Después de La geometría del caos y Los huracanes de la memoria, Rocío Villena presenta su nueva novela: Las reparadoras pesadillas de Ariana.
Prólogo
Me escondo en la frontera entre la realidad y la ficción. Soy Ariana, la representación interna de una mujer. Se podría decir que soy una mezcla entre su mente y su alma. Hace 7 años, me quedé dormida en la orilla de una playa. Era mejor ese sueño que seguir consciente con ese dolor tan intenso. A veces dejar de sentir es lo más adaptativo.
Pero claro, ella seguía viviendo y sin darse cuenta, en un impulso adaptativo también, empezó a fingir que podía sentir esas cosas que había dejado adormecidas conmigo.
Fingió amar, fingió confiar, fingió estar bien. Quiso ser, en cierta forma, normal, y tener lo que se suponía que debía tener.
Tuvo dos breves relaciones serias que obviamente salieron mal y duraron poco. Y durante la tercera, que fue larga y calmada, llegó un momento en el que la paz dio paso a la desidia. En ese momento, empezó a darse cuenta de aquello de lo que estaba rodeada. Un bonito muro que ocultaba lo que realmente había en su interior. Multitud de recuerdos almacenados a presión, amontonados, pudriéndose y pesando cada vez más.
El malestar se acrecentó cuando el falso príncipe perdió su castillo, la princesa perdió su trabajo y todo se desmoronaba sin que hubiera nada sólido en su interior que le diera fuerza para sostenerse.
No podía huir de sí misma, saltar de su propia psique, así que lo único que podía hacer era reconstruirla desde los cimientos, hacerla sólida, ordenada y limpia. Tenía que sumergirse en el profundo sueño, tomar el control de él, y conforme peleara con todos los monstruos oníricos, yo iría despertando poco a poco para pasar de estar desconectada de la realidad a volcar lo mejor de mí en ella.
Mi yo real llevaba meses dándole vueltas a la idea, pero necesitaba cierta calma para sumergirse en tal proceso, ya que vivía envuelta en varios huracanes al mismo tiempo. En los dos meses anteriores a mi despertar, fue apagando fuegos y cerrando frentes de la mejor manera que pudo. Con lo que no contaba, era con encontrar algo que llevaba años sin hallar. Ilusión. Esperanza. La encontró más como intuición que como una certeza, pero pensaba que si seguía adelante, al otro lado la esperaba una vida muy distinta de la que había llevado hasta ahora. Las decisiones que había tomado desde que me dejó dormida habían sido guiadas por la resignación o la desesperación. Sabía que de ese tiempo de paréntesis y batalla, iba a encontrar la fuerza para elegir las cosas que merecía, y no las que no le quedaba más remedio que aceptar.
Cuando por fin llegaron las condiciones propicias para sumergirse, escogió un lugar cálido y mullido, tomó aire y cerró los ojos. Era lo más parecido a estar en la playa en la que me había dejado después del abandono de Teseo.
Y entonces, abrí los ojos sabiendo exactamente lo que debía hacer.