Encuentro de poetas: del amor al desamor y ¿viceversa?

Con motivo de un día en que apremia un rojo incesante, acalorada pasión, misterio, duda, cierto delirio por olvido y duelo, suspensión del tiempo, melancolía y otra serie de sentimientos identificables (o quizás no tanto), Diana Lerendidi y Demian García se dieron a la tarea de recuperar una serie pequeña de poemas y poetas que cantan al amor y al desamor desde distintos puntos que, al final, convergen en fuerza, lamento, intensidad y vida.

Acá una selección que, esperemos, alimente el deseo de no abandonar la lectura, la poesía ni mucho menos el amor.

Piedad Bonnett
(Amalfi, Antioquia, 1951)

La palabra

La palabra,

-esa hechicera-

me devuelve la forma de tu pecho,

la humedad de tu axila, la sedosa

caricia de tu vello.

La palabra se hace agua, se hace lágrima,

se hace calor, saliva, piel y beso.

La palabra,

loca fabuladora del deseo.

Te exorcisa y a mí vienes volando

con las manos vacías.

Con tu apenas sonrisa

galopas sobre el tiempo.

La palabra,

la dulce mentirosa,

tiende su trampa y yo te recupero.

Tinta.

Letras de tinta.

De tinta la mentira.

Palabras, letras, tinta.

Y tú tan lejos.

(De Círculo y ceniza, Ediciones Unidades, 1989)

Alfonsina Storni
(Capriasca, Suiza, 1892 – Mar del Plata, Argentina, 1938)

Un día

Andas por esos mundos como yo; no me digas

Que no existes, existes, nos hemos de encontrar;

No nos conoceremos, disfrazados y torpes,

Por los anchos caminos echaremos a andar.

No nos conoceremos, distantes uno de otro

Sentirás mis suspiros y te oiré suspirar.

¿Dónde estará la boca, la boca que suspira?

Diremos, el camino volviendo a desandar.

Quizá nos encontremos frente a frente algún día,

Quizá nuestros disfraces nos logremos quitar.

Y ahora me pregunto… Cuando ocurra, si ocurre,

¿Sabré yo de suspiros, sabrás tú suspirar?

Abigael Bohórquez
(Caborca, Sonora, 1936 – Hermosillo, Sonora, 1995)

Contracanto

Te extraño a toda hora.

Cuando llegas, te extraño más aún.

Porque vienes sin ti,

sin aquello que eras.

Lo que amo.

(De Memoria en la Alta Milpa, 1975)

Rosario Castellanos
(Ciudad de México, 1925 – Tel Aviv, Israel, 1974)

Lo cotidiano

Para el amor no hay cielo, amor, sólo este día;
Este cabello triste que se cae
Cuando te estás peinando ante el espejo.
Esos túneles largos
Que se atraviesan con jadeo y asfixia;
Las paredes sin ojos,
El hueco que resuena
De alguna voz oculta y sin sentido.

Para el amor no hay tregua, amor. La noche
Se vuelve, de pronto, respirable.
Y cuando un astro rompe sus cadenas
Y lo ves zigzaguear, loco, y perderse,
No por ello la ley suelta sus garfios.
El encuentro es a oscuras. En el beso se mezcla
El sabor de las lágrimas.
Y en el abrazo ciñes
El recuerdo de aquella orfandad, de aquella muerte.

(De Lívida luz, 1960)

Odette Alonso
(Santiago de Cuba, Cuba, 1964)

Óleo


La muchacha del óleo me ha mirado
de su pincel renazco sin saberlo
dos manchas sobre el lienzo
tinta negra.
El pincel es mi dedo dibujado en su espalda
su dedo en mi nariz
la caricia en la nuca.
El lienzo es esta cama
y la ciudad entera
corazón que se abre sin confianza
blanco y negro en el lienzo
esa muchacha y yo

Mario Montalbetti
(Callao, Perú, 1953)

Imágenes de separación 

Tucson (sin fecha). Este desierto 
horrible se interpone una vez más
entre nosotros. Es malo escribir,
saber que no nos veremos, y hacerlo 
pasar por un poema, para que solo
lo bello duela. Pero así es. La guerra
ha tomado los puentes, las salas de cine. 
Mis sueños están sucios de tu sangre. 
Espero el fin del desierto, el fin 
de la guerra. Los juicios por los crímenes.
Jamás olvides que un acto de amor
está más allá del bien y del mal.
Entonces te veré. Siempre tuyo, (sin firma). 

(De Cinco segundos de horizonte, 2005) 

Idea Vilariño
(Montevideo, Uruguay, 1920 – Ibidem, 2009)

Lo que siento por ti

Lo que siento por ti es tan difícil.
No es de rosas abriéndose en el aire,
es de rosas abriéndose en el agua.

Lo que siento por ti. Esto que rueda
o se quiebra con tantos gestos tuyos
o que con tus palabras despedazas
y que luego incorporas en un gesto
y me invade en las horas amarillas
y me deja una dulce sed doblada.

Lo que siento por ti, tan doloroso
como pobre luz de las estrellas
que llega dolorida y fatigada.

Lo que siento por ti, y que sin embargo
anda tanto que a veces no te llega.

Amparo Dávila
(Pinos, Zacatecas, 1928 – Ciudad de México, 2020)

Policromía del tiempo

Tiempo blanco
vacío sin ti
contigo en la memoria
memoria que te inventa
y te recrea

Tiempo azul
el sueño en que te sueño
la clara certeza
de hallar en ti
la tierra prometida

Tiempo verde
más allá de la esperanza
aguardo
la certeza de tu cuerpo

Tiempo rojo
presiento tu cuerpo
y se derrama
un río de lava
entre la sombra

Tiempo gris
nostalgia de tu voz
y tu mirada
ausente de tu ser
cae la tarde

Tiempo negro
lenta muerte
un viento de puñales
se desata
al no saberte cierto

Alejandra Pizarnik
(Avellaneda, Argentina, 1936 – Buenos Aires, Argentina, 1972)

La enamorada

esta lúgubre manía de vivir
esta recóndita humorada de vivir
te arrastra alejandra no lo niegues

hoy te miraste en el espejo
y te fue triste estabas sola
la luz rugía el aire cantaba
pero tu amado no volvió

enviarás mensajes sonreirás
tremolarás tus manos así volverá
tu amado tan amado

oyes la demente sirena que lo robó
el barco con barbas de espuma
donde murieron las risas
recuerdas el último abrazo
oh nada de angustias
ríe en el pañuelo llora a carcajadas
pero cierra las puertas de tu rostro
para que no digan luego
que aquella mujer enamorada fuiste tú

te remuerden los días
te culpan las noches
te duele la vida tanto tanto
desesperada ¿adónde vas?
desesperada ¡nada más!

Elizabeth Bishop
(Worcester, Massachusetts, 1911 – Boston, 1979)

Insomnio La luna, en el “espejo del tocador,
mira a un millón de millas
(y tal vez, con orgullo, hacia sí misma,
pero nunca, nunca sonríe)
de distancia, más allá del sueño, o
tal vez duerma de día.

Por el Universo desertado
le diría ella que se fuera al infierno,
y encontraría un cuerpo de agua
o un espejo en el cual habitar.
Envuelve entonces tu inquietud en telarañas
y arrójala al pozo

a ese mundo invertido
donde la izquierda es siempre la derecha,
donde las sombras son realmente el cuerpo,
donde pasamos en vela las noches
y los cielos son tan poco profundos
como profundo es ahora
el mar, y tú me amas.

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