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La memoria egipcia (VI)

El 29 de julio de 1928, hace casi 85 años, El Sayed Mohammed Nosseir levantó en total 335 kilogramos (récord mundial, entonces) para ganar la primera medalla olímpica de oro de Egipto, país que asistía a la Magnas Justas desde 1912, cuando estas se llevaron a cabo en Estocolmo, Suecia.

Aquella tarde veraniega de Ámsterdam, El Sayed Nossier llamó la atención del público por su ritual religioso en el que pedía la ayuda de Alá para obtener el oro en el medio ligero del levantamiento de pesas. Sin tomarlo en cuenta, recordó tres mil años de la vocación deportiva del antiguo pueblo al que representaba en Holanda.

Debemos a un alemán, Wolfgang Decker, las grandes investigaciones sobre el deporte en el Alto Egipto (también al alemán Carl Diem, debemos mucho de lo que conocemos de los Juegos griegos). No menos importantes han sido los hallazgos de otro alemán, Stefen Wenig, sobre bajorrelieves y pinturas que aluden al deporte en la antigua civilización.

Ha sido una costumbre determinar el origen de las prácticas atléticas al ambiente griego, desde luego por la trascendencia que tuvieron los Juegos Olímpicos en la construcción de la cultura de Occidente. Sabemos, sin embargo, que muchas de las disciplinas deportivas incluidas en los Magnos Certámenes de Olimpia, no tuvieron su origen en la cultura helénica. La lucha, el boxeo, la natación, la esgrima, la equitación, el tiro y el levantamiento de pesas ya se practicaban comúnmente entre la población del Antiguo Egipto (como la medicina, la astronomía y el resto de las ciencias, los conocimientos de Hermes Trimigesto, los pocos que nos llegaron, lo demuestran).

Las aportaciones de Deker confirman que hacia la Dinastía XI (entre 2100 y 2000 a.C.) ya se practicaba de manera formal la lucha. El alemán aporta el testimonio de un fresco en el que se representan 122 posiciones y llaves del arte del cuerpo a cuerpo. Se sabe, además, que 600 años después ya se llevaba a cabo una forma de lucha profesional, en las que se presume participaron peleadores de regiones lejanas al Nilo.

Lo mismo puede decirse una forma primitiva de la esgrima, de la natación (seguramente de ascendencia sumeria, practicada con estilo similar al crawl), de la equitación, del remo (siempre representados como ganadores de certámenes)  y del tiro con arco.

Después de la invasión de los hyksos, determinante en la evolución deportiva de la cultura egipcia -como bien apunta Richard D. Mandell-, en la Dinastía XVIII (1580-1350 a.C.), se inscribió un texto que dice:

“En presencia de todo su ejército, Tutmosis hundió profundamente su flecha en una placa de metal, que se exhibió en un templo como prueba de su inigualable grandeza”.

También fueron representadas las hazañas de Amenofis II y de Karnak, de quien se dijo “realizó su prueba de excelencia atlética ante todo su pueblo”. Es decir, el faraón era el gran atleta, además de todo, entre su pueblo:

Dice Mandell:

“Era el más hábil y el más valiente. Sus cualidades como atleta, cazador y héroe legendario eran esenciales de la visión cósmica, sabiamente orquestada, de contribución irremplazable a la estabilidad del imperio egipcio”.

El Sayed Nossier recordó en aquel julio de 1928 que su antiguo pueblo también realizó certámenes de levantamiento de costales de granos, pruebas artesanales de la actual halterofilia.

También, después de la islamización del Egipto y después de las revueltas de la llamada Primavera Árabe (que tuvo en el estadio de futbol una de sus expresiones más terribles), Alaaeldin Abouelkassem recordó, quizá sabiéndolo, las hazañas de los faraones.

Nacido en 1990, durante el peso de Hosni Mubarak, hijo de madre argelina y de padre egipcio (otro Egipto, pues), crecido en Alejandría, el mismo lugar de El Sayed Nossier, Abouelkassem se inició en la esgrima en 2008, después de practicar la natación (sumeria) y el karate. En 2012 se convirtió en el primer atleta africano en ganar una medalla olímpica en la esgrima moderna.

Su presea en el florete es un orgullo para la juventud egipcia que se mueve en las plazas de El Cairo, en el Egipto revuelto de nuestros días, divido y violento.

Abouelkassem es también ingeniero de la Academia Árabe para Ciencia y Tecnología y Transporte Marítimo.

La historia es una flecha que atina en muchos blancos y en tiempos distintos.

Y así.

“La memoria egipcia (VI)” es la sexta y última entrega de una serie de textos escritos por el autor con motivo de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.

Wilma Rudolph: Gacela en medio de la selva (I)
Wilde y Olympia (II)
Atenea contra Juno (III)
Aquiles, Héctor y la esgrima (IV)
Alí, hijo de Zeus (V)

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