Lecturas de marzo (III)

Un cineasta pop devenido en escritor, el viaje literario de una narradora de excepción y los relatos intemporales de una de las voces más vanguardistas del siglo XX se reúnen en las lecturas propuestas por la redacción purgante.

Meditaciones de cine; Quentin Tarantino

Meditaciones de cine es, innegablemente, un libro muy esperado. Tras el éxito de Érase una vez en Hollywood, el universo expandido del filme homónimo, Quentin Tarantino sigue su sendero como escritor insolente describiendo anécdotas y analizando películas que resultaron medulares en su formación como cineasta. Quien se acerque a la obra pensando que Tarantino le dirá dónde poner la cámara o cómo escribe sus tremendos diálogos, se llevará una decepción. Meditaciones de cine es mucho más que eso: son atisbos de un Tarantino escribiendo crítica, retazos de teoría cinematográfica y breves clases de historia del cine de los setenta, desde el comprobado conocimiento enciclopédico de su autor. No hay historias sobre los rodajes de Pulp fiction (1994) o Kill Bill (2003); en cambio, Quentin Tarantino se dedica a analizar películas como Deliverance (1972), Taxi Driver (1975) y Rolling Thunder (1977), contagiando al lector con su efervescente prosa el amor por el cine violento, las salas inmundas de Los Ángeles y una infancia bombardeada por una pasión cinéfila que fue despertando de forma paulatina, hasta reventar como una de las mentes más creativas del cine actual. Tarantino apenas habla de su Palma de Oro y sus dos premios de la academia, lo que le interesa es desmenuzar los filmes de Don Siegel, Tobe Hooper y Sam Peckinpah; explicarse él mismo, para con eso exponerle al lector, los elementos que fue tomando y aprendiendo de cada cinta que veía, cada cómic que leía y cada soundtrack que escuchaba, para delinear su propia obra artística. Meditaciones de cine es además un libro muy divertido, torrente de ocurrencias del humor negro del director, sin guardarse nada para quien en algún momento lo atacó desde las trincheras de la crítica. Pero también es una obra emotiva. Rumbo a sus ultimas páginas, Quentin se confiesa y nos platica sobre un hombre llamado Floyd Ray Wilson, una especie de vagabundo afroamericano que resultó ser un mentor inesperado, detonante además, del Tarantino guionista. Cuando el texto termina, lo que queda es nostalgia por una época setentera que no volverá, además de una enorme lista de imperativas películas por descubrir.

Cuaderno de faros; Jazmina Barrera

Farero o guardafaros. Yo, después de haber visto a Michael Fassbender con el torso desnudo en La Luz entre los océanos, me siento más cómodo llamándoles guardafaros. Una vez zanjado el debate que llevaba tiempo atormentándome, procedo a hablar sobre el libro más maravilloso que he leído en lo que va del año: Cuaderno de faros, de la escritora mexicana Jazmina Barrera. Esta obra publicada por Tierra Adentro en México, Pepitas de Calabaza en España, Laguna Libros en Colombia, Libros Chevengur en Chile y Alto Pogo en Argentina puede ser interpretado como una hazaña, como una leyenda o, en el mejor de los casos, como un susurro. Últimamente tiendo a profesarle una gran devoción a las lecturas que abrazan con convicción la virtud de lo inclasificable. Mezclando la memoria personal, el diario, el reportaje, la crónica histórica, el inventario, el ensayo y la prosa intimista barnizada de poesía, Cuaderno de faros se inscribe en la genealogía del viaje literario, un territorio inexplicablemente desdeñado por la tradición narrativa en México. En el libro no solo reverberan las voces de Virginia Woolf, Edgar Allan Poe, Robert Louis Stevenson y otros escritores clásicos que se vincularon literaria y sentimentalmente con los faros, sino la gran sensibilidad y olfato de una narradora de excepción. Pensándolo bien, los faros son como los libros: espacios para seres solitarios que coquetean peligrosamente con el delirio, cuya luz, paradójicamente, convoca y brinda sosiego.

La intemporalidad perdida; Anaïs Nin

En esta serie de relatos que componen la antología de Anaïs Nin, sin duda existe una disputa por el poder simbólico, la cual pone en tela de juicio tanto a la moral de su época como a los convencionalismos de la nuestra. Tal es el caso de “El sentimiento gitano”, cuento que denuncia la idealización como una estructura que oculta todo un sistema represivo. Lo mismo ocurre con “Miedo a Niza” y “Fidelidad”, que dinamitan la figura del matrimonio y de las relaciones sociales que emergen a partir de ahí. Quizá “La canción del jardín”, junto con “Rosas Rojas” y “Un suelo resbaladizo”, sean las historias que mejor logran capturar la esencia de Nin, en complicidad con la traducción de Raquel Marqués y la edición de Lumen.

Interrupción; Sandra Vizzavona

Interrupción, publicada en castellano por Editorial Tránsito, es un relato de varias voces y testimonios de mujeres que han abortado a lo largo y ancho de toda Francia desde la ley actual de plazos que existe en este país. También recoge algunos testimonios de mujeres que han abortado en el extranjero de forma clandestina y también en Francia antes de la ley actual, como contara la reputada nobel de literatura Annie Ernaux en su libro El Acontecimiento. El silencio, la tan manida culpa que aniquila la psique y el tabú engrosan la mayoría de relatos de las mujeres, que tienen diferentes edades y circunstancias económicas y personales. Un libro necesario que rinde homenaje a voces del pasado como la de la activista y escritora Simone Veil, quien dijera en su momento: «Ninguna mujer recurre con ligereza al aborto. No tienen más que escuchar a las mujeres». Dejando de lado el estigma, Vizzavona insiste en hacer esa escucha activa a esas mujeres, pues como dijera De Beauvoir, «no olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, debéis permanecer vigilantes toda vuestra vida». Y es que, en un estado de constante vigilancia sobre nuestros cuerpos, esta cita no deja de resonar, no pierde vigencia. Es por ello que libros como Interrupción son necesarios para poner nombre y escuchar las voces distintas de mujeres que ejercen un derecho de soberanía.

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