Siempre vuelvo a ella cuando me siento descolocado, soso, habitando días largos.
Babosada y media sobre cine (IV)

Siempre vuelvo a ella cuando me siento descolocado, soso, habitando días largos.
El comunicólogo debe ir un paso más allá para especificar su mensaje, y para ello debe contar con la anuencia y curiosidad de quien quiera escucharlo.
La obra de Maurilio de Miguel aborda el mito de los bares, la noche, el trago y La Mandrágora.
Pareciera, por momentos, el mejor thriller grabado en últimas fechas por las calles de México.
Diego Fonseca creó el Music Death Match, que a las doce del día, de lunes a viernes, provoca un slam en Twitter.
Este proyecto es reflexión, tras reflexión, tras reflexión, algo raro en los sistemas de entretenimiento hoy en día.
¿Se puede ver algo con nuevos ojos? Si somos distintos, ¿la película es otra?
El showrunner de la serie documental que aborda la historia del rock en América Latina habla sobre el proceso creativo, la repercusión inesperada, los elogios, las críticas y las ausencias.
Al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver
Nos encontramos otra vez. Diría Sabina: más viejos, más sabios, más primos.
Cumplir el cuarto de siglo fue un pretexto para enumerar las canciones que me explican como ser humano.
Estamos en una pinche canoa donde la gente sigue argumentando que yo decido si remo o no remo, es mi problema.
Los libros en la sala, paraditos en un mueble, asomando el lomo, me dieron cierto calor.
El cine no se va a morir, y menos con un invento que permite que las películas se proyecten en todas partes del mundo en una solventísima calidad de video.
No sé qué leer, ni siquiera me concentro. Decidí abrir un Word y vomitar esto.
Mañana amenaza ser espejo de hoy; la semana próxima de ésta y el mes próximo de éste.
Parón obligatorio. No hay balón. Seguirán en pie, vetustos, los estadios; el escudo soporta vendavales, la televisión continua encendida y la camiseta se muestra, orgullosa, en casa.
De vez en cuando, es entretenido idealizar ciertas cosas, es como volver a la infancia y abrazar la torpe y adorable ingenuidad del niño que construye y dibuja castillos en la oscuridad de lo desconocido.
Resulta una experiencia surreal transitar por la paranoia, el miedo y la desesperación portuguesa ante el coronavirus mientras mis redes sociales, con mayoría de voces mexicanas, ríen a rienda suelta.
No todos los días conoces a tu escritor más admirado, ni te tomas una cerveza –o tres– con él a escasas cinco cuadras de la Fuente de Neptuno.