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Conversando con Andrés Araujo sobre Capote

El biopic dirigido por Bennett Miller nos obligó a reflexionar sobre el periodismo narrativo y la escritura.

Andrés Araujo se precipitó en el chat alterno de purgante al filo de la medianoche para verter una serie de reflexiones sobre Capote, el biopic de Bennett Miller. Como estoy lejos de ser un animal nocturno, vi sus mensajes hasta el otro día. Una vez ahí, había dos caminos más o menos claros: ignorarlo o tenderle un puente. Opté, pese a mi exacerbada misantropía salingeriana, por la segunda.

¿Por qué te conmocionó tanto Capote?

Creo que mucho tiene que ver con lo que dijiste: ese cambio en la idea del periodista de investigación. Quizá lo digo igual porque vengo de leer Zona de obras, que es buen punto de partida (de ahí me fui también a Susan Orlean con El ladrón de orquídeas). Me falta leer A sangre fría. Quizá antes era un rollo más ¿artesanal? Ahora todo está muy orientado a que el periodismo es aburrido y la ficción no, cuando la línea es muy difusa. Quizá algo parecido a la dicotomía documental-película.

Sí, pero hay algo que me inquieta mucho: de alguna manera, la volcánica personalidad de Capote hace corto circuito con el manual de periodismo narrativo, ¿no? No deja de ser curioso que alguien como él, que hace todo menos invisibilizarse, sea el germen de la novela de la no-ficción.

Pero también creo que viene de una corriente periodística que tampoco pretendía invisibilizarse. La parte contemporánea, como Leila, Salcedo Ramos, etcétera, creo que lo hace más. Sobre todo pensando en ese periodismo de investigación como algo más asentado. En la época de Capote era algo por construir. No sé qué tanto Capote buscaba esa «investigación objetiva» que podía pregonarse más ahora, más que un texto personal de no ficción. Habría que ver qué tanta ética periodística, por así decirlo, maneja Capote. De cualquier forma, voy de acuerdo contigo: creo que su personalidad evitaba que fuese invisible para la historia.

Sí, en ese sentido, su espíritu era más de novelista que de periodista. Pero luego, cuando se abandona completamente al proyecto de escribir A sangre fría, su obsesión por el detalle se asemeja más, paradójicamente, a la del periodista. Decías que no te había invadido nunca la pulsión de dejar tus vínculos afectivos de lado para embarcarte en algo estrictamente personal. De alguna manera, puede que sea una suerte de mecanismo de defensa. Es como si intuyeras que existen más posibilidades de que la escritura te consuma a que te encumbre.

Bueno, sí. aunque igual podemos hablar de una obsesión y, diría la misma Leila Guerriero, vocación. Aunque para el caso parezca lo mismo, no tengo muy claro si Truman acaba obsesionado con el caso, con la escritura o por su mera curiosidad y vínculo afectivo (¿romántico? ¿fraternal?) hacia el acusado. Truman es un tipo capaz de dejar su vida de lado en pos del caso. Yo decía que me había congelado la escena donde su novio le pide volver -y escribir, pero esencialmente volver- y Truman se niega. Yo no tengo esa convicción. O no he conocido el caso o el tema que me genere esa convicción. También quizá parta de pertenecer a una generación eminentemente interconectada: con esto del celular, ¿qué tanto podemos aspirar a la soledad y al rollo eminentemente personal cuando todo mundo está a pocos clics?

Es difícil interpretar a un manipulador como Capote, aunque luego su parálisis intelectual y literaria posterior a A sangre fría advierta que se dejó algo ahí, que nunca recuperó. Hablando de la soledad y cosas a las que no podemos aspirar hoy en día, yo me deprimí más con el tiempo de cocción de la “novela”, de la flexibilidad para volver cada cierto tiempo para corroborar datos, de la posibilidad de influir en el carácter de tus propios personajes, de la generosidad del editor.

Creo que es una forma de trabajo muy clara de otro tiempo. No se me ocurren medios grandes que ponderen esa cocción de historia. ¿A ti sí? Qué falta hace, ¿no? Devolverle la sensibilidad literaria a la nota. Qué lejanas se ven hoy en día.

Quizá Caparrós y Leila lo hayan hecho, con algún proyecto esporádico. Se puede escribir a fuego lento como autónomo, pero asumiendo que absorberás enteramente la fase artesanal. Tiene mucho de perverso que un texto sobre las cataratas Victoria sea remunerado bajo los mismos estándares que un texto sobre la Costa Brava. Por otro lado, y volviendo a la génesis de la reflexión, Seymour Hoffman borda una interpretación soberbia, especialmente tomando como referencia otros biopics menos afortunados —aunque no por ello menos entrañables— como el de Kafka, Foster Wallace, Kerouac y Bukowski.

Uy, me hiciste recordar The End of the Tour, enormísima película sobre Foster Wallace donde Jason Segel tiene la mejor actuación de su carrera, de lejos. Y sí. Philip Seymour Hoffman seguramente fue el gran actor de su generación. Era un tipo con abanico actoral amplísimo: mi favorita siempre será Synecdoche, New York, quizá también el punto cumbre de Charlie Kaufman como autor y dónde también hace dueto con Catherine Keener, que aquí hace a Harper Lee. Qué escena esa también de la fiesta, ¿no? Donde Harper Lee le pide opinión a Truman sobre la adaptación cinematográfica de Matar a un Ruiseñor y éste por respuesta sorbe el coctel. ¿Cómo la viste tú?… Qué admirable la fragilidad, hambre y, cómo decías, lo manipulador que Seymour Hoffman plasma en Capote.

Nadie vio venir a ese Seagel, con justa razón, me parece. Ahora que lo dices, quizá lo único que se le podría reprochar a Bennett Miller es que no se haya entregado con mayor convicción a Harper Lee durante la fase de documentación del libro, cuando se sabe que su presencia en un estado tan conservador como Kansas fue decisiva para que Capote y su exotismo no terminaran en la hoguera.

Aunque sí se nota en la película, ¿no?… Hay un par de escenas que justifican la presencia de Harper Lee y la ponderan. Aunque sí, entiendo por dónde vas. Pensando a Bennett Miller como autor, creo que hoy en día haría la película muy distinta. Si ponemos en la palestra sus tres grandes obras (Capote, Moneyball y Foxcatcher), es ésta donde menos cancha tiene el personaje secundario, y quizá sea donde más tenía para sacarle provecho. Ahora que lo dices, sería un proyectazo una película de Harper Lee, en ese salto Capote-Matar un Ruiseñor. Ya me hiciste pensar en el casting.

Por Ricardo López Si

Periodista, viajero y escritor.

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