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Los olvidados: el México que prevalece (II)

La Guerra Civil Española (1936-1939) había llegado a su fin. Varios españoles —incluyendo escritores, científicos, obreros, diferentes profesionistas (no importaba su clase social)— habían puesto sus ojos en México para ser su nuevo hogar. Buñuel nunca se sentía atraído por Latinoamérica, él siempre había querido quedarse en París —de donde su fama se debía más al escándalo y odio por parte del régimen político de Francia hacia su arte— o bien haber tomado la oportunidad de quedarse en Estados Unidos. Pero Buñuel, al ver que varias de sus amistades de sus grupos intelectuales optaban por hacer su exilio en tierras mexicanas, decidió tomarle la palabra al productor de la Época de Oro del Cine Mexicano: Óscar Dancigers (1902-1976) —quien anteriormente le había dicho a Buñuel que realizara una película en México—.

Fernando Benítez, etnólogo mexicano, se acercó al cineasta español para preguntarle si su deseo era quedarse en su tierra de origen. Buñuel le dijo que sí. Fue entonces que Benítez lo mandó a la casa de Héctor Pérez Martínez, un gran ministro. Buñuel se sentía conformemente ameno con la estancia en México que no tardó en decirle a Dancigers lo bien que la pasaba.

De 1946 a 1964 Buñuel rodó, en México, veinte películas, «sobre un total de 32», en palabras de don Luis. Todas las películas mexicanas de Buñuel fueron rodadas en lengua española, pero con un equipo técnico y actoral mexicano, lo que caracterizaba no solo su sello distintivo en las películas que México recuerda de él de manera excepcional, sino que también fue una gran cosecha para su vasta filmografía, recordando que Buñuel no solo era un cineasta importante, también fue un turista que vivió en diferentes lugares para adaptarse a ellos y retratar lo que los mismos querían ocultar a base de mentiras y productos que conquistaban las miradas de los ciudadanos, haciéndoles creer que cada paso en la pantalla grande era la realidad, cuando, cruelmente, solo era una romantización de lo que pasaban en sus entornos, llámense familiares, sociales, económicos y, por supuesto, políticos. 

En el cine es terriblemente común que se hagan películas por la necesidad —los primeros trabajos fílmicos de Alfonso Cuarón (Roma, 2018) son ejemplo de ello—, Buñuel ha declarado que todo su trabajo en México siempre fue por «necesidad», por la obligación de mantener a su familia, pero analizando su obra mexicana, se puede ver que el artista creó a base de un vínculo afectivo, lo que la documentalista mexicana Tatiana Huezo (Tempestad, 2016) considera vital antes de empezar a agarrar la cámara y grabar y retratar a las personas que el ser humano ama, en la moral de la cineasta y productora de Aguascalientes Eva Villaseñor (Memoria oculta, 2014). Es por esa razón que la audiencia recuerda las películas mexicanas de Buñuel con aprecio, pues no solo reflejó un México que actualmente persiste, sino que lo hizo de manera quirúrgica, es decir, abrió las entrañas de la vida, que es crueldad, amargura, desnudez en el infierno de cada ser humano, recordando que la existencia puede ser la condena eterna: no hay paz, solo supervivencia para subsistir.

«En dos ocasiones, hice tres películas al año», dice Buñuel en Mi último suspiro (1982), memorias recopiladas —a través de dieciocho años de trabajo— por su gran amigo íntimo y de trabajo (fue guionista de varias películas de Buñuel): Jean-Claude Carrière (1931-2021).

De 1928 a 1936, Buñuel solo realizó tres películas», contrarresta el crítico y analista cinematográfico André Bazin (1918-1958) en su texto sobre Los olvidados, incluido en El cine de la crueldad, editado por el crítico y cineasta francés (uno de los representantes principales de la nouvelle vague) François Truffaut (1932-1984). Estas tres películas fueron Un perro andaluz (1929), La edad de oro (1930) y Las Hurdes (Tierra sin pan) —en 1932—.

Estamos hablando de un cineasta que parecía muerto dentro de su propio movimiento de vanguardia (el surrealismo), ya que solamente se le recuerdan dos películas que encapsulan toda la ideología del movimiento: Un perro andaluz —otro artista representativo del surrealismo fue partícipe de ella: el pintor excéntrico Salvador Dalí (1904-1989)— y La edad de oro —Dalí también tuvo participación en la misma—. Estas dos películas combinan dos morales y visiones distintas, pero unificadas por un mismo pensamiento; por un lado tenemos a Buñuel; por otro lado tenemos a Dalí. Ambos sabían qué querían hacer, sabían sus necesidades, sus miradas, los objetivos principales a los que iban a alcanzar con sus productos. Todo esto gracias a la manera tan sutil y amistosa de compartir estudios y pláticas en la Residencia de Estudiantes de Madrid (España), donde también entablaron un fuerte lazo amistoso con el poeta andaluz Federico García Lorca (1898-1936) —en el caso de Dalí, este tuvo más que un lazo amistoso con Lorca, es decir, de amor trágico—, con Rafael Alberti (1902-1999), Pepín Bello (1904-2008), entre otros artistas de la «generación del 27». Sin embargo, estos productos fílmicos tienen solo la visión de Buñuel —aunque por momentos se ven imágenes «dalinianas»—; a Buñuel nunca le gustó el hecho de que Dalí se convirtiera en un personaje que ya no era él —más que nada por el «cambio que le dio» su esposa Gala Éluard Dalí (1894-1982)—.

Otra película que, considero, tuvo mayor impacto en los tiempos contemporáneos gracias a la película animada: Buñuel en el laberinto de las tortugas (Salvador Simó Busom, 2019), es Las Hurdes (Tierra sin pan), puesto que aunque no es una manera cercana de aproximarse a lo que Buñuel tenía acostumbrado a su público (elementos oníricos, surrealistas), sí definió lo que haría en un futuro: un intento de periodismo, acercarse a la ficción por medio de la realidad pura y desnuda, investigar, acercarse a las personas, hablar con ellas, entrar con el corazón a los lugares marginales y salir con el alma destrozada, pero que ayuda para decirle al mundo sobre las personas que el mundo no les presta atención, en pocas palabras, sobre los olvidados.

“Los olvidados: el México que prevalece (II)” es la primera de cinco entregas semanales del autor sobre la obra del cineasta español Luis Buñuel.

Los olvidados: el México que prevalece (I)

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