en esta ocasión no sonaron las alarmas antiaéreas, ya que los aviones no entraron por el mar, como era habitual, sino que al parecer lo hicieron desde el interior escapando de las escuchas antiaéreas situadas en la playa del Postiguet y en el puerto.
¿Cómo surge la idea de este proyecto? ¿Creíais que iba a tener tanta repercusión?
La productora Horizonte Seis Quince quería seguir generando contenido tras el éxito anterior del cortometraje Colores de Arly Jones y Sami Natshesh (nominado también a los Premios Goya en 2018), en el que trabajé como directora de animación. La idea fue de nuestro productor José Antonio Saura que, siendo alicantino, desconocía el hecho. Tras ver la obra Mar de almendros, escrita por Juan Luis Mira y dirigida por John Sanderson, que narra la historia del buque Stanbrook, me propuso realizar un pequeño homenaje a aquella época, hablar sobre los sucesos de la guerra civil en Alicante. Se sorprendió tanto de desconocer ese suceso que el nombre surgió solo: El Olvido. Uno de los principales objetivos fue poder tenerlo hecho para el 25 de mayo de 2018, en el que se cumplía el 80 aniversario y homenajear a las víctimas, rescatándolas del olvido. No imaginamos que tendría una acogida tan cálida y una trayectoria tan exitosa. Personalmente fue muy gratificante ver cómo llegó a tantas personas, siendo además uno de los cuatro más destacados de España al estar nominado a los Premios Goya 2019.
Uno de los principales retos fue recrear el suceso sin caer en el drama, representando de la forma más natural y real posible la ciudad de Alicante. Para ello os inspirasteis en acuarelas de pintores locales como José Gutiérrez Petén. ¿Sirve esta inspiración para destacar y hacer conocer el arte local a través de la memoria?
Sí, uno de los principales objetivos era hacer conocer el arte alicantino, no solo el realizado en la propia ciudad, sino también el que lo muestra. Quisimos remarcar este vínculo en la forma, en el aspecto visual. Precisamente, en el estudio teníamos un cuadro de Petén y fue esa apariencia la que marcó la estética final y el planteamiento atmosférico del trabajo. Dentro del mundo del arte la Comunidad Valenciana destaca por su línea, el color y la luz. La acuarela es una de las técnicas que mejor transmite estos aspectos y que nos ayuda a situarnos con mayor facilidad en la época y en el lugar adecuados.
Recreasteis los espacios a través de un trabajo de documentación y de las fotografías del libro Alicante en blanco y negro, recuerdo de la ciudad y el mar, de Jerónimo Gilabert.
La recopilación de información fue difícil, nos llegaron historias después del estreno. Sin embargo, sí que fue fácil percibir los ecos y los espejismos de ese tiempo no tan lejano. Realizamos fotografías de las calles que iban a figurar, en su perspectiva y en el plano final, y sustituimos los edificios modernos creando réplicas a escala de plastilina gracias a las fotografías y a las pinturas.
¿El uso de la técnica de animación artesanal sugiere un cambio en el modelo de consumo audiovisual? ¿Crees que hay que educar en una “nueva mirada” audiovisual, así como recuperar la proyección de cortometrajes en las salas de cine?
La animación tradicional tiene una magia especial. Transmite nostalgia y ayuda a viajar en el tiempo cuando se trata de narrar historias ocurridas en el pasado. Aunque el 3D es una herramienta maravillosa y rica en recursos, la considero para el gran consumo, más rápida, más fácil y más barata. Es cierto que el público más joven está acostumbrado a las texturas plantificadas y lisas, a las formas estilizadas y a los colores muy vivos, pero el 2D proporciona otro placer visual, más exquisito. Propondría una ampliación de miras, tanto en el consumo como en la creación, mezclando diversas técnicas y, sobre todo, una educación moral y cultural y un filtrado de contenido más responsable por parte de las familias. Sobre la proyección en las salas de cine, sabemos que su formato ha cambiado. Son muchas las personas que únicamente acuden a ellas para experimentar emociones fuertes y experiencias visualmente ricas, sin pensar ni plantearse preguntas. Por ello, no creo que la trayectoria del cortometraje pase de vuelta por los cines. Sin embargo, es un formato ideal para plataformas digitales. Sus principales funciones (empezar a hacer nombre, experimentar con técnicas, formatos, estilos y narrar historias que no se consideran -a priori- comerciales) funcionan muy bien dentro de la filosofía de red internacional.
¿Cómo llegasteis a la conclusión de que queríais usar una narración sin diálogo?¿Y a la decisión de contar la historia desde la mirada de los niños?
La falta de diálogo está dictada por dos razones, la técnica y la artística. No disponíamos ni de tiempo ni de recursos para hacer hablar a los personajes. Cada segundo de animación tradicional requiere 12 dibujos. Tampoco teníamos presupuesto para actores de doblaje. Decidimos hablar con el único lenguaje internacional, la música. En el arte siempre ocurre así, menos recursos, más información. La música habla sin recurrir a la palabra, al idioma, lo hace a través de sentimientos y emociones, que son los mismos para todos. Así fue planteado el reto a Alejandro Saura, compositor de la banda sonora. Contar la historia desde la mirada de los niños también tiene una doble explicación, lógica y metafórica. La lógica viene argumentada por los relatos recopilados, casi todos los que han vivido y lo han podido contar eran niños entonces. Quisimos retratar a las principales víctimas de la tragedia, que fueron niños y mujeres. La explicación metafórica viene de la mirada inocente, de cómo se engaña a alguien que cree en lo mejor, a quien es más fácil tender una trampa, ¿hay algo más inocente que un niño?
¿Crees que en Alicante existe falta de interés por la memoria histórica, tanto por parte de las instituciones como de sus ciudadanos?
El día del aniversario, en el que proyectamos el corto en el Teatro Principal de la ciudad, nos empezaron a llegar múltiples historias, vimos que la gente que lo había vivido o lo conocía lo compartía con nosotros, más allá de su círculo familiar. Nos dimos cuenta de que estábamos empezando a romper el hielo para que esas historias comenzaran a ser contadas con entusiasmo y curiosidad. No creo que falte interés por parte de las personas, pero sí por parte de las instituciones. Las políticas de la dictadura franquista no permitían hablar de ello… y no se volvió a hablar. Es una situación que se ha arrastrado desde entonces.
Aquí se puede ver el tráiler del cortometraje.