Hay espacios que creemos pasados u olvidados que han sido visitados con anterioridad. Y entonces reaparecen. Son fantasmas dentro de una burbuja transitoria que no se revienta.

Lector permanente. Devoto de la poesía y el fútbol. Escribo, hablo y habito en Revista Purgante, Interferencia IMER y Diario 24 Horas.
Hay espacios que creemos pasados u olvidados que han sido visitados con anterioridad. Y entonces reaparecen. Son fantasmas dentro de una burbuja transitoria que no se revienta.
Sobre una serie de pensamientos crispados y fugaces escritos en noches varias, acerca de la realidad que golpea la existencia.
Atravesando los cristales, respira y calla, y a su alrededor todo es símbolo.
Habitar otros espacios de ese lenguaje que nos parece quisquilloso por ser de barrio o menos modesto que lo que consideramos cercano. Y, sobre todo, habitar las atmósferas, esos barrios y sus calles, los apartamentos, las mentes.
Un dolor presente, sombra de un árbol de la eternidad, un presente abierto al tiempo, la senda de la mortalidad.
o quizás sólo nos olvidamos de ella / aunque exista, como una / sombra que sucede nuestros / pasos.
Qué más da si aquí o allá, estamos
ardiendo juntos en este cuarto.
Crece. Y nos consume. Nos habita
Fernanda Melchor hace un dibujo de la violencia y el funcionamiento de uno de sus muchos engranajes: la vulnerabilidad y el desamparo.
al abandono de los poetas / a los versos suicidas.
Cuarto oscuro, apremio de soledad, ausencia de luces y certezas: un refugio de realidad.
Todo esto es una tragedia global. Cómo carajos se lidia con esto. Cómo. Cómo. Cómo.
¿Hasta cuándo serás convertido en poeta, poeta?
Propongo una lectura cuidadosa y en compañía de las canciones de Charly García. Intenten salir bien librados.
La adultez se manifiesta aceptando que se llora viendo a Julia y a Hugh ser felices por siempre.
Estamos aquí. Una foto, dijiste. Y clic en menos de lo que yo pude acomodarme la chamarra y la borrachera.
En un inframundo gris donde la palabra es la única forma de duda.
En madrugadas eternas de melancolía repleta.
Un éxodo fúnebre de bondad sustraída.
No hay suelo sobre el cual se pose nuestra sangre.