Aprendimos a soñar con finales perfectos. Estoy cansada de soñar con finales perfectos, ¿qué sucede cuando descubrimos que la perfección no es más que una ilusión?
Nacer inacabados

Aprendimos a soñar con finales perfectos. Estoy cansada de soñar con finales perfectos, ¿qué sucede cuando descubrimos que la perfección no es más que una ilusión?
Me causaba congoja el hecho de imaginar que esas palabras buscaban otro destino, que salieron en busca de un lugar y no lo encontraron, que evidentemente estaban dirigidas a alguien y que, por alguna circunstancia que ignoro o de la que nunca llegaré a tener conocimiento preciso, se desmoronaron, cayeron y quedaron expuestas y abandonadas.
A veces me despierto con la sensación de tener aquella primera canción que garabateamos en las paredes del baño atorada en la garganta. “Viento, amárranos. Tiempo, detente muchos años”.
De sus fotos en todos lados he aprendido que ningún exilio es definitivo. Porque él ha sobrevivido a un par. La patria se encuentra en la piel. En las banderas cubanas que decoran nuestros libreros, en los álbumes de fotos guardados en el cajón, en la chamarra de cuero que estuvo en París.
Cuentan que a lo que Genaro siempre le tuvo más miedo fue a ser torturado. Cuentan también que todas las madrugadas aún se despierta gritando lleno de terror y que todavía se levanta escurriendo agua verde.
Ahí hay un café. Ahí K te dio el último beso que te daría antes de irse. Ahí leíste por primera vez a Cavafis. Ahí escribiste tu primer poema. Ahí esperaste en vano a T durante horas. Ahí pasabas el tiempo cuando no querías volver a casa.
Los Gunners, los Rangers, los Black Eagles, los Bucks e incluso un Dynamo fueron los nombres de algunos de los equipos en los que se repartían varias de las personalidades que llevaron a Sudáfrica a iniciar el siglo XXI como un ejemplo de inclusión y amnistía.
Me pregunto si alguien reza por mí, así como yo rezo por ellos. Me pregunto si hay alguien del otro lado de mis miedos, esperando, guardando luto por mi valentía.
Al dolor no le queda espacio entre las risas, el vino y la comida. No hay un centímetro en el que quepa el dolor. No cabe en la mesa porque está decorado por un mantel de flores. No cabe en las paredes porque están nuestras fotos, ni en el centro de la mesa porque hay vino, ni en las sillas porque están mis amigos.
Así que opté por lo más sencillo, ir al punto en donde me despedí de ti, a la misma hora, a la misma esquina, para ver si, de alguna forma, en alguna otra vida podía verte de nuevo.
No se puede hacer nada para prevenir la sensación de tristeza profunda. La sensación de que todo tiempo pasado fue mejor. No es posible recordar mal un aroma. Un aroma es una de las pocas certezas que tiene la memoria.
Antes de contestar, Zeus disfrutó el momento. Con una mirada movediza, en el silencio, a través de la magia antigua que llamaban imaginación, sus ojos escucharon una voz en el objeto que le decía: “En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme…”.
Eres luz pura, el calor más auténtico, como vivir siempre de día con un abrazo permanente en el correr del otoño.
Al menos esta vez no me sonrojaré… Tengo una “vida” que contarle y mucho tiempo para hacerlo ¿no?… yo le o ¿me? prometí que, aunque fuera en otra vida, seguiría buscándola y eso, eso estoy haciendo.
Hay noches en las que despierto sobresaltado. Sueño que esta ciudad se quedó sin los faros de Reforma, que un maremoto acabó con el de Tánger y al faro Roncali se lo terminó de comer el óxido. Que mi Torre Sevilla cayó al Guadalquivir y que el World Trade Center nunca existió. Es en esas noches que soy un marinero perdido bajo las estrellas, sin A Coruña, sin faro, sin anticipo de hogar.
Cuando hubo que despedirse, a diferencia de la separación afectiva, la de bienes había fluido bastante bien: los libros de leer eran de ella, los libros de ver eran los de él.
En la capital colombiana, por entonces hogar de residencia de los también ilustres Alfredo Di Stéfano y Adolfo Pedernera, Guevara y Granados vivieron desde las tribunas de El Campín la histórica victoria de Millonarios sobre el Real Madrid.
Le daba igual perder el control, dañar a la bestia, dañar al otro jinete. Para él solo existía la bandera de cuadros que estaba a unos metros.
La lluvia en Uganda siempre cala hasta los huesos. Y te resguardas -si es que lo consigues- y aún así encuentra formas para empaparte entero. La lluvia en Uganda siempre cala hasta los huesos. Y huele a café, a plátanos y a olvido, y recorre sus calles en busca de huecos en los que colarse […]
No sé qué duele más. La espalda del faquir en el vagón. Que no tenga comida. Que el Estado lo haya abandonado (oh, Estado, ¿por qué me has abandonado?). Que la pida y no poderle dar. El niño que lo ve. El papá que no quiere que lo vea. La prisa contenida del papá. La […]