Aprovéchate de mí de Xóchitl Lagunes: pensar en la memoria del cuerpo, pensar en el amor

La música nos permite reconectar con lo ausente, traerlo de vuelta. Incluso permite digerir con facilidad, o decir mucho sin pronunciar una sola palabra. La música: ese lenguaje universal. “Si mandas una canción, estás enviando un mensaje”, parece decirnos la lógica. Pero también el escuchar una canción puede estar diciéndonos algo, quizás nos propone o nos remueve la creatividad. Es un estímulo, sí, tal como fue para Xóchitl Lagunes (Ciudad de México, 1985) con “Aprovéchate de mí”, de Café Tacvba, pues fue la canción que detonó (o terminó de detonar la idea para formar) la historia de Santiago: “por la situación particular (…) y por los juegos de poder que plantea para que despertara ese atractivo”.

Como consecuencia o como parte de ese juego, el nombre de la canción se toma prestado para nombrar a la novela, y más adelante, doce canciones de la banda dan nombre también a cada uno de los doce capítulos que la componen. Una lista de reproducción que concederá confesiones y retratos parecidos a la sinceridad para interpretar y establecer conexiones con ese mundo real, con esa diversidad que necesita ser nombrada.

Y es, con eso y con mucho más, que se compone la pequeña, pero significativa banda sonora de la vida de un adolescente que descubre, –quizá por enésima ocasión–, que se siente atraído por los hombres dentro de un círculo social que podría tener problemas con aceptar sus gustos, aunque él tenga claro que no está haciendo nada malo y que lo que el siente no es incorrecto, aun cuando ose preguntarse por qué no puede ser como los demás, con gustos como los de los otros para no sentirse vapuleado o repleto de dudas y temores por sólo pretender. Es algo que escapa al miedo.

El sentimiento de Santiago roza con la opresión propia, consecuencia de la sociedad-de-allá-afuera. Dice Santi en algún momento: No me da pena lo que hago, y tampoco creo que deba ser problema para las personas cercanas, pero apenas estoy entendiendo cómo funciono en esta relación, como estableciendo la importancia de no suponer con profundidad, de no sobrepensar cuando se encuentra en un proceso así, de descubrimiento, entendimiento y amor.

Porque el amor nos permite comprender el mundo, lo (de)forma para que podamos absorberlo de otro modo. El amor, quizás, como lenguaje universal, pero también como detonador del autoconocimiento, de la percepción que nos hace tener de nosotros mismos. Y no es necesario si quiera entrar a estructura románticas: con la visión que nos otorga el enamorarnos y el querer nos basta. Digamos, entonces, que el amor permite trascender cierto tipo de conocimiento, sobre todo por lo que conlleva querer, entregarse al hormigueo inquietante, a los impulsos sexuales y carnales, a las aspiraciones imaginarias, a los suspiros tranquilizantes, al espacio compartido, a las invasiones, la ininteligibilidad, a los huecos hondos del estómago patrocinados por la duda. Sobre todo, el amor para saber nombrar, para establecer vínculos, como si nombrar fuera suficiente para dejar de temer o para asegurarse algo. Y también este sobrepensar el amor y sus emociones como detonador de comprensión del núcleo familiar, de toparse con recuerdos escondidos en la habitación para imaginarse los años que han pasado, o de encontrarse de repente pensando en papá y darse cuenta de que no recordamos su rostro con claridad, que todo está borroso, y que lo que se recuerda claro no es del todo brillante. Es la vida que ha tocado vivir.

Ojalá en algún momento mi mamá pueda estar feliz por mí. He pensado mucho en su reacción, en lo que me diría, en cómo lo manejaría con la familia. Aunque no estoy convencido de decírselo, no lo voy a mantener en secreto toda mi vida. Mi mamá no es tonta, va a llegar el momento en que me pregunte por qué no tengo novia; ni siquiera intentaría inventarle un pretexto.

Y no sólo el amor per se ni sus ambigüedades ocupando todo espacio posible. Digamos que ese sentimiento es el inicio del vacío, es el primer escalón hacia la aparente verdad. Porque es ahora ese amor que se ha descubierto el filtro que destapa las otras emociones que rondaban: la ira, el descontrol, la tristeza, el dolor, la verdad. Un ejercicio de autoconocimiento que puede resultar aplastante para un Santi enamorado de Manuel, un hombre veinte años mayor, que no conforme con el poder evidente que ejerce y las palabras que dice, no hace más que desmoralizar y derrumbar más la ya frágil percepción de su joven amante, con palabras y violencia, con acciones que rayan en la inmadurez más típica de quien duda y teme a las represalias sociales que le impondrían a alguien que mantiene encuentros con un menor de edad. Asimismo, vemos que todo esto funciona para criticar a esa sociedad intolerante y homófoba, como sus estructuras apenas se tambalean cuando alguien decide alzar la voz y romper esa barrera del silencio, como la violencia parece no tener límites para proteger a la víctima ni mucho menos para reprender a quien agrede.

Con todo y el lenguaje único y tan lleno de música que provoca mayor cercanía entre el personaje y el lector, no deja de exponerse nunca el despropósito, la sinrazón, la tolerancia, todo aquello que condiciona sus valores y reprime de alguna manera su libertad. Tal vez, sólo tal vez la vida sí se trata de tirarse hacia otra cosa.

Aprovéchate de mí, Xóchitl Lagunes, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México, 2022, 126 pp.

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