Consumidores de amor

Solo el beso del amor verdadero será capaz de abrir los ojos del ser humano que goza plácidamente de un sueño eterno; así proclamaban en alguna película o, tal vez, en alguna telenovela. Esa promesa, ese juramento de un paraíso tras haber encontrado un único, predestinado e ideal amor; esa promesa ha muerto. No queda lugar para creencias en medias naranjas, en hilos etéreos que se mueven desde el cielo y fungen la unión de dos personas de forma irremediable. Esa lucha a muerte contra todos los obstáculos para disfrutar del verdadero amor fue una historia sobreexplotada a la que cada familia se exponía delante de la televisión, luego del noticiero donde abundaban los muertos y el alza de los precios. La promesa incumplida de la felicidad a través del amor ideal ha conducido a la frustración y a numerosas decepciones, pues no hay nada más doloroso que aceptar al otro en su diferencia.

El amor de la luna llena que se descubre mil y una veces más grande en noches estrelladas, el de las canciones de Edith Piaf y Louis Armstrong, ese de balcones con flores multicolores y hasta que la muerte nos separe; ese amor es la negación de la otredad. Detrás de esos amores, allí donde los espectadores tienen vetado el acceso, se esconde un hecho poco advertido en varias novelas juveniles o en las películas de Disney, se trata de la vulnerabilidad del amor ante la diferencia del otro; esa diferencia que durante el enamoramiento se agazapa, juega a las escondidas y se asoma levemente seguido de un perdón.

La búsqueda del amor ideal no solo constituye una herida hacia al reconocimiento del otro, también se trata de desistir de la realidad y de lo humano. En la película Ruby Sparks, dirigida por Valerie Faris y Jonathan Dayton, un escritor logra imponer una de sus personajes en la realidad, eso tras enamorarse de ella. Ruby Sparks, el personaje ficcional que cobra vida, es una creación del escritor, no hay nada en ella que no se encuentre definido por las palabras de una máquina de escribir; el escritor se enamoró, porque ella seguía todos sus lineamientos, conocía de cerca toda su vida y no había elemento que lo sorprendiera; las sorpresas, el desconocimiento del otro da lugar a conflictos que entorpecen el ejercicio del amor. Cuando Ruby se torna real, emerge con ella una identidad propia, independiente de todas las palabras que la crearon y, por lo tanto, incontrolable para el escritor. La muerte del amor llegó por medio de la aceptación de Ruby en tanto una otredad que excedía al escritor, así Ruby se manifestó como un universo en sí mismo, ya no como el resultado de una idealización; el escritor se había enamorado de lo que pensaba que era ella y no de ella en sí. El resultado de mirar a los ojos al otro es el asesinato del amor soñado, ese que se busca con tanto ahínco durante gran parte de la vida.

La historia de Ruby y del escritor no es ajena y mucho menos lejana a la realidad circundante, todo el tiempo se escribe una historia sobre el otro, se lo traduce constantemente, pero nunca se obtiene una versión certera de él. Cuando ese otro se sale del guión que se ha escrito, la lección del amor ideal enseñada en las escuelas y por varios padres se ve a prueba, más bien resquebrajada; se transforma en una esperanza, una larga espera de la cual es imposible desprenderse del todo, apenas se hace a un lado, entre las muchas promesas condenadas a la frustración.

A la sociedad de consumidores, la búsqueda del amor verdadero no le sirve. El fracaso anunciado del amor ideal ha conducido a un único beso, aquel que se da frente al espejo. Por un acuerdo tácito e incuestionable, el yo se ha convertido en la medida de todas las cosas; en la cultura consumista, la responsabilidad de ser feliz recae sobre cada individuo y la infelicidad solo se produce como una elección desafortunada del mismo. Ya no hay necesidad de tomar de la mano a alguien para alcanzar ese paraíso onírico, pues la felicidad se encuentra en el presente, detrás del placer de consumir. La negación de la media naranja produce una alteración en una de las interpretaciones del mito de Aristofanes1, los dioses griegos ya no castigarían a seres humanos hermafroditas dividiéndolos en dos para hacerlos más débiles, por el contrario, en el contexto de la cultura consumista, al separar a la pareja ideal en dos, cada uno de los individuos se tornaría más fuerte y con la capacidad de retar a los dioses, es decir, con la capacidad de consumir tanto como sea posible y sin la limitación de la otredad.

Así, ante el inminente fracaso del amor ideal, nace una nueva promesa, no menos perjudicial. Se trata de un consumo sistemático de mercancías para satisfacer placeres efímeros e inclusive creados artificialmente a través de estrategias de marketing; necesidades fantasmas, creadas cada cierto tiempo y con una obsolescencia programada que continúa estimulando el consumo y el consecuente desecho de productos, eso hasta que la caneca de la basura esté repleta. Ante la búsqueda infructuosa de la media naranja y el ensalzamiento de la individualidad; las relaciones humanas se tornaron frágiles, fueron completamente sometidas por el fantasma de la facilidad del que ya advertía Estanislao Zuleta2, entonces se volcaron hacia el patrón dado por los consumidores y los productos. La violencia de la sociedad de consumo sobre los individuos se manifiesta en la conversión del otro como mercancía, de hecho, se trata de una idea clave en el pensamiento de Bauman3. Con todo lo anterior, es de esperar que la nueva promesa (igual a la anterior) cargue consigo una nueva condena.

De esta forma, el amor ideal va en contravía de las conductas impuestas por los consumidores y asimismo del placer que genera el acto de consumir. Las relaciones humanas mutan, se transforman en relaciones entre mercancías donde prima la satisfacción de los deseos sobre el reconocimiento del otro; pues el deseo no es más que la voluntad de consumir y destruir por completo la otredad, como ya reparaba Bauman en su análisis de las relaciones liquidas4. Así, una vez el deseo se ve satisfecho, no hay necesidad de conservar esa relación, eso en tanto las mercancías se deben desechar para dar paso a nuevas, después de todo ¿Quién renunciaría al disfrute de la libertad que produce consumir una y otra vez entre una infinidad de opciones?

La humanidad nunca había gozado de tanta libertad, es más, ante la infinidad de opciones de consumo, los individuos se han tornado en seres extremadamente libres, pero también angustiados. Con todo, ese sinsabor que deja el renunciar a una opción cuando ya se escogió otra, remite a esos arrepentimientos que nadie desea, a la detestable pregunta ¿Qué habría pasado si…? Pero hay una buena noticia o más bien un argumento de venta: cada vez habrá menos agobios por no haber vivido esto o aquello, porque siempre se puede renunciar y sumergirse en la exploración del sinnúmero de opciones que se postran en la televisión, en el celular, en las vallas de publicidad y en las vitrinas de los centros comerciales. Dentro de esas múltiples opciones también hay personas, cada una con un cierto atributo, cierto valor agregado; renunciar a una significa perderse la oportunidad de consumir otra; quedarse tiempo de más con una para forzar uno de esos amores ideales, no es más que la renuncia a consumir de la amplia variedad que se pueden encontrar en las Apps de citas o en las redes sociales, esos espacios virtuales que Bauman denomina vitrinas de seres humanos en el siglo XXI5; de cualquier forma, perder tiempo con una sola persona o producto es eludir los placeres del paraíso de opciones que se manifiestan en el presente. Así, ante la libertad de consumir un sinnúmero de mercancías, nace un fenómeno inquietante: una renuncia reiterativa a tantas opciones como opciones se tiene.

La frustración, como en el amor ideal, es inevitable; nunca se logra consumir lo suficiente, porque habrá en la cabeza la conciencia de una opción mejor que la consumida. Por lo tanto, las mercancías se consumen parcialmente, no alcanzan a agotar su vida útil cuando se ya se ven abrigadas por las bolsas de basura. La libertad se manifiesta como un abanico infinito de opciones, sin embargo, se tratan de opciones aceptadas de forma unánime por la sociedad de consumidores; aquel que consume distinto es atormentado, las mercancías deben seguir un conjunto de estándares, pues una de sus funciones es la de definir al consumidor. Las personas que, asimismo son mercancías, deben ser dignas de consumir y de ahí que haya un esfuerzo generalizado para hacer parte de ese grupo selecto. La nueva promesa se convierte así en el encuentro con una mercancía ideal para un determinado momento de la vida; un encuentro que no requiere compromiso en tanto mercancía, porque se presenta como un objeto con fecha de vencimiento.

Así la promesa del amor ideal se enfrenta a la del consumo y en ambas se manifiesta la negación de la otredad como un padecimiento inevitable; en ambas se manifiesta una apropiación e instrumentalización del otro en persecución de la felicidad ¿No será este el problema? La búsqueda de un estado permanente aun cuando la vida se ve sometida a un constante cambio ¿No se vuelve así la felicidad en la negación de la vida? De cualquier forma, retornando la vista hacia el amor en agonía; el cambio de promesas no fue más que un engaño, un movimiento aparente ante la frustración del amor ideal que siempre se encuentra con los ojos ajenos, con los pensamientos indescifrables de lo que se anuncia distinto. La muerte de la media naranja, lejos de crear lazos más fuertes con el otro, fue causada por la preponderancia de la facilidad sobre la dificultad que representan las relaciones humanas, como había augurado Estanislao Zuleta. Así, la sociedad de consumidores asiste a la renuncia definitiva hacia al otro, esto en venganza de su desobediencia ante la carencia del beso de amor eterno.

Acerca del autor
Johan Harvey Sánchez (Bogotá, 1998), estudiante de literatura de la Universidad Nacional de Colombia. Ha realizado publicaciones de sus relatos en la revista cultural La Cola de la Rata y en El Purgante; además, fue uno de los ganadores del concurso realizado por Ita Editorial en el mes de junio del 2022 y ha publicado varios de sus relatos con el grupo literario Cromografías.

Bibliografía
Platón, Obras completas, edición de Patricio de Azcárate, tomo 5, Madrid 1871
Estanislao Zuleta, Elegio de la dificultad y otros ensayos, Ariel, Bogotá 2015
Zygmunt Bauman, Vida de Consumo, Fondo de Cultura Económica, México, D.F 2007
Zygmunt Bauman, Amor Líquido, Fondo de Cultura Económica, México, D.F 2007

1 Platón, Obras completas, (Edición de Patricio de Azcárate, tomo 5, 1871), 319,322.
2Estanislao Zuleta, Elegio de la dificultad y otros ensayos (Ariel, 2015), 6,19.
3Zygmunt Bauman, Vida de Consumo, (Fondo de Cultura Económica, 2007), 83.
4 Zygmunt Bauman, Amor Líquido, (Fondo de Cultura Económica, 2007), 17.
5Zygmunt Bauman, Vida de Consumo, (Fondo de Cultura Económica, 2007), 120.

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